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La Iglesia en primer lugar

Del número de noviembre de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En 1946 se publicó por primera vez El Heraldo de la Ciencia Cristiana en español. Para celebrar estos 50 años presentamos este artículo que fue publicado en el Heraldo de Julio de 1946.

Hemos modificado la traducción para ajustarnos a las normas actuales de La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana.

La Primera Iglesia De Cristo, Científico, tal y como la estableció Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana,Christian Science (crischan sáiens) contiene dentro de sí todo lo que constituye la organización de la Ciencia Cristiana.

El concepto divino de la Iglesia abarca y estimula todas las actividades de la Ciencia Cristiana, la que no existe aparte ni separada de la Iglesia. Esta Iglesia no se limita a un edificio determinado, en tal o cual ciudad o ciudades. No es de carácter geográfico, ni se localiza en un lugar específico. La Iglesia se encuentra y se expresa en el entendimiento espiritual que practica las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. La Iglesia aparece dondequiera se ame y viva la Ciencia Cristiana.

Lo anterior se manifiesta en la definición de "Iglesia" que encontramos en Ciencia y Salud. Dice así: "IGLESIA. La estructura de la Verdad y el Amor; todo lo que descansa en el Principio divino y procede de él.

"La Iglesia es aquella institución que da prueba de su utilidad y eleva a la raza humana, despierta el entendimiento dormido de las creencias materiales para que comprenda las ideas espirituales y demuestre la Ciencia divina, y así echa fuera a los demonios, o el error, y sana a los enfermos".Ciencia y Salud, pág. 583.

¿Qué más puede haber que la infinitud, que todo lo incluye, de aquello que "descansa en el Principio divino y procede de él"? La revelación básica demuestra que la creación celestial en su totalidad es la expresión plena y completa de Dios, el Principio divino, contenida dentro de la integridad de Su propia omnipresencia, tal y como la Mente abarca su propia idea. La Iglesia, entendida de esta manera, eleva el pensamiento a la comprensión de la realidad divina, la verdadera creación espiritual, totalmente separada del sentido material de la existencia; mientras que la parte siguiente de la definición, señala el entendimiento práctico del concepto de Iglesia como el poder espiritual para corregir el concepto erróneo actual de la vida material.

El Manual de La Iglesia Madre establece los procedimientos que deben normar la enseñanza de la Ciencia Cristiana a través de los siglos. Define el funcionamiento ordenado de la iglesia que, en la medida que se obedece y se cumple, salvará a la humanidad individual, y por ende colectivamente, con un ritmo creciente de fraternidad espiritual. Tan completamente enseña la manera de cristianizar la vida humana, que la curación de los hombres y las naciones se produce cuando lo obedecen. La estructura espiritual de La Iglesia Madre se mantiene inviolable, perdurable, indestructible, presentando la palabra de Verdad a la humanidad. De ahí que esta Iglesia, a través de sus múltiples actividades, no solamente fomenta la Ciencia Cristiana, sino que la conservará para siempre con la pureza de su revelación original.

La Iglesia de Cristo, Científico, progresa y lleva consigo a los Científicos Cristianos. La obra espiritualmente poderosa que ellos desarrollan, al probar la nada del pecado y sanar la enfermedad, se encuentra en la idea espiritual de Iglesia, que ella abraza. Les produce gran gozo saber que nadie trabaja solo ni personalmente. La acción de la Iglesia es un impulso espiritualmente unificado. Toda obra de curación ayuda a otros a sanar. Toda enseñanza correcta ayuda a otros a enseñar. El pensamiento del Científico Cristiano, avanzando en escala ascendente en el campo universal, es la manifestación de la Iglesia de Dios. El Científico Cristiano mantiene su obra identificada con la única Iglesia y se esfuerza por disipar el sueño mundano del error, al tener conciencia del poder espiritual.

Se ha dicho que la fortaleza exterior de la Iglesia de Cristo, Científico, radica en los afectos y la devoción de los Científicos Cristianos. ¿En qué otra parte podría encontrarse o mantenerse? Entonces, la responsabilidad de uno consiste en subyugar su propia naturaleza humana al reflejar a la Mente divina, suprimiendo así los elementos mortales que estorban la marcha de la idea espiritual, la cual está aquí para alentarlo y salvarle uno puede aplicar la letra de la Ciencia Cristiana a alguna otra persona, y permanecer aferrado a sus propias características humanas. Sin embargo, lo que se requiere en la actualidad para fortalecer a la Iglesia de Cristo, Científico, es que se ejercite el entendimiento espiritual, que redime al mortal de sí mismo.

Aquellos estudiantes, que desde el principio colaboraron con la Sra. Eddy para colocar los cimientos de la Ciencia Cristiana, abandonaron sus intereses personales para dedicarse a la Causa que tanto amaban. ¡No había para ellos otro camino posible! No pidieron a la Ciencia Cristiana que les ayudase en sus proyectos o carreras individuales. Si alguna vez albergaron semejantes ambiciones, las abandonaron para empezar a sanar a los enfermos. Aquellos primeros días exigieron de los Científicos Cristianos entusiasmo y sacrificios sin límites; el establecimiento de un gran movimiento religioso los llamaba. Ahora, que tanto se ha logrado, el estudiante moderno puede sentirse tentado a considerar como un hecho consumado todos los adelantos obtenidos, y aprovecharlos solamente para resolver sus propios problemas. Pero el emplear la Ciencia Cristiana únicamente en beneficio propio no es la manera de fomentar una Causa. La devoción y el fervor íntimo, que iniciaron este gran movimiento para salvar a la humanidad, deben renovarse constantemente.

La Iglesia de Cristo, Científico, tiene como misión romper el mesmerismo de la resistencia carnal al Cristo. El pensamiento mortal se opone a que se reconozca que el error es nada; no obstante, el movimiento entero de la Ciencia Cristiana está venciendo esa oposición basándose en la totalidad de Dios, la Mente divina. Y esta transformación del pensamiento se lleva a cabo en la consciencia individual. ¿Acaso el Científico Cristiano no se encuentra a veces dominado por la indiferencia o la apatía que obrarían en contra de su iglesia, en vez de a favor de ella?

Un caso que ilustra esta tendencia fue el de un miembro de la iglesia quien disfrutando de un cómodo sillón colocado frente al fuego hogareño, mientras leía un interesante libro y escuchaba la tormenta que rugía afuera, estuvo tentada, en cierta ocasión, a no acudir a la reunión de los miércoles que celebraba la iglesia esa noche. Sin embargo, comenzó a afirmar mentalmente lo que gobierna y constituye dichas reuniones religiosas y a percibir porqué, de acuerdo con la ley divina, son tan necesarias para el progreso de la Ciencia Cristiana y su obra sanadora, y por ende deben ser apoyadas y protegidas. Muy pronto abandonó el sillón, fue a la reunión y allí ofreció su testimonio de gratitud y alabanza. El anhelo de crecimiento espiritual venció a la desidia y su amor a la iglesia se puso de manifiesto.

¡Por supuesto, esto no significa que en ningún caso sería justificado el ausentarse de un servicio religioso o reunión de miembros! Puede que haya ocasiones en que es más indicado estar en otro lugar, atendiendo obligaciones más imperiosas. No obstante, significa que el considerar "la iglesia primero" debería ser el principal anhelo del corazón y en todo tiempo el objeto especial de nuestra oración y esfuerzo. Cuando esta actitud es la acostumbrada, se apoya a la iglesia y la mayor afluencia de sus miembros hará patente, de manera inequívoca el propio crecimiento espiritual.

Existe un peligro contra el cual hay que estar muy alerta. Es el peligro de la apatía mental, de quien podría y debería estar orando. Ya sea que esta apatía sea motivada por una indiferencia natural o por un pernicioso letargo, debemos actuar con diligencia espiritual para hacerla desaparecer. Cuando los Científicos Cristianos perciben la naturaleza de los argumentos y circunstancias que tienden a obstruir su progreso y los extirpan, se encuentran apoyando a la iglesia con todos los medios a su alcance y en consecuencia, como resultado inmediato, reciben las bendiciones y beneficios que la Ciencia Cristiana proporciona.

Mientras exista un solo mortal que desee conocer la verdad acerca de la estrecha relación que existe entre Dios y el hombre según lo enseña la Ciencia Cristiana, la Iglesia de Cristo, Científico, perdurará, porque es a través de esta iglesia que la Ciencia Cristiana viene al mundo y funciona en el mundo. Entonces, quien ha tomado el nombre de Científico Cristiano consagra sus oraciones, sus sacrificios, su amor y su lealtad a perpetuar todas las actividades vivificantes y estimulantes de su iglesia.

La oración que declara que Dios es el único poder que gobierna al hombre y el universo, alienta todo esfuerzo correcto. Cristo Jesús amó, suspiró por aquella Jerusalén que le odiaba y no quiso ser "reunida". Mary Baker Eddy amó tanto, que organizó La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y la apoyó con largas horas de oración, oración que elevó a la iglesia por encima de la neblina de la mortalidad. ¿Qué tan dispuestos están los Científicos Cristianos a orar; a vencer el miasma mental de la indiferencia que pudiera impedir sus oraciones? La contestación a esta pregunta determina el progreso de la Ciencia Cristiana

Al egoísmo personal y la materialidad que tratan de apartarnos de la oración inspirada, puede uno contestar: '"¡Dejadme ir! ¡Soltadme para atender los problemas grandes, para orar con dedicación por los sucesos mundiales!" Al mesmerismo mentalmente mortífero de la mente carnal, que trata de dominar al Científico Cristiano bajo el disfraz de sus propios pensamientos, se le puede contestar: "¡Soltadme! ¡Dejad que me libere para construir la iglesia viviente!"

El Dios que contesta las oraciones es un Dios infinito. Su presencia y poder son invocados en cada momento de oración sincera. El único camino posible de salvación para el individuo y para el mundo estriba en el triunfo del bien sobre el mal. La Ciencia Cristiana revela a Dios como Todo-en-todo y por ende el error no tiene poder propio para resistir Su totalidad. Experimentar este gran hecho, aun cuando sea paso a paso, significa conocer lo que es la redención. ¡Por este sendero de luz, el Científico Cristiano camina! Su iglesia, ocupando el primer lugar en sus afectos, mantiene el camino expedito. De la obra de la iglesia, se podrá decir, en las palabras del libro de Job: "Cuando otros son abatidos, tú dirás: ¡Hay ensalzamiento!"

De la permanencia de la iglesia, la Sra. Eddy escribe en su libro Escritos Misceláneos: "Los elementos terrenales baten en vano contra los inmortales baluartes de esta Ciencia. Erguida y eterna, perdurará a través de las épocas, atravesará por las obscuras poternas del tiempo sin sufrir daño, y en cada campo de batalla será tenida en mayor estima por los pensadores y por los corazones de los cristianos".Esc. Mis., pág. 383.

Para mejor consejo respecto a la iglesia, sus miembros pueden leer el poema "Laus Deo", escrito por su Guía al colocar la primera piedra de La Iglesia Madre, que dice:

"Dios alabado, noche estrellada
En Su abrazo dulce no dormita;
iEstá despierta!
Como roca, en tu sitio habita
De pie, no sentada".Ibid., pág. 400.

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