El Que Se ha sanado por medio de la oración en la Ciencia Cristiana ha tenido la oportunidad de ver qué don inapreciable Dios nos dio. Es otorgado por la gracia, como Cristo Jesús lo enseñó y demostró. Pero este progreso incesante de descubrimiento espiritual no solo revela puntos de vista más amplios del poderoso bien que Dios provee; también nos muestra lo que Isaías quiso significar cuando dijo: “Todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed”. Isa. 55:1.
La curación espiritual se compra por un precio. Esto no se puede medir en términos monetarios, sino en términos de un esfuerzo individual por comprender y obedecer las exigencias de Dios, por ceder a la Verdad y su poder. La Biblia fija la norma. Dice: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” Deut. 10:12, 13.
Para poner a Dios primero en nuestra vida con amor y reverencia genuinos, para permitir que cada pensamiento y acción esté gobernado por Él, para adorarlo obedeciendo Sus leyes, debemos comprometernos a ir más allá de las promesas, a una comprensión y demostración crecientes de la relación que el hombre tiene con Dios. Jesús dejó bien establecido que él no podía hacer nada por sí mismo, pero comprendía la unidad que existe entre el hombre y Dios, cuyo poder es una fuente de curación que está siempre fluyendo. Jesús oró para que no solo sus seguidores inmediatos sino todos los que lo siguieran comprendieran su linaje con Dios y lo vivieran de la forma en que él lo demostró tan fielmente.
El progreso espiritual no es un proceso en el que se emerge de la mortalidad a la inmortalidad, del pecado y el sufrimiento a la felicidad. Más bien, es aceptar momento a momento la identidad presente del hombre como la semejanza perfecta de Dios, y es el deseo natural, como el de un niño, de que nuestra vida, mediante el entendimiento, esté de acuerdo con ese ideal del Cristo. Esto requiere humildad y sacrificio propio, la disposición de dejar la mortalidad y el pecado atrás. Pero la admisión sincera de que el ser completo del hombre está totalmente de acuerdo con Dios, el bien, nos da tanto el incentivo como la iniciativa para abandonar todo concepto erróneo acerca de nosotros mismos y de los demás. Activa el deseo de estudiar las Escrituras bajo la luz de la Ciencia Cristiana para obtener más ideas acerca del Ser Divino. A medida que aprendemos más acerca de Dios, y llevamos una vida de acuerdo con lo que aprendemos, nuestra propia naturaleza semejante al Cristo se vuelve más evidente. Ese progreso trae nuevas, vivaces y hermosas perspectivas acerca de Dios y Su creación, y forma una base firme para que nos resolvamos a no dejar que nada interfiera con el crecimiento espiritual, aun si encontrara resistencia.
La oposición al progreso espiritual puede asumir varias formas. Una de las más obvias son los malentendidos y distorsiones de la sociedad sobre las verdades que enseña y demuestra la Ciencia Cristiana. Pero la oposición más agresiva es en realidad una oportunidad para dar un paso de progreso mucho mayor; valga mencionar, por ejemplo, la crucifixión de Jesús y el resultado de tan gran alcance que tuvo su resurrección.
Tal vez uno de los obstáculos al progreso se presente como un desconsiderado desprecio hacia la modesta práctica que uno tenga del cristianismo poderoso que estableció Jesús. Pero como en toda labor correcta, el que tiene más probabilidades de avanzar será aquel que no se queda paralizado por la crítica de sí mismo. Esta persona está deseosa de avanzar en humilde obediencia a lo que ella conoce en ese momento. La lección de Cristo de que la fe es como un grano de mostaza que puede mover montañas, no se pierde en el que tiene deseos de crecer.
Otras formas de resistencia quizás sean más sutiles. La sensación de que tenemos diariamente muchas obligaciones e intereses tal vez nos aparten incesantemente de las buenas intenciones. Puede que seamos guiados a dejar el alimento espiritual para una ocasión futura o incierta. Quizás nuestra capacidad para crecer sea aplazada porque no llegamos a comprender la enorme alegría y libertad que se sienten cuando se percibe cada vez más la poderosa presencia de Dios. Otra forma indirecta de resistencia es el desaliento, cuando nuestra atención se fija de tal manera en cierta necesidad humana, perdemos de vista el hecho de que solo la iluminación espiritual hace posible la curación. En cierto modo es como el que trata con todas sus fuerzas de presentarle batalla a la oscuridad y se olvida de hacer lo único que es necesario: dejar entrar la luz.
Pablo decía que la que intentaba retardar las cosas era la mente carnal, que según él era enemistad contra Dios. (Por lo tanto, también es enemistad contra el hombre creado por Dios.) Pero las sombras de apatía y resistencia no pueden invadir el pensamiento iluminado, más de lo que las sombras pueden entrar en un sala iluminada. A medida que buscamos persistentemente a Dios y nuestra relación con Él, que literalmente nos esforzamos por acercarnos a Él por medio del estudio y la oración, fortaleciendo nuestra labor con perseverancia, mansedumbre y obediencia, vemos que todo lo que trata de impedir la curación espiritual disminuye cada vez más. A medida que cedemos a Su presencia, la irradiación brillante de la iluminación espiritual hace que la fe progrese hacia una comprensión demostrable, con su poder firme y continuo.
Mary Baker Eddy vio por experiencia que para que haya una continua curación espiritual es requisito indispensable ampliar constantemente nuestra comprensión de Dios. Su fe, profunda y duradera, estaba enriquecida con la comprensión creciente de la totalidad y unidad de Dios, el bien, y la consecuente nada del mal, o error. Lo que aprendió acerca de Dios la capacitó para sanar un caso de cáncer instantáneamente. Véase La unidad del bien, pág. 7. En un esfuerzo constante por avanzar a un nivel más alto, enseñó a sus estudiantes que debían esforzarse constantemente por progresar. Ella escribe: “Buscad la Verdad y seguidla. Deberá costaros algo: estáis dispuestos a pagar por el error y a recibir nada en cambio; mas si pagáis el precio de la Verdad, lo recibiréis todo”. Escritos Misceláneos, pág. 342.
Al poco tiempo de comenzar mi estudio de la Ciencia Cristiana, ocurrieron varias curaciones casi sin esfuerzo, a medida que leía el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy. Pero mientras el claror en el amanecer de la identidad espiritual del hombre se transformaba en el pleno resplandor de la responsabilidad individual, veía que cada curación me llevaba a una nueva perspectiva espiritual, y viceversa. No había escalón alguno donde detenerme para descansar o estar inactiva. El estudio sistemático fue de vital importancia en la curación de una enfermedad repentina cuando le presté mi completa atención, no a la enfermedad en sí misma, sino a lo que estaba aprendiendo y cómo se aplicaba a la enfermedad. A veces las experiencias de curación más valiosas son las que requieren de mayor humildad, paciencia y receptividad.
El precio que pagamos por la curación espiritual es el esfuerzo constante por avanzar y vivir de acuerdo con nuestro entendimiento de Dios. Las curaciones son los frutos que confirman que estamos avanzando en la dirección correcta del entendimiento. La Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana nos dan las herramientas necesarias, y el crecimiento cristiano incluye necesariamente el amor que nos permite ayudarnos unos a otros. En esta labor, es alentador tener en cuenta que lo que ganamos espiritualmente es para siempre. Nada tiene poder para quitárnoslo ni para volvernos inconscientes de ello. Todo paso de progreso espiritual es permanente, y toda comprensión que ganamos nos eleva más hacia la grandiosa altitud de la regeneración y purificación espirituales donde la curación se produce naturalmente. Todo lo que tengamos que hacer para obtener esa mentalidad espiritual no es tanto un precio que pagar sino una inversión segura que hacemos en el dominio del Cristo.
