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Mi palomita torcaza

Del número de diciembre de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un día, cerca del lugar donde trabaja mi papá, él encontró en el suelo un pichón de paloma que se había caído del nido. Era muy pequeño, ni plumas tenía. Mi papá lo abrigó dentro de su saco y lo trajo a casa. Le hicimos una especie de nido. A mí me gustan mucho los animales, pero nosotros vivimos en un apartamento pequeño y mis papás piensan que no podemos tener animales en casa. Mi hermana Carolina y yo nos sentimos muy felices con el animalito.

En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana aprendemos que Dios es Amor y que los animales son ideas menores de Dios. Aprendemos también que Dios cuida de toda Su creación y la protege. Todos nos sentimos agradecidos a Dios por la oportunidad de cuidar de ese pichón, con mucho cariño y amor.

El pichoncito fue creciendo. Hacía siempre un ruido que sonaba como zi. ..zi. ..zi.. . por eso lo empezamos a llamar simplemente Zi. Cuando comenzó a crecer, vimos que era una paloma torcaza. Ella se acostumbró a vivir suelta por la casa y sólo tenemos que llamarla y viene. Muchas veces, cuando llegamos a casa, viene volando a nuestro encuentro. Se ha tomado la costumbre de dormir detrás del refrigerador, porque allí tiene el calor del motor, pero mamá le pone la comida y el agua dentro de una jaula, para no desordenar la casa. La puerta de la jaula, está siempre abierta y ella entra para comer. A veces, cuando Zi está allí dentro, cerramos la puerta y colocamos la jaula afuera para que pueda tomar sol.

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