Una De Las Cosas maravillosas que sentí cuando empecé a estudiar la Ciencia Cristiana fue un abandono total de lo que había sostenido como verdad hasta ese momento. Comprendí que mis puntos de vista anteriores sobre Dios eran insostenibles, porque no estaban basados en una verdad demostrable; eran una mezcla de teorías contradictorias que no eran siempre prácticas, y que sólo satisfacían temporalmente mi anhelo de conocer a Dios.
Cuando conocí la Ciencia Cristiana me afirmé completamente en el Cristo, la Verdad, y mi búsqueda de Dios cesó. Comencé a ver que Dios era la Vida siempre presente que se podía demostrar.
Los conceptos equivocados acerca de Dios fueron desapareciendo reemplazados por las ideas correctas concernientes a la única Vida divina. Percibí un mundo nuevo, el mundo de la creación espiritual de Dios, donde el hombre como Su imagen es perfecto y eterno.
Recuerdo muy vivamente mi primera curación. Se produjo cuando leí por primera vez Ciencia y Salud. Había sufrido por bastante tiempo de reuma articular, que había sido diagnosticado por el médico de la familia. Recuerdo haber estado en cama con fiebre y con mucho dolor físico por un mes. Estaba bajo tratamiento médico y no había hallado ningún alivio, de modo que lo abandoné. Antes de empezar a familiarizarme con la Ciencia Cristiana, había leído sobre las enfermedades denominadas psicosomáticas, pero esto no había calmado los pensamientos de temor que todavía me impresionaban. Cuando leí en Ciencia y Salud el capítulo "La oración", encontré este párrafo revelador: "Si estamos sensoriamente con el cuerpo, considerando la omnipotencia como una persona material y corpórea cuyo oído quisiéramos ganar, no estamos 'ausentes del cuerpo' y 'presentes con el Señor' en la demostración del Espíritu... Estar 'con el Señor' significa obedecer la ley de Dios, estar gobernados absolutamente por el Amor divino — por el Espíritu, no por la materia" (pág. 14).
Algo inundó mi consciencia en ese momento que me llenó de alegría. Sentí que realmente nunca había estado enferma, que no había nada que sanar porque yo ya era perfecta como hija de Dios. Comprendí que estar "presente con el Señor" naturalmente significa estar "ausente del cuerpo" y eso produjo la curación física. Esto probó para mí que la Palabra divina tiene poder, un poder eficaz, que restaura la armonía que Dios nos otorgó al crear al hombre a Su imagen (véase capítulo 1 del Génesis).
Estoy muy agradecida por ser miembro de La Iglesia Madre. Me ha brindado una alegría infinita saber que el desarrollo de la comprensión de lo que es Dios, elimina todo lo que sea discordante.
Santa Fe, Argentina
