¿Conoce Usted el juego en que se forman cuatro triángulos equiláteros con seis fósforos? A veces la gente pasa horas antes de encontrar la solución, pero vale el esfuerzo. Esto fue una experiencia útil para mí. Al principio parece imposible: ¡cuatro triángulos, de lados iguales, ángulos iguales con solo seis fósforos!
Mientras uno se limite a mover los fósforos de un lado a otro sobre una superficie, ninguna solución puede aparecer. Pero si uno agrega una tercera dimensión y razona en función del volumen y no simplemente de la superficie, la solución parece bastante simple. Se obtiene una pirámide, cuya base está formada por tres fósforos; los otros tres se elevan de cada ángulo y se unen en la cima. Cuando esta pirámide surge ante la vista, uno siente alegría, un sentido de liberación. A menudo vuelvo a pensar en esta experiencia cuando me enfrento con un problema que no parece tener solución.
Cuán a menudo parece imposible la solución de determinado problema porque uno omite una dimensión extra, la dimensión espiritual. Para lograr algo necesitamos dar varios pasos humanos, pero para que el logro sea exitoso y valga la pena, uno necesita una dimensión extra, una perspectiva espiritual.
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