Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Las cosas que son eternas

Del número de noviembre de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Apariencia todo se veía igual esa mañana en el pequeño Café. Como de costumbre, el sol entraba a raudales por los ventanales que dan a la calle. Los estudiantes de música y de arte estaban apiñados alrededor de las mesas, como es su costumbre. Pero había algo diferente esa mañana. La atmósfera alegre y febril de siempre había desaparecido. La música clásica sonaba suavemente y la gente conversaba en voz baja. En el ambiente se percibía una quietud misteriosa.

Después alguien me contó lo que había sucedido. Unas horas antes había habido un accidente de tránsito cerca de ese lugar. Uno de los estudiantes, un joven callado y amigo de todos, había fallecido a consecuencia del accidente.

Aunque yo desconocía su nombre, a menudo había hablado con él como todos los demás lo hacían, y sentía que también era mi amigo. Así que ese sábado por la mañana permanecí en el Café más tiempo de lo acostumbrado, orando y poniendo en orden mis pensamientos.

Iniciar sesión para ver esta página

Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / noviembre de 1996

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.