Todos Alguna Vez hemos oído a alguien decir: "¡Se parece mucho a su padre!" o "¿No te hace acordar a su madre?" Estos comentarios a menudo tienen el propósito de rendir honores tanto al niño como a los padres al destacar lo que es bueno en ellos. Nos recuerda el dicho: "De tal palo, tal astilla".
El reconocer lo que es bueno en nosotros mismos y en los demás es una bendición siempre y cuando también estemos dispuestos a superar el pecado, o lo que puede llamarse las tendencias del mal, que pueden parecernos igualmente reales. De hecho, a veces cuando la gente dice que el niño se parece mucho a uno de sus padres, puede que quiera decir: "¡Tiene tan mal carácter como su padre!" Quizás esto no sea muy cortés, pero la gente puede llegar a esa conclusión si ve solamente la escena humana y piensa que son los descendientes materiales de padres que también son mortales y descendientes, a su vez, de otros mortales.
Sin embargo, Cristo Jesús nos dio una perspectiva totalmente nueva sobre nuestra relación con los demás y con Dios. Continuamente durante su ministerio, se refería a Dios como su "Padre". Y en el Padre Nuestro, que él nos dio, amplió este pensamiento para incluirnos a nosotros también. Puede que usted ya conozca esta oración, que comienza: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre". Mateo 6:9.
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