En una época en que algunos estudiantes de la Ciencia Cristiana sienten que el ritmo tan activo que impone la vida moderna les hace difícil encontrar tiempo para practicar diariamente la Ciencia Cristiana, consideramos que esta entrevista para las publicaciones periódicas, conducida por es sumamente inspiradora. Su entrevistado, es oriundo de Zaire y desde hace muchos años trabaja en una de las empresas químicas más grandes de Suiza. Sus responsabilidades lo tienen muy ocupado las cuarenta horas que trabaja semanalmente. Está casado, tiene hijos y es un miembro activo en su iglesia.
La experiencia del Sr. Tazuila demuestra que la consagración interior a la práctica sanadora revela tanto nuestra habilidad como el tiempo para llevarla a cabo. Nos da mucho gusto compartir esta entrevista con nuestros lectores.
¿Cómo conoció la Ciencia Cristiana? Un amigo de Zaire me la dio a conocer. Quedé fascinado al descubrir una enseñanza que permite a la gente probar en su vida diaria que lo que están aprendiendo realmente sana. Eso fue lo que me atrajo a la Ciencia, esa dimensión de una enseñanza que puede aplicarse en nuestra vida diaria.
Al llegar a Europa, usted decidió tomar instrucción en clase Primaria de Ciencia Cristiana. ¿Constituyó eso un paso hacia la práctica? La instrucción en clase creó una verdadera apertura hacia la práctica, porque me permitió comprender la relación entre la revelación y la vida diaria. Siento una enorme gratitud a Mary Baker Eddy por haber establecido la instrucción en clase. Para el estudiante de la Ciencia que desea crecer espiritualmente, esa oportunidad representa un avance muy importante.
La instrucción en clase me permitió aplicar la Ciencia de una manera más metódica. Esta instrucción nos revela las herramientas que Dios ya ha puesto a nuestra disposición, para servicio de Su gloria. Mucho antes de tomar la instrucción en clase ya le dedicaba tiempo a la práctica, pero la clase me hizo tomar conciencia de la autoridad del Cristo, que resulta de un mejor entendimiento de la naturaleza de Dios.
Usted dijo que antes de la clase ya se dedicaba a la práctica. ¿Qué fue lo que lo impulsó a hacerlo? Mirando en retrospección, puedo percibir que el Cristo es el elemento principal de la práctica. Nuestra función consiste en dejar que brille dentro de nosotros. El Cristo es quien atrae a la gente. En esa época mi mayor preocupación era progresar espiritualmente. Y poco a poco, la gente de la Sociedad de la Ciencia Cristiana donde yo era miembro comenzó a pedirme ayuda por medio de la oración. Y cuanto más progresaba, más numerosa era la demanda. Al comienzo solía responder que no estaba lo suficientemente preparado, que había practicistas mucho más competentes que yo. Pero el Espíritu me enseñó que es el Cristo el que sana. También aprendí que nadie posee el monopolio de la curación. Todo estudiante de la Ciencia Cristiana es un practicista en potencia. Tuve que comprender que en la práctica yo no tenía una responsabilidad personal por el poder de curación, como si yo estuviera actuando apartado de Dios. Entonces empecé a aceptar casos.
Al principio, se trataba de gente a quien yo conocía, pero después, poco a poco, también a los que no conocía. Siempre me cuidaba de no averiguar la manera en que la gente había obtenido mi nombre, debido a que veía en esos llamados una ilustración del versículo donde Isaías dice: “He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a tí, por causa de Jehová tu Dios, y del Santo de Israel que te ha honrado”. Isa. 55:5. Ahora, aunque no estoy listado en The Christian Science Journal, recibo llamados hasta de países lejanos.
Para usted, ¿cuál es la base de la práctica de la Ciencia Cristiana? Ser un practicista significa expresar la actividad del Cristo dentro de nosotros, permitiendo que el Cristo se manifieste a través de nosotros. Asimismo, ser practicista y — tal vez antes que nada — significa ser un testigo de lo que Dios está haciendo por el hombre y todo el universo. La única responsabilidad de un testigo es ser fiel a lo que uno sabe acerca de Dios, en el sentido más elevado de la verdad.
Usted tuvo que hacer frente a muchos desafíos al llegar a Suiza: la búsqueda de trabajo, el racismo, el habituarse a una cultura diferente. ¿Qué papel desempeñaron esos desafíos en su maduración espiritual? Desempeñaron tres funciones muy útiles y fundamentales. Me ayudaron a alcanzar una percepción más clara acerca de quién soy, dónde estoy y qué es lo que me gobierna. La comprensión de que, en realidad, yo no era un mortal que se había mudado en el tiempo y en el espacio del Zaire a Suiza, sino el amado hijo de Dios, inmortal en El, que vive en Su reino ilimitado, me proporcionó la convicción de que para Dios, yo no era un extranjero, aunque aparentara serlo en la escena humana. La percepción de que sólo Dios gobierna me trajo una profunda sensación de libertad. Antes, solía pensar que el hombre estaba gobernado por los partidos políticos. Ahora comprendo que el único poder que me gobierna, que realmente puede decidir por mí, es el Amor y que no hay ningún otro poder genuino fuera del Amor que pueda influir en mi futuro o en mi vida inmediata.
¿Cuáles fueron los obstáculos más serios que tuvo que vencer en los comienzos de su práctica? Ya hemos hablado del falso sentido de responsabilidad, pero es útil volver a tocar este tema. Es importante percibir que es el Cristo quien se dirige al paciente; nosotros somos simplemente los testigos de esa comunicación. Entonces la práctica se vuelve mucho más clara. La teoría metafísica cede a la percepción de la presencia de Dios, a la convicción de la absoluta inocencia del hombre hecho a Su imagen. Uno sabe que solo Dios está presente, a pesar de las apariencias materiales. El practicista sabe que él no está tratando por medio de la oración de hacer que aparezca repentinamente el “Dios perfecto y hombre perfecto”, dado que ambos han estado siempre presentes porque son la verdad del ser. Su responsabilidad como testigo no es hacer que sea verdadera una armonía que siempre ha existido como la única realidad, sino ser testigo de la ininterrumpida realidad de la existencia de Dios y Su totalidad y perfección. La Verdad es la que tiene la responsabilidad de manifestar su presencia.
¿Se le ha presentado algún otro obstáculo, como, por ejemplo, un conflicto de prioridades entre la práctica y la vida en familia, debido a una aparente falta de tiempo?
La ayuda más eficaz para mí fue comprender que solo había un Dios que se manifiesta a Sí mismo en una expresión unificada del bien. Yo no pensaba que la empresa estaba aquí, la familia allá, la Sociedad de la Ciencia Cristiana en otra parte y así sucesivamente, sino en una sola manifestación del bien, indisolublemente, única. Para mí, la práctica significa estar constantemente disponible para servir a Dios, cualquiera sea el lugar.
En otras palabras, al estar en el trabajo, en su oficina de practicista y junto a sus hijos, ¿expresa usted la misma actividad del bien, pero de diferente manera? No hay división entre las diferentes actividades. Para mí, cuando la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud. “Científicos Cristianos, sed una ley para con vosotros mismos que la malapráctica mental no puede dañaros, ni dormidos ni despiertos”, Ibid., pág. 442. está diciendo que debemos estar conscientes en todo momento de la actividad del Cristo en nosotros.
Sólo cuando transformamos al tiempo en una posesión personal —“mi” tiempo — es cuando creemos que nos puede faltar tiempo. Dios no conoce el tiempo. Pensemos en la maravillosa explicación de día, que figura en el Glosario de Ciencia y Salud: “Los objetos del tiempo y de los sentidos desaparecen en la iluminación de la comprensión espiritual, y la Mente mide el tiempo de acuerdo con el bien que se desarrolla. Ese desarrollo es el día de Dios, y ‘no habrá allí noche’ ”. Ibid., pág. 584. En su sentido espiritual, el “día” no se compone de veinticuatro horas. Es el desarrollo de la infinitud. ¿Acaso puede uno carecer de algo en la infinitud?
¿Puede decirnos algo más acerca de la manera en que un trabajo puede convertirse en un lugar para aprender acerca de la práctica? Fue maravilloso que mi lugar de trabajo, la empresa química, me permitiera identificar correctamente al hombre como espiritual. En un equipo de trabajadores hay aparentemente quince o veinte tipos diferentes de educación. Pero si uno lo ve desde el punto de vista de la Ciencia Cristiana, la empresa se convierte en un laboratorio que me permite profundizar mi comprensión de que en realidad sólo existe el hombre de la creación de Dios. Para mí, estar en el trabajo es como estar en mi casa cumpliendo con mi tarea de practicista. Practicar la Ciencia Cristiana implica mantener perpetuamente el pensamiento purificado y espiritualizado. Y eso podemos hacerlo en todas partes y en todo momento.
¿Puede darnos un ejemplo concreto? Cuando comencé a trabajar en la empresa, tuve que hacer frente a reacciones racistas. En un determinado momento, la situación se volvió para mí tan intolerable que la única opción que tenía era abandonar el trabajo. Pero, tal como se lo expliqué a mi esposa, yo no iba a darle a la mente mortal — la mente carnal llena de odio a que se refiere Pablo en la Biblia — el maravilloso regalo de dejar la empresa. Ambos sentimos que Dios nos había enviado al lugar donde estábamos para que practicáramos la Ciencia Cristiana. Sabíamos que, a pesar de todas las apariencias en sentido contrario, Dios conoce solamente al hombre de Su creación, que es espiritual y bueno. Con esa convicción, nos mantuvimos inamovibles y hoy me siento muy contento de ir a mi trabajo y de encontrar allí una atmósfera de camaradería, de respeto. Se ha producido una curación completa.
En una oportunidad usted dijo que se dedicaba ocho, nueve y a veces hasta diez horas por día al estudio de la Ciencia y a recibir llamados pidiendo ayuda por medio de la oración. Esto, además de todas sus otras actividades. ¿Cómo hace para abarcar tantas cosas? La Ciencia Cristiana es para mí, por encima de todo, un gozo. Y cuando una cosa produce gozo, ¡las horas simplemente dejan de existir! La Ciencia debe llegar a ser para nosotros una manera de vivir; solo así puede transformarse en parte de nuestro verdadero ser.
¿Cuál es la recompensa más importante en la práctica? Además del gozo de ver a los pacientes sanados, veo en la práctica la afirmación de la revelación de la ley espiritual. El mayor regocijo de la práctica es alcanzar una nueva perspectiva. Esta satisfacción no puede compararse con ninguna otra.
La Sra. Eddy dijo que el papel principal de la Ciencia Cristiana es la curación del pecado. Sin embargo, a veces algunos consideran a la Ciencia Cristiana simplemente como otro sistema alternativo de salud. ¿Acaso el contenido de la Ciencia no implica mucho más? Es verdad que uno a veces puede tener la falsa impresión de que la Ciencia es solamente un sistema médico alternativo, solo que es espiritual en vez de material. Pero no cabe duda de que está mucho más allá de eso. La Ciencia encierra el propósito de demostrar la realidad divina, la totalidad de Dios y la naturaleza ilimitada del hombre a Su semejanza. Ese hombre no está limitado por la materia ni por un cuerpo físico. La Ciencia Cristiana revela a la humanidad qué es Dios y lo que el hombre realmente es e incluye. Revela a todos que El está donde está cada uno de nosotros y que nunca hemos estado separados de El, y eso trae, como resultado, curación y regeneración. Nuestra verdadera práctica consiste en sanar al mundo de un falso concepto de Dios y de la idea errónea de que el hombre está caído y separado de Dios. La verdadera comprensión acerca de Dios y el hombre es lo que sana, aniquila el pecado y restablece la pureza espiritual.
Cualquiera que os diere un vaso de agua en
mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que
no perderá su recompensa.
Marcos 9:41
