La Navidad Conmemora la maravillosa aparición del Cristo al entendimiento humano. Fue y sigue siendo el anuncio de la relación del hombre con Dios el alborear de una intimidad sagrada, que nos abraza a todos en salud, felicidad y poder reflejado. Cristo Jesús demostró la verdad de la identidad del hombre como la imagen y semejanza, la expresión, del Amor divino, Dios. Nuestro Maestro dijo: "Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad". Juan 18:37.
Nosotros también tenemos que dar testimonio de Dios como fuente de nuestra verdadera individualidad. Aunque parecemos ser de carne y hueso, somos, en realidad, seres espirituales que reflejan el Amor, la Verdad y la Vida divinas. Cada ejemplo de bondad y comprensión en nuestra vida apunta hacia nuestra individualidad como reflejo de Dios. En la medida en que reflejemos tales virtudes de nuestro Padre, se manifestarán en nuestra experiencia armonía, fortaleza y paz.
Contemplar el testimonio de Cristo Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección — de que verdaderamente somos los hijos e hijas de Dios —, significa regocijarnos en el mensaje eterno de salvación para toda la humanidad que trae la Navidad. Somos impulsados a vivir este mensaje. La Sra. Eddy escribe: "Me gusta observar la Navidad en quietud, humildad, benevolencia, amor, dejando que la buena voluntad para con los hombres, el silencio elocuente, la oración y la alabanza expresen mi concepto del aparecimiento de la Verdad".The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 262.
Durante unas vacaciones ajetreadas, o en cualquier momento en que los acontecimientos parezcan ser agobiantes, podemos hacer un alto para percatarnos de la cercanía de nuestro Padre y de nuestra individualidad espiritual. Podemos percibir que los objetos materiales y las costumbres no tienen poder en sí mismos como para alegrarnos o entristecernos, sanarnos o enfermarnos. De esa forma, continuamos en la gran labor de eliminar los pensamientos erróneos acerca de nosotros mismos y de otros como seres materiales, propensos a pecar y enfermar. Al esforzarnos por alcanzar los hechos espirituales, comenzamos a hallar un significado más profundo en el gran acontecimiento de la Navidad.
Las ansiedades, las enfermedades que, en ocasiones, se asocian a la temporada festiva, ¿fueron creadas por Dios? ¡De ningún modo! Tales condiciones no pueden haber formado parte de Su alegre creación espiritual. Tenemos que considerar que son engaños, ilusiones, que pueden eliminarse mediante el reconocimiento y la práctica de nuestra individualidad espiritual. El poder sanador recae en Dios mismo, quien confiere bondad y armonía a todos. Esto se hace cada vez más evidente cuando nos esforzamos por vivir ahora ese valor innato que Dios nos dio y que tenemos de acuerdo con las enseñanzas de Cristo Jesús.
El aceptarnos, amarnos y apreciarnos, junto a todos nuestros hermanos y hermanas, como hijos de Dios, produce un resplandor incomparable. Hasta el más mínimo entendimiento del hombre como perfecto, espiritual, hecho a imagen de Dios, pone al descubierto el espíritu navideño como nada puede hacerlo. Y nuestro crecimiento espiritual en la comprensión de nuestro ser verdadero, nos ayuda a percibir las cualidades sanadoras de la Verdad, revelando en cada vida individual la sabiduría, pureza y poder de Dios.
La confianza en la curación mediante el Cristo se ilumina con el mensaje de la Navidad. Promete salud y santidad en todas las épocas del año. Por ejemplo, una madre llamó por teléfono a un practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle tratamiento para su hijo de seis semanas de nacido, que había estado sufriendo durante varios días a consecuencia de una erupción en la piel. Los padres también oraron, especialmente con este versículo de la Biblia: "Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra". 2 Samuel 23:4. Poco después, el bebé sanó completamente. La inocencia y pureza de la propia imagen espiritual de Dios, se hicieron evidentes.
La Navidad conmemora esa gozosa y firme perspectiva, no solamente para un día o un corto período, sino que, ¡prosigue hasta la eternidad!
