He Sanado de muchas cosas mediante el estudio y la práctica de las enseñanzas de Ciencia y Salud. Habiendo sido estudiante de la Ciencia del Cristo por tantos años, y haberme apoyado siempre en Dios y en Su ley para la curación, presento este testimonio confiando en que puede ayudar a otros.
Hace alrededor de nueve años, yo vivía sola en nuestra vieja casa de la familia. La primera señal que descubrí de que algo no andaba bien, fue cuando de pronto me encontré parada en la cocina con una jarra de agua hirviendo en la mano sin saber qué iba a hacer con ella. Habían ocurrido incidentes similares desde hacía algún tiempo, pero ésa fue la primera vez que me preocupé y lo cuestioné.
Por razones de transporte yo no había podido asistir a los servicios religiosos de mi iglesia, pero ahora no quería ver gente y no contestaba el teléfono. No obstante, continué haciendo algo que era un hábito que me podía salvar la vida: seguí leyendo, tan bien como podía, la Lección Bíblica, que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Tal vez me olvidaba de lo que había leído muy poco tiempo después, pero de una manera simple, era mi oración diaria.
La Sra. Eddy dice: "El deseo es oración", y eso era verdad en mi caso. El pasaje completo dice: "Los pensamientos inexpresados no los ignora la Mente divina. El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones" (Ciencia y Salud, pág. 1).
Esos días fueron para mí de mucha confusión, pero cosas que sucedieron después me indicaron que debo haber llamado por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí. Aparentemente, alguien me debe haber dado tratamiento mediante la oración en la Ciencia Cristiana, aunque yo no me daba cuenta, puesto que en esa época yo no podía expresarme bien. Siempre estaré muy agradecida por el cuidado paciente y amoroso que mi familia me manifestó durante esa época de grandes desafíos.
Yo había tenido una niñez muy feliz junto al mar. Ahora, presintiendo que en la atmósfera en la que vivía nada andaba bien, soñaba constantemente con aquellos días. Entonces, un día, de forma bastante sorpresiva, llamé a una corredora de bienes raíces que conocía, y le pedí que vendiera mi casa y me rentara un departamento por seis meses junto al mar. Esa fue la primera indicación de que yo estaba respondiendo al tratamiento de la Ciencia Cristiana que me estaban dando. Y fue un gran paso de progreso, porque estaba pensando en mi futuro y haciendo algo al respecto espontáneamente.
En el nuevo lugar había una practicista que había sido amiga mía por muchos años. Estoy muy agradecida que ella haya estado dispuesta a aceptar mi caso al ver la condición en la que me encontraba. Comprendo perfectamente que gracias al constante amor y las leales oraciones de las dos practicistas que me ayudaron, es que puedo escribir este testimonio.
No obstante, transcurrieron alrededor de cinco años hasta que sané por completo. Algunas semanas estaba bastante lúcida y normal, luego caía en un mundo de sueños. Pero siempre hubo progreso y continué leyendo la Lección Bíblica.
Durante la mudanza encontré todos los cassettes del libro Ciencia y Salud, y mi viejo grabador. Mi salud mejoraba constantemente, y a partir de allí me esforzaba por escuchar un cassette al día, y todavía lo sigo haciendo.
El siguiente paso hacia mi curación ocurrió en un autobús. Como me había dado cuenta de que era muy peligroso apartarse tanto de la gente, tomaba un autobús hasta el extremo de la península y regresaba el mismo día. Un día la mujer que estaba sentada a mi lado comenzó a charlar conmigo. Entonces, como si ya no pudiera contenerse más, comenzó a contarme su triste historia. Me dijo que su madre estaba sufriendo de la enfermedad de Alzheimer y que su cerebro se estaba deteriorando lentamente. La madre no le permitía la entrada a su casa a nadie excepto a su hija. De modo que esta hija ya hacía varios años que todas las semanas viajaba dos horas para visitarla. Ella estaba agotada y no sabía qué hacer para poder seguir adelante.
Yo sabía, por mi propia experiencia, que la madre estaba asustada, confundida y muy sola. Le dije esto a la hija y agregué: "Ella necesita saber que usted la quiere". Le dije que Dios nos quiere a todos, y que el compartir Su amor entre nosotros puede lograr maravillas. Cuando mi nueva amiga se bajó del autobús, me dijo: "Usted me ha dado esperanza tanto para mi mamá como para mí".
Al pensar en este incidente, tuve que admitir que todos los síntomas que esa mujer había descrito eran los mismos con los que yo había estado lidiando. También me di cuenta de que todo era falso, era imposible bajo el amor infinito de Dios. El hecho de que reconociera esto fue otro gran paso para mi propia curación.
Yo siempre había anhelado seguir los pasos de Cristo Jesús. La siguiente declaración de Ciencia y Salud fue la primera oración que pude reconocer y retener conscientemente durante este desafío: "La naturaleza del cristianismo es apacible y bendita, pero para entrar en el reino, hay que echar el ancla de la esperanza más allá del velo de la materia en el Lugar Santísimo, en el que Jesús ha entrado antes que nosotros; y ese adelanto más allá de la materia ha de venir por las alegrías y los triunfos de los justos así como por sus pesares y aflicciones. Como nuestro Maestro, tenemos que alejarnos del sentido material para entrar en el sentido espiritual del ser" (págs. 40-41).
Antes de dejar el apartamento que estaba rentando, mis hijas sugirieron que encontrara un hogar permanente en el área. A la mañana siguiente fui al corredor de bienes raíces local para averiguar qué había disponible. Él me llevó a visitar el apartamento en el que vivo hoy. Me encantó y lo compré de inmediato para entonces ya era muy natural para mí hacerme cargo de mis cosas otra vez.
Ahora asisto a la iglesia todos los domingos y miércoles, y doy testimonio de las curaciones que he tenido en la Ciencia Cristiana.
He estado completamente lúcida, sin ninguna pérdida de memoria desde fines de 1994. Verdaderamente: "Mi copa está rebosando" (Salmo 23:5).
Nueva Gales del Sur
Australia
