Todos Alguna Vez hemos oído a alguien decir: "¡Se parece mucho a su padre!" o "¿No te hace acordar a su madre?" Estos comentarios a menudo tienen el propósito de rendir honores tanto al niño como a los padres al destacar lo que es bueno en ellos. Nos recuerda el dicho: "De tal palo, tal astilla".
El reconocer lo que es bueno en nosotros mismos y en los demás es una bendición siempre y cuando también estemos dispuestos a superar el pecado, o lo que puede llamarse las tendencias del mal, que pueden parecernos igualmente reales. De hecho, a veces cuando la gente dice que el niño se parece mucho a uno de sus padres, puede que quiera decir: "¡Tiene tan mal carácter como su padre!" Quizás esto no sea muy cortés, pero la gente puede llegar a esa conclusión si ve solamente la escena humana y piensa que son los descendientes materiales de padres que también son mortales y descendientes, a su vez, de otros mortales.
Sin embargo, Cristo Jesús nos dio una perspectiva totalmente nueva sobre nuestra relación con los demás y con Dios. Continuamente durante su ministerio, se refería a Dios como su "Padre". Y en el Padre Nuestro, que él nos dio, amplió este pensamiento para incluirnos a nosotros también. Puede que usted ya conozca esta oración, que comienza: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre". Mateo 6:9.
Cuando aceptamos que Dios es nuestro Padre, empezamos a observar algo muy especial acerca de nosotros mismos. Aprendemos que como hijos del Espíritu, somos espirituales. Por lo tanto, no somos parte de un ciclo material o mortal que resulta en una mezcla de bien y de mal. El linaje de Dios solo expresa el bien. Entonces cuando vemos buenas cualidades en nosotros mismos y en los demás, éstas tienen en realidad su fuente en Dios. Entonces, ¿qué es esto que no nos permite reconocer los talentos que nuestro Padre nos ha dado con Su gracia divina? ¿Por qué el mal también parece ser parte de nuestra vida?
Podemos ser escultores de nuestra vida, haciéndola grande y noble...
Es muy común creer que tanto el bien como el mal son igualmente reales y legítimos. Pero la Biblia, que relata que Dios brinda solo el bien y que es Amor, también dice que Dios es omnipotente. La Ciencia Cristiana pone bien en claro que un Dios todopoderoso y totalmente bueno no puede estar sometido al mal. Puesto que verdaderamente somos creados a imagen de nuestro Padre, tampoco podemos ser esclavos del mal. Por lo tanto, podemos renunciar a los malos rasgos de carácter tales como la ira, los celos, la avaricia, etc.
Por supuesto que ¡es muy fácil decirlo y otra cosa es hacerlo! Para encontrar nuestra verdadera relación con Dios, necesitamos comprender el cambio moral y mental que abre nuestros ojos a nuestra verdadera naturaleza como hombre de Dios: espiritual, puro y perfecto a Su semejanza. Este cambio se produce cuando nos negamos a pecar, a enojarnos, a ser inmorales, a buscar revancha y a otros malos pensamientos o acciones. Nuestro Padre divino no puede transmitirnos estos sentimientos. Al contrario, Él nos brinda amor, regocijo, paz y bondad. ¡El expresar tales cualidades buenas muestra que en realidad somos como nuestro Padre!
La felicidad duradera, que cualquier ser humano puede experimentar, viene al reconocer que nuestra Vida es Dios, la única, total y absoluta Mente infinita. Él es el único que modela nuestra vida. Ésta es la clave de nuestra verdadera existencia, amparada y sostenida por el Amor divino. No necesitamos estar sometidos a la influencia del temor, el odio ni el orgullo cuando vivimos en obediencia a la ley de Dios. De esta manera nos modelamos a nosotros mismos según nuestro Padre, Dios, que solo expresa bondad.
La Sra. Eddy tiene un pasaje que aclara el concepto de los modelos en su libro Ciencia y Salud. Escribe: "Todos somos escultores, elaborando variadas formas, modelando y cincelando el pensamiento. ¿Cuál es el modelo ante la mente mortal? ¿Es la imperfección, el gozo, el pesar, el pecado, el sufrimiento? ¿Habéis aceptado el modelo mortal? ¿Lo estáis reproduciendo? Entonces sois perseguidos en vuestro trabajo por escultores viciosos y formas horribles". Después, ella nos dice cómo invertir esta condición negativa e infeliz. En el siguiente párrafo dice: "Debemos formar modelos perfectos en el pensamiento y mirarlos continuamente o nunca los esculpiremos en vidas grandes y nobles".Ciencia y Salud, pág. 248.
Tal propuesta nos muestra cómo podemos ser escultores de nuestra vida, haciéndola grande y noble, y de este modo le damos una mejor forma, sentido y dirección.
De esta manera nos identificamos con Dios, con lo que podríamos llamar "el cincel divino", que crea solamente perfección. Cuando sepamos que esto es así y fundamentalmente lo comprendamos, nuestra vida tendrá más confianza y paz. Sabremos que en realidad somos los hijos amados del Padre en quienes Él tiene complacencia.
