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De la Oficina de la Editora de los Escritos de Mary Baker Eddy

El mejor regalo de Navidad que he recibido

Del número de diciembre de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mis Padres No Fueron particularmente religiosos. Papá había dejado su iglesia ortodoxa. Mi mamá, que había perdido a su mamá de bebé, era bastante atea. En lo que a mí respecta, siempre tenía cuestionamientos acerca de la vida y Dios que me acosaban. La mujer de al lado, a quien afectuosamente llamaban la Abuela, me llevaba a la iglesia protestante que estaba en la esquina. Fue allí que de niña aprendí las historias de los personajes de la Biblia tal como Moisés y Daniel, y, por supuesto, de Cristo Jesús. Un verano cuando tenía doce años, leí la Biblia de principio a fin. !Tuve tantas preguntas! Yo quería comprender el significado de las historias y cómo se aplicaban a mi vida. Sentía que necesitaba conocer quién era Jesús, y qué había querido decir con lo que dijo.

Comencé a ir a diferentes iglesias con las familias de mis amigas. Yo preguntaba si Jesús era Dios, y de ser así, ¿quién era su Padre? ¿Es su Padre mi Padre? ¿Qué quiso decir Jesús con: "Las obras que yo hago [ustedes las harán] también?" Juan 14:12. ¿En qué necesitaba creer a fin de poder hacer esas obras? ¿Fuimos creados por accidente, o existe un plan? Clérigos y ministros muy pacientes trataron de responder a mis preguntas, pero yo nunca estaba realmente satisfecha con sus respuestas. A mí siempre me parecía que había una contradicción, y ellos terminaban diciendo: "Esto es un misterio; no es algo que nosotros debemos saber".

En una ocasión tuve un sarpullido producido por el zumaque venenoso. El médico de la familia trató la condición y luego dijo: "Si esto no funciona regresa en una semana e intento algo diferente". Recuerdo que le pregunté: "¿No sabe con seguridad si esto va a funcionar? ¿Está simplemente experimentantdo?" Comencé a darme cuenta de que la medicina convencional no era de ningún modo una ciencia.

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