En El Relato del Antiguo Testamento, mientras Job lucha contra la desdicha y la enfermedad, se encuentra también afligido por la indiferencia del consejo y los reproches de sus amigos. El los reprende, a su vez, por su falta de comprensión y compasión. Después llega un momento en que tras relatar sus problemas y la razón de su angustia, él declara: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios”. Job 19:25, 26.
La afirmación persistente de esta confianza de Job en medio de sus aflicciones, es uno de los factores que hace de su experiencia una de las más significativas para los hombres y mujeres de hoy. Muchos estudiantes se pasan horas estudiando los argumentos teológicos que estallan a veces como tormentas, en el libro de Job en la Biblia (y se pueden encontrar muchas revelaciones valiosas allí), pero lo que uno no debe perder en este relato es el indomable sentido espiritual de Job y su certeza de que uno puede entrar en la presencia de Dios y Su justicia perfecta, ahora.
En un comentario sobre el estudio de la Biblia, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud. “La única interpretación importante de las Escrituras es la espiritual. Por ejemplo, el texto: ‘En mi carne he de ver a Dios’, da una profunda idea del poder divino para sanar los males de la carne, y anima a los mortales a tener esperanza en Aquel que sana todas nuestras dolencias; mientras que ese pasaje se cita continuamente como si Job quisiera decir que aunque la enfermedad y los gusanos destruyeran su cuerpo, en los últimos días él se presentaría en perfección celestial ante Elohim aún revestido con la carne material — una interpretación que es diametralmente opuesta a la verdadera, lo cual puede verificarse estudiando el libro de Job”.Ciencia y Salud, págs. 320—321.
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