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Una escuela que nunca cierra sus puertas

Del número de marzo de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Verano En el Hemisferio Sur terminó y casi todo el mundo está pensando en un nuevo año lectivo. Llegó el mes de marzo y con él, el comienzo de las clases. La playa, el viaje para visitar a los parientes que viven lejos, los paseos con la familia, son apenas dulces recuerdos de unas vacaciones agradables, que han quedado atrás. Ahora, desde el jardín de infantes hasta el nivel universitario, los niños, jóvenes y padres sólo tienen una cosa en el pensamiento: cómo sacar el máximo provecho de los establecimientos de enseñanza. Para la mayoría de las personas, adquirir conocimientos útiles es progresar en la vida.

El aprendizaje es un privilegio que no termina nunca. Cada minuto de nuestra experiencia es una oportunidad de aprender algo útil. Y existe un tipo de aprendizaje permanentemente necesario: el aprendizaje espiritual acerca de la verdadera naturaleza de Dios. Es lo que nos permite encontrar salud y fortaleza en Dios, el Espíritu, e inteligencia en la Mente divina.

La mayor parte de las escuelas cierra sus puertas durante el período de vacaciones. No obstante, hay una escuela que, de cierto modo, nunca cierra sus puertas, y permanece abierta para niños y adolescentes durante todo el año. Es la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, parte vital de la Iglesia de Cristo, Científico. En ella los niños y jóvenes aprenden acerca de Dios. Desde tierna edad se les enseña las reglas básicas del Principio y del Amor divino, un conocimiento que los capacitará para encontrar armonía ahora, y también más adelante cuando sean adultos.

Los libros básicos que se utilizan en esa escuela, la Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, son los mismos durante todo el año, pero contienen innumerables lecciones espirituales derivadas de la sabiduría divina. En esos libros encontramos orientación para tener una conducta moral basada en la espiritualidad. Ellos también indican cómo disfrutar de relaciones humanas armoniosas, siguiendo la Regla de Oro: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con.ellos”. Mateo 7:12. El matrimonio, la crianza de los hijos, la salud, la provisión y la disciplina están entre los muchos temas sobre los cuales tratan estos libros para beneficio de todo la familia.

Todo ello constituye una verdadera educación cristiana. En las clases de la Escuela Dominical, constantemente se explica y se da relevancia a las palabras de Cristo Jesús, así como a sus enseñanzas y ejemplo. Jesús fue el más grande maestro que existió. Él enseñó a la humanidad la unidad que existe entre Dios y el hombre. Mostró cómo era posible poner en práctica sus enseñanzas, sanando enfermos, reformando pecadores, alimentando multitudes y devolviéndoles la vida a quienes pasaron por la experiencia de la muerte. Lázaro fue uno de ellos, pero también nos vienen al pensamiento dos jóvenes que Jesús resucitó con sus oraciones: la hija de Jairo, que tenía doce años, y el hijo de la viuda de Naín. Véase Juan 11:43, 44; Lucas 8:41, 42, 49-55; Lucas 7:12-15.

Las enseñanzas que yo recibí en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana me ayudaron a encontrar refugio en Dios a lo largo de toda mi vida. En esas clases aprendí a identificarme con la eterna presencia de Dios. Hasta hoy me acuerdo de la explicación clara e inspirada que una maestra de la Escuela Dominical dio acerca del hecho de que Dios está en todas partes. Ella me ayudó a comprender que nunca podemos estar separados de Su tierno amor y cuidado.

Toda esa instrucción espiritual me llevó, en un momento en que tuve un dolor muy fuerte, a buscar curación por medio del único sistema en que confiaba: la Ciencia Cristiana. Un día, cuando estaba en la facultad, comencé a tener síntomas muy violentos de sinusitis, después de una clase especial en la que me enseñaron a zambullirme en la piscina. Llamé por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle tratamiento por medio de la oración. Ella insistió en que yo nunca había estado ni por un instante fuera de la presencia de Dios. Sentí una profunda sensación de paz y perdí todo el temor. Tres días después estaba completamente sana.

Saber más acerca de la verdadera naturaleza de Dios, como Espíritu y Amor, mejora todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Al reconocer el hecho espiritual de que Dios gobierna perfectamente Su universo, incluso el hombre, y al esforzarnos por dar pruebas de ese hecho, la armonía y el progreso quedan accesibles a todos, tanto niños como adultos. Cuando aprendemos que Dios es la única Mente, o sea, la fuente de la verdadera inteligencia, el proceso de aprender cualquier materia escolar se vuelve más fácil. Al mismo tiempo, emprendemos con más alegría los estudios que nos permiten comprender cosas nuevas.

Al comienzo del nuevo año lectivo, los alumnos tienen una bella oportunidad de estudiar con más ahínco. En ese sentido, las palabras de la Sra. Eddy son siempre oportunas: “Estudios académicos apropiados son esenciales. La observación, la inventiva, el estudio y el pensamiento original son expansivos y debieran promover el desarrollo de la mente mortal para que salga de sí misma, de todo lo que es mortal”.Ciencia y Salud, pág. 195.

¿Y qué ocurre con las personas que no tienen la oportunidad de estudiar? La Ciencia Cristiana proporciona una educación espiritual continua, que destaca las habilidades de todos los seres humanos. Al fin y al cabo, no es tanto la capacidad intelectual lo que se necesita para expresar nuestro origen espiritual como hijos de Dios. Por el contrario, lo que precisamos es demostrar carácter cristiano, capacidad de perdonar, deseo de ayudar a otros a expresar el Cristo en casa y en la comunidad.

El aprendizaje en la Ciencia Cristiana no termina en la Escuela Dominical. Las Lecciones Bíblicas que aparecen en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana son una fuente diaria de instrucción. De igual importancia para la educación espiritual son las muchas oportunidades que se nos presentan cuando nos hacemos miembros de una iglesia filial. El deseo de servir a Dios, apoyando la Causa de la Ciencia Cristiana, nos da la oportunidad de trabajar con otros miembros de la iglesia, y aumentar de ese modo nuestra comprensión y nuestra capacidad de ser útiles. Hacerse miembro de La Iglesia Madre y tomar instrucción en clase Primaria de la Ciencia Cristiana son parte del vasto alcance de esta Ciencia al ofrecer una sólida educación espiritual a cada individuo y a la comunidad mundial.

La mayoría de las carreras y profesiones, en realidad, tienen como meta el mejoramiento de la condición humana. Cuando un individuo asocia sus talentos profesionales con su deseo de expresar a Dios como Principio divino, aquello que parece mera actividad humana asume una dimensión espiritual. La erudición, para tener significado válido, tiene que ir acompañada de móviles y sentimientos cristianos. El Apóstol Pablo dice: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”. 2 Timoteo 2:15.

Cuando comprendemos que la salud y la armonía dependen tanto de nuestro conocimiento de Dios, ¿quién va a querer tener vacaciones de ese tipo de aprendizaje? La Sra. Eddy define ese privilegio, accesible a todos, con estas palabras: “El único propósito de la verdadera educación es no sólo hacernos conocer la verdad, sino vivirla, disfrutar de hacer el bien, no trabajar en los días de sol y huir en la tormenta, sino trabajar en medio de nubes de mal, de injusticia, de envidia, de odio, y esperar en Dios, el fuerte libertador, que recompensará la justicia y castigará la iniquidad”.The First Church of Christ, Scientist, pág. 252.

Como ocurre con tantas otras personas, fue en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana donde comencé a aprender el valor de la educación espiritual. Esa escuela, que nunca cierra sus puertas, fue la influencia más importante de mi vida.

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