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Algunas ideas sobre cómo superar el dolor

Escrito para el Heraldo

Del número de noviembre de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Después De Haber Leído varios artículos sobre las últimas investigaciones médicas que se han realizado para encontrar un alivio más eficaz al dolor de los pacientes, recordé la experiencia que tuvo un practicista de la Ciencia Cristiana, a quien le habían pedido que tratara a una mujer que sufría una molestia aguda en la zona de los riñones. No podía encargarse ni de sus propias necesidades, por lo tanto se había internado en un sanatorio de la Ciencia Cristiana, donde las enfermeras estaban cuidando de ella. El dolor le hacía muy difícil pensar por sí misma.

El practicista explicó que tanto él como la paciente tenían la firme convicción de que el poder de Dios, el Amor divino, era más que adecuado para superar este desafío. Como lo habría hecho cualquier practicista, se volvió a Dios en profunda oración, sabiendo que la enfermedad era contraria a la voluntad de Dios, y por lo tanto, era ilegítima. Que procedía de la falacia de que algo puede alterar la unión eterna de Dios y el hombre; de que algo puede dañar al linaje de Dios: el hombre perfecto.

En Ciencia y Salud, leemos: "El Cristo presenta al hombre indestructible, a quien el Espíritu crea, constituye y gobierna".Ciencia y Salud, pág. 316. El Cristo, la Verdad, revela a un hombre muy diferente del que presentan la anatomía o la biología. La Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, se refiere al hombre como la imagen de Dios. ¿Cuál es la imagen del Espíritu? ¿Cuál es el estado espiritual? ¿Cuál es la naturaleza del Espíritu? Las respuestas a estas preguntas nos dicen muchas cosas sobre el hombre. El hombre espiritual no es un ideal religioso abstracto; él es lo que Dios realmente ha creado, y lo que Él mantiene y sostiene.

¿Encontramos dolor, desorden, funcionamiento defectuoso, infección o enfermedad en el Espíritu? ¿Pueden éstos ser parte de la bondad y la perfección de Dios? Entonces, ¿cómo pueden manifestarse en la semejanza de Dios, Sus hijos e hijas? La profunda comprensión que Jesús tenía de Dios, a quien él se refería como su Padre, hizo que estuviera consciente de la verdadera naturaleza y condición del hombre. Esta comprensión sanaba; y lo capacitó para liberar a hombres, mujeres y niños de las falsas creencias de enfermedad, por más alarmantes que fueran los síntomas.

La oración, como Jesús la enseñó, no es meramente una súplica a Dios para recibir Su atención y ayuda. Tampoco es simplemente un estado mental silencioso o sereno. Es el reconocimiento de la presencia y la autoridad que tiene Dios sobre toda Su creación. Es el humilde anhelo de aprender acerca de Dios, de estar consciente de la verdad que Él imparte. Dios, el Espíritu, nos revela Su propia naturaleza, y nuestra naturaleza espiritual como Su imagen y semejanza. En ella vemos pureza, perfección, salud, amor, bondad y la correlación del hombre con Dios. Esto significa que la semejanza de Dios debe reflejar perfectamente Su propia naturaleza y condición.

El salmista oraba: "Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día". Salmo 25:5. La oración en la Ciencia Cristiana se caracteriza porque es un esfuerzo por obtener comprensión espiritual directamente de Dios, como la verdadera naturaleza del ser. Esto también se aplica a la forma en que el practicista oró para ayudar a la mujer que le había pedido su apoyo. El practicista percibió que en toda la creación de Dios no había nada que pudiera causar dolor, ni ninguna alteración que pudiera producir dolor. El Dios único, la única causa, produce sólo armonía y salud.

Aceptar la creencia de que había algo malo en la anatomía, o de que había una infección, una piedra, o enfermedad, requería aceptar la existencia de otra causa, requería quebrantar el Primer Mandamiento: "No tendrás dioses ajenos delante de mí". Éx. 20:3. El practicista percibió claramente que era necesario terminar con esa creencia en la enfermedad, y no quebrantar el mandamiento. Él explicó que a medida que oraba durante el día, se dio cuenta de que lo que Jesús había enseñado, "El reino de Dios está entre vosotros" Lucas 17:21., eliminaba la posibilidad de que alguno de nosotros pudiera tener dolor.

No obstante, la mujer continuaba sintiendo molestias, y esa noche lo llamó angustiada en varias oportunidades. La última llamada fue a la madrugada. El practicista se levantó y comenzó a orar nuevamente. Explicó que se detuvo un momento, y pensó: "Dios me ha dicho con insistencia que no hay dolor ni causa para tener dolor. La paciente me informa que aún está sufriendo. ¿A quién le voy a creer?" Ése no fue un momento de insensibilidad; fue un momento de santidad, de despertar espiritual. Fue un momento en que estuvo tan consciente de la verdad de Dios, y aceptó tan profundamente ese hecho, que la evidencia opuesta desapareció. Los hechos demostraron que desde ese momento la paciente fue liberada del dolor, y pronto recuperó la fortaleza. Poco después pudo regresar a su hogar.

Muchas de las personas que se dedican a la atención a la salud, han mostrado un creciente interés en los efectos que tiene la oración en los enfermos. Los investigadores han notado que con frecuencia una persona que está orando o meditando está más tranquila, más en paz, y que esto produce con frecuencia un cambio fisiológico. Se ha observado que la persona alegre generalmente responde más fácilmente al tratamiento médico que aquella que está desanimada. Los estudios de lo que se denomina la conexión mente/cuerpo son significativos y progresivos.

En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy analiza la importancia de tener en cuenta el estado mental del paciente. Sin embargo, aunque hay algunas excepciones importantes, la mayor parte de las investigaciones de la relación mente/cuerpo no han estudiado detenidamente el efecto sanador que tienen las oraciones de una persona por otra que quizás se encuentre a muchos kilómetros de distancia. Los investigadores con frecuencia dedican su atención fundamentalmente a la mente humana, y no están preparados para reconocer la función suprema y el reinado del Espíritu, y la actividad sanadora de Dios, la Mente divina.

La Sra. Eddy predijo el momento en que los médicos se darían cuenta de la importancia de considerar la condición mental del paciente al realizar su trabajo. Pero ella insistió aún más en esta cuestión, y delineó un paso en relación a este tema que pocos médicos han deseado dar. Ella pensaba que un médico eficiente debía ser capaz de compartir con su paciente las realidades espirituales del ser que regeneran y también sanan: esto es, la idea divina de que Dios es la Vida verdadera del hombre y que Él es "nuestro pronto auxilio en las tribulaciones". Salmo 46:1.

Aquellos que consagran su vida al logro de una curación cristiana más eficaz, alentarán a más personas a ver más allá de la mente humana y la fisiología, hacia ese reino espiritual de la Mente divina, que sana.

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