Es Posible Que esta escena le resulte familiar: un niño recibe un presente y se va muy contento. El padre o la madre lo llama y le recuerda: ¿qué es lo que se debe decir? El niño vuelve y dice: ¡Gracias!, y sale corriendo con su regalo. Así se nos enseña de pequeños a dar gracias por algo que hemos recibido.
Tener el pan de cada día, salud, un hogar, buenas cosechas, trabajo y amigos, son parte de las infinitas razones para estar agradecidos. Pero, si necesitamos recibir siempre algo para estar contentos, cuando no recibimos nada, ¿dejamos de tener una razón para estar agradecidos?
Es importante poder establecer la diferencia entre ser agradecidos, como norma de cortesía, y vivir con gratitud, como un estado de nuestro ser verdadero como hijos de Dios, el Alma divina.
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