¡Vivir Sin Reglas! ¿Acaso suena ideal? Imaginen un mundo donde nadie nos diga qué debemos hacer, un mundo donde podamos ir a donde queramos y hagamos lo que se nos dé la gana. ¿Podría ser un mundo sin reglas tan feliz como imaginamos? ¿Acaso es verdad que las reglas nos impiden vivir más felices y más libres?
Si las reglas se hicieron para que nos abstengamos de tener o hacer lo que es verdaderamente bueno, sería en realidad indeseable. De hecho, ¡sería totalmente incorrecto!
Ninguna de esas reglas vienen de Dios, el único legislador, que es Amor y quien es todo bondad. Bueno, entonces, ¿qué tipo de reglas provienen de El? Reglas que producen el bien, la salud y la felicidad.
Pero, ¿acaso no todas las reglas son limitativas, llenas de lo que debemos hacer y lo que no? Algunas reglas hechas por los hombres prohiben ciertas acciones. Pero cuando se busca la evidencia que se encuentra en la Biblia, cuando se ve de qué modo la vida de la gente se liberó de la enfermedad y de un comportamiento auto-destructivo al someterse a la ley divina, los resultados indican que las reglas, o los pasos que debemos dar, basados en la ley de Dios, son liberadores en vez de restrictivos. Promueven acciones inteligentes y armoniosas en cada aspecto de nuestra vida.
Tomemos como ejemplo la regla tan bien conocida del Primer Mandamiento (“No tendrás dioses ajenos delante de mí”). Ex. 20:3. Con un solo Dios, un solo Creador, que es Amor divino, el hombre debe amar a la imagen y semejanza de Dios. De allí proviene la regla de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Cristo Jesús consideraba que era muy natural vivir de acuerdo con las reglas derivadas de Dios, y nunca sintió que era coartado por ellas.
Jesús nos demostró que el vivir estrictamente de acuerdo con las reglas cristianas nos permite ampliar nuestra perspectiva y provecho, expandir nuestras capacidades, aumentar nuestra habilidad de sanar la enfermedad y el pecado, y traen renovación. Es muy importante saber que la Ciencia del cristianismo, descubierta por Mary Baker Eddy, nos permite a todos entender a Dios y utilizar las reglas cristianas y científicas. El vivir una vida cristiana y aplicar las reglas de la Ciencia en nuestra experiencia diaria, es la manera en que avanzamos espiritualmente y hacemos el trabajo de la curación cristiana. Una verdadera libertad, no las restricciones, es lo que resulta de la obediencia.
Pero ¿qué ocurre si dudamos, o simplemente no queremos hacerlo? Por ejemplo, tener un solo Dios, que es Espíritu, significa adorar sólo al Espíritu, en pensamiento y en acción, e identificarnos a nosotros y a los demás como espirituales, y que expresamos la naturaleza de Dios. ¿Acaso parece esto objetable en alguna medida? ¿Acaso nos oponemos, aunque sea en alguna medida, a la regla de abandonar una vida basada en la materia? ¿Sentimos que el mandato de vivir espiritualmente significa renunciar a algo valioso, en vez de ampliar y profundizar un genuino sentido del bien en nuestra vida? ¿Acaso tememos perder nuestra identidad e individualidad para seguir el mandato de vivir como la semejanza del Cristo?
La respuesta a todo lo anterior sería sí, si es que estuvimos de acuerdo con el argumento de la mente carnal, es decir, si pensáramos que somos básicamente sensuales y pecaminosos. Desde un punto de vista mortal y material, las reglas para una vida espiritual parecen ser una exigencia imposible de cumplir. Sin embargo, cuando nos familiarizamos con el legislador — Dios, el Espíritu infinito — cuando aprendemos que el Espíritu es la fuente de nuestro ser, cuando comprendemos que del Espíritu es de donde provienen todo el amor, la individualidad y la salud verdaderos, estamos alcanzando el verdadero e ilimitado sentido del ser. Entonces la respuesta a esas preguntas es no.
El resistir al Espíritu y a las reglas de vivir espiritualmente oscurece la luz del sentido espiritual de la existencia. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy escribe: “Ese concepto científico del ser, que abandona la materia por el Espíritu, de ningún modo sugiere la absorción del hombre en la Deidad y la pérdida de su identidad, sino que confiere al hombre una individualidad más amplia, una esfera de pensamiento y acción más extensa, un amor más expansivo, una paz más elevada y más permanente”.Ciencia y Salud, pág. 265.
El estudio de la Ciencia Cristiana nos ayuda a comprender y a dar la bienvenida a las reglas científicas del cristianismo sobre la salud, la unidad, de vivir con mayor alegría y mayor consagración. Vemos lo práctico que es obedecer tales reglas cuando nos enfrentamos con la enfermedad, la inmoralidad, o cualquier clase de problema.
Si la dificultad que se presenta es la enfermedad, las reglas que aparecen en Ciencia y Salud nos llevan paso a paso y nos traen curación. Sobre la base del amoroso y perfecto control que Dios tiene sobre todo, somos instruidos primero a calmar el temor. El libro de texto nos dice: “Observad el resultado de esa regla sencilla de la Ciencia Cristiana, y encontraréis que alivia los síntomas de toda enfermedad”.Ibid, pág. 411. En la Biblia y el libro de texto encontramos otras reglas para vivir en armonía con Dios y para demostrar Su poder sanador.
Las reglas de la Ciencia son la provisión amorosa que brinda la sabiduría divina para que tengamos la guía clara y la autoridad que necesitamos para salir victoriosos ante las dificultades humanas. Pero mucho más que eso, debemos comprender que estas reglas son el paso que debemos dar en todo momento para demostrar el hecho de que ahora somos los hijos de Dios, que viven felizmente de acuerdo con Sus leyes, siempre bajo Su perfecto cuidado.
