Hay Ocasiones En La Vida en las que tenemos que enfrentar un problema imprevisto que requiere de una solución inmediata; un problema que nos toma de sorpresa y para el cual no estamos preparados, ya sea por la emergencia que crea, o por lo extraña que resulta su naturaleza a nuestro pensamiento o a nuestra experiencia. Fue esto lo que me ocurrió un verano cuando estaba de vacaciones junto al mar.
A la hora del almuerzo, en un día tórrido con vientos muy fuertes, vi una altísima lengua de fuego que se levantaba a lo lejos, detrás de una colina. Antes de que termináramos el almuerzo, el fuego se había acercado a nuestro pueblo. Necesitaba orar — y rápido — pero no sabía por dónde comenzar, la situación era totalmente extraña para mí.
Entonces comencé a ver el problema objetivamente, como es siempre bueno hacer. Empecé a orar, deseando fervientemente reconocer los ángeles de Dios, que como había aprendido cuando estaba en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, son pensamientos amorosos y sabios que Dios transmite al hombre. A medida que ponemos nuestro pensamiento en armonía con la Mente única — es decir, que dejamos de lado el temor, el enojo y otros elementos que no son espirituales, y ponemos nuestra confianza en Dios — siempre recibimos la inspiración que nos ilumina. Fue entonces que fui guiada a leer la definición de fuego del libro de texto, Ciencia y Salud de la Sra. Eddy: "Temor; remordimiento; lujuria; odio; destrucción; aflicción que purifica y eleva al hombre".Ciencia y Salud, pág. 586.
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