Cuando perdí la audición en un oído, mis compañeros de trabajo me dieron mucho apoyo. Pero me daba vergüenza pedir a otros que me repitieran las cosas. Hablé con un practicista de la Ciencia Cristiana, quien oró por mí, y también estudié por mi cuenta. Oré para saber más acerca de lo que Dios estaba reconociendo siempre acerca de mí.
Lo primero que se me ocurrió hacer fue “magnificar el bien.”
Al principio, continué bromeando acerca de la situación. Necesitaba aprender a no bromear o hablar acerca de esto a menos que tuviera que dar una explicación a otros; yo no debía hablar sobre esta condición para dar lástima o recibir mayor atención de otras personas.
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