La Biblia es como un álbum de familia. Empieza con la historia de una familia que se inicia con una persona — un hombre llamado Abram — y termina incluyéndonos a todos nosotros. Abram y su tribu del pueblo hebreo, vivieron hace alrededor de cuatro mil años, en el Medio Oriente.
Abram fue la primera persona, de quien tenemos noticias, que comprendió que existe un sólo Dios, y que Dios es Espíritu. Antes de eso, la gente pensaba que había muchos dioses, dioses con formas humanas y animales.
¿Cómo fue que Abram supo esto de Dios? Bueno, Dios le habló. Le dijo a Abram que dejara el desierto donde vivía y se fuera a una nueva tierra, un lugar hermoso donde había muchos pastos para que pastaran las ovejas. Dios le prometió a Abram que Él le daría esta tierra, llamada Canaán. Sus hijos y nietos y tataranietos vivirían allí en paz para siempre. Y algún día se transformarían en "una gran nación", que haría que el mundo fuera un mejor lugar para vivir.
Abram hizo un pacto con Dios
Abram nunca dudó de que Dios cumpliría Su promesa. Para él, era un "pacto" sagrado, un acuerdo solemne. De modo que Abram prometió seguir a Dios dondequiera que Dios le dijese que fuera. Entonces, cuando Abram tenía noventa y nueve años, Dios le dio un nuevo nombre: Abraham, que quiere decir "Padre de Naciones".
La Biblia cuenta cómo Dios mantuvo la promesa que le había hecho a Abraham, y cómo Abraham y la tribu hebrea se esforzaron por mantener la promesa que le habían hecho a Dios. Dios y el pueblo de Abraham se repitieron sus promesas los unos a los otros durante siglos. A veces miembros de la tribu desobedecían a Dios o se olvidaban de Él. Más tarde, se arrepentían, y prometían ser leales.
Por ejemplo, después de haber cometido muchos errores, Jacob, el nieto de Abraham, se volvió a Dios y comenzó una nueva vida. Entonces Dios lo llamó "Israel", que quiere decir "Dios gobierna".
El pueblo de Abraham es esclavo de Egipto
Un año, durante el cual no había llovido, los descendientes de Abraham no tenían nada para comer. Entonces recorrieron cientos de kilómetros para llegar a Egipto, y no morir de hambre, y se establecieron en esas tierras. Posteriormente, el rey de Egipto, a quien llamaban Faraón, los hizo trabajar muy duro para pagar su comida. Y no les permitía volver a su tierra. Los transformó en esclavos, e hizo todo lo que pudo para que dejaran de obedecer a su Dios.
Algunos de los hijos de Israel olvidaron por completo la promesa que le habían hecho a Dios, y adoraron a Faraón en su lugar. Pero un líder fuerte llamado Moisés les dijo que ya no tenían porqué ser esclavos, que podían seguir a Dios nuevamente, y ser libres.
Cuando Moisés le dijo a su pueblo que los sacaría de Egipto, lo siguieron. Pero las tropas de Faraón los persiguieron. Y los hijos de Israel culpaban a Moisés por haberlos puesto en peligro. Pero Moisés seguía confiando en Dios aun cuando las tropas de Faraón los estaban por alcanzar.
En un momento dado, el Mar Rojo yacía ante Moisés y su gente. Y no había forma de cruzarlo. Entonces Moisés pidió ayuda a Dios, y de repente el mar se abrió y formó un camino para que los hijos de Israel pudieran cruzar. Entonces fueron libres.
Los Diez Mandamientos
Aunque habían tenido esa maravillosa señal del amor que Dios sentía por ellos, el pueblo hebreo no llegó a su tierra prometida sino cuarenta años después. Caminaron miles de kilómetros a través del caluroso y seco desierto. Pero Dios siempre cuidó de ellos.
Una de las cosas más importantes que hizo Dios por los hijos de Israel en esa época, fue enseñarles a ser felices y libres. Lo hizo dándole a Moisés diez leyes simples en la cima del Monte Sinaí. Estos “Diez Mandamientos” enseñaron al pueblo hebreo a poner a Dios primero, y a ser justos y bondadosos. Moisés le prometió a Dios que daría esas leyes a su pueblo. De este modo, él renovó el antiguo pacto con Dios.
Otras fotografías del álbum
Al pasar las páginas del “álbum de familia” de la Biblia, nos encontramos con hombres y mujeres que querían mantener su pacto con Dios más que nada en el mundo. Josué, por ejemplo, llevó a los hijos de Israel a la tierra de Canaán, y les dijo que dejaran de adorar a otros dioses. Y un joven pastor llamado David tenía una fe tan absoluta en Dios, que derrotó a un gigante que aterrorizaba a los hijos de Israel.
La Biblia cuenta acerca de muchos grandes hombres y mujeres — llamados profetas — que en realidad escucharon hablar a Dios. Y ellos compartieron los mensajes de Dios con su gente. Algunos de estos profetas, como Eliseo, sanaron a la gente de sus enfermedades. Eliseo hasta resucitó a un niño que había muerto.
La Biblia relata las palabras exactas que estos hombres y mujeres hablaron. Y ellos hablaron de diferentes maneras: con canciones, dichos, contando sus aventuras y cartas.
El pueblo hebreo no siempre escuchó a estos hombres y mujeres sabios. Los profetas como Isaías y Jeremías trataron por todos los medios de persuadir a los hebreos de que obedecieran a Dios. Pero ninguno de ellos les prestó mucha atención. Entonces, mientras Isaías y Jeremías predicaban, los enemigos de Babilonia y Asiria conquistaron al pueblo hebreo. Destruyeron su hermosa ciudad capital, Jerusalén, y derribaron el Templo donde ellos adoraban.
Los años en el exilio
Estos conquistadores llevaron a los hijos de Israel a tierras lejanas, para que fueran esclavos. Durante esa época, hicieron todo lo que pudieron para mantener su fe en Dios. Especialmente porque vivían en países que adoraban a otros dioses.
Sin embargo, algunos hebreos intrépidos se apoyaron en el único y solo Dios. El profeta Ezequiel les dijo que Dios algún día les premiaría su lealtad. Él transformaría su tristeza en esperanza. Sería, dijo Ezequiel, como volver a la vida a una pila de huesos muertos.
De regreso en Jerusalén
La profecía de Ezequiel se cumplió. Un rey de Persia liberó al pueblo de Israel, y ellos volvieron a su tierra. Hay páginas apasionantes en el álbum de familia de la Biblia sobre cómo los hebreos (que ahora se llaman a sí mismos judíos) reconstruyeron Jerusalén y empezaron una nueva vida, con la ayuda de Dios.
Con su ciudad y templo restaurados, los hijos de Israel reunieron sus poesías en un himnario y sus sabios dichos en el libro de ”proverbios”. Estos se encuentran en la Biblia también.
No obstante, los judíos seguían gobernados por gobiernos extranjeros. Éstos los presionaban para que dejaran de adorar a su Dios. Pero los hebreos no aceptaron esto. Y eran fortalecidos con los relatos de la Biblia como aquellos que se encuentran en Daniel. Este libro fue escrito en un código secreto que solo los judíos podían leer.
La llegada del Mesías
Cerca de dieciocho siglos después de Abraham, el poderoso Imperio Romano conquistó Israel. Parecía que habían perdido su libertad para siempre. Pero los hebreos oraron a Dios y tuvieron la certeza de que les enviaría a alguien especial que los rescataría y los liberaría. Ellos lo llamaron ”el Mesías”. Día tras día, esperaban que llegara.
Entonces, hace casi 2000 años, el Mesías llegó. Su nombre era Cristo Jesús. Nació en una ciudad llamada Belén, cerca de Jerusalén. Su familia descendía del rey David y de Abraham.
El resto del álbum de familia de la Biblia, es sobre Jesús. Relata la maravillosa historia de su vida y ministerio, sus curaciones y la iglesia que él y sus seguidores formaron. Y es con Jesús que empezará esta serie de la Biblia. El primer artículo tratará sobre cómo cumplió con la profecía bíblica el nacimiento de Jesús.
El reino de los cielos
Jesús fue el Mesías que los judíos esperaban. Pero lo que él hizo por ellos no fue lo que ellos esperaban. Ellos querían a alguien que liberara a su pueblo. Pero Jesús liberó sus mentes y corazones. Les mostró que realmente vivían en el reino de Dios, no en un angustioso reino de la tierra. Los gobernaba Dios, no los emperadores romanos. Y el reino de Dios había venido, no solo para los judíos sino para toda la humanidad. Nadie se los podía quitar. El reino de Dios era la paz y el amor que ellos sentían en sus corazones, un reino celestial que sería para siempre.