En Muy Raras Ocasiones estuvo el mundo dispuesto a hacerle un lugar al Cristo. Ni ahora, ni hace dos mil años. Fue en ese entonces que un hombre llamado Jesús, trajo al mundo tanto amor y salvación, que la gente lo llamó "Jesucristo". Pero cuando Jesús nació en Belén, el pueblo lo recibió con frialdad. La posada local no le dio alojamiento a la familia de Jesús "porque no había lugar para ellos en el mesón". Lucas 2:7. Por lo tanto, la mamá de Jesús, María, tuvo que dar a luz en un establo. Y el Salvador de la humanidad, aclamado por el ángel de Dios como "Cristo el Señor", Lucas 2:11. pasó sus primeras horas terrenales en un pesebre.
La mayor parte de las multitudes que habían llegado a Belén para empadronarse, ignoraban el nacimiento del Mesías. No tenían la menor idea del extraordinario fenómeno que había anunciado su llegada: la estrella resplandeciente, que inundaba con su luz el establo donde dormía el bebé, y el coro de ángeles que anunciaba en el campo las buenas nuevas.
Pero hubo hombres santos, de lejanas tierras, que vieron la estrella, y algunos pastores de los alrededores del pueblo, que escucharon el anuncio de los ángeles. Esos pastores, humildes y de buenos sentimientos, eran gente que se dedicaba a hacer vigilia y estaban dispuestos a escuchar los mensajes de Dios, durante casi toda la noche. Cuando se enteraron del nacimiento del Salvador, fueron de inmediato a adorarlo. Y luego, se fueron "glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto". Lucas 2:20.
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