Una Mujer Se rebeló ante una exigencia inesperada. Debía cambiar repentinamente sus planes para ir a su oficina. Era sábado y se dijo a sí misma: “No tengo alternativa: me están obligando a hacerlo”.
Pero al entrar en el edificio donde estaba su oficina de pronto se preguntó: “¿Lo hago porque me obligan o porque quiero colaborar?” Se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión. De ella sola dependía que esa exigencia atentara contra su armonía. Decidió no permitir que eso ocurriera y optó por estar bien dispuesta y hasta contenta de poder ser útil en lo que se le pedía. El resto del día fue muy productivo. ¿Por qué? Porque ella se había sentido bendecida y, en efecto, fue bendecida, sabiendo que responder a las necesidades legítimas siempre beneficia a todos los que intervienen.
Cuando sentimos que debemos hacer algo por “obligación”, detectamos fuerzas que actúan contra nosotros, o sea, imposiciones. Bajo tales condiciones, la rebelión tal vez parezca justificada. Pero si pensamos que la imposición es un poder imposible de vencer, se transforma para nosotros en una carga. Ahora bien, podemos luchar contra esa influencia o simplemente someternos, sintiendo que no estamos en condiciones de hacer frente a esa fuerza, que todo resistencia es inútil. Sin embargo, ni la sumisión, ni la resistencia declarada son necesarias o útiles. Tenemos otra opción y es la de comprender que bajo tales circunstancias se solicita nuestra “colaboración” para que hagamos frente a la injusticia y la imposición, a través del entendimiento espiritual.
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