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Por Más De veinte años tuve...

Del número de marzo de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Por Más De veinte años tuve ataques de jaqueca que me hicieron sufrir mucho, y a veces me forzaban a permanecer en cama por dos o tres días. Hubo ocasiones en que estos ataques duraron dos semanas, impidiéndome llevar a cabo mis tareas como madre y maestra. Durante uno de esos ataques perdí el conocimiento en clase, frente a mis alumnos, quienes se asustaron y corrieron a pedir ayuda.

Cuando aún no era Científica Cristiana, consulté con varios médicos, pero no encontré la curación completa que tanto deseaba de estos dolores de cabeza. Los diagnósticos fueron varios: nerviosismo, problemas de hígado, sinusitis, estrés, preocupaciones. Las medicinas prescritas no me proporcionaron alivio. El último médico que consulté, me dijo que si sobrevenía una crisis, debía tomar treinta gotas de un analgésico y un tranquilizante, o irme a la cama. Dijo que si el dolor no cedía, sería mejor no tomar ninguna otra medicina, debido a los efectos secundarios; y soportar el dolor hasta que todo desapareciera naturalmente. Fue claro para mí que ni él creía en las medicinas.

Después que comencé el estudio de la Ciencia Cristiana, enseguida me interesó participar en las actividades de mi iglesia filial. Me hice miembro, desempeñando diferentes cargos, y trataba de hacerlo lo mejor posible. Siempre comenzaba el día leyendo la Lección Bíblica, y durante mis ocupaciones trataba de recordar lo que había leído por la mañana. Pero al principio esto no parecía fácil. Había dejado de tomar los remedios o medicinas, y en varias ocasiones pedí ayuda por medio de la oración, a practicistas de la Ciencia Cristiana, quienes me ayudaron en estos casos con mucho amor y devoción cristiana.

En una oportunidad recuerdo que uno de estos practicistas me ayudó a comprender que yo era inseparable de Dios, y por lo tanto no necesitaba aceptar la mentira de enfermedad que el cuerpo sugería. Hablamos del dominio que Dios le dio al hombre en Su creación, y que la vida en la materia es una ilusión. Entendí, entonces, que yo era la imagen de Dios y podía reflejar solamente el bien, la invariable armonía que nada puede cambiar.

Uno de los pasajes que este practicista me dio para estudiar se encuentra en la página 8 del sermón de la Sra. Eddy titulado: La idea que los hombres tiene acerca de Dios, y dice así: “La Mente, que gobierna el universo, gobierna cada acción del cuerpo tan directamente como mueve un planeta e impele los músculos del brazo”.

Leí y releí este pasaje hasta que el entendimiento que obtuve me alivió.

Luego de algunas horas, me sentí muy bien y feliz con esta curación. Sin embargo, necesitaba saber más sobre cómo practicar la Ciencia Cristiana. Estudié Ciencia y Salud, y mi interés fue en aumento.

Sané completamente de los dolores de cabeza. No puedo decir exactamente cuándo ocurrió, pero tengo la certeza de que obtuve la curación como resultado de mi estudio perseverante de las obras de Mary Baker Eddy.

El trabajar en diferentes cargos en la iglesia, poco a poco, me ha ayudado a moldear mi carácter a la luz de las verdades espirituales que he aprendido. La impaciencia, los arrebatos de ira, el resentimiento, el orgullo y la justificación propia, han sido reemplazados por la paciencia, la calma, el perdón, la humildad y el reconocimiento de que todos somos hijos de Dios y merecemos ser amados.

Me he regocijado inmensamente con esta curación, porque no he tenido vestigios de jaqueca por más de tres años.

Me siento muy agradecida por todo lo que he aprendido en la Ciencia Cristiana, especialmente por el destacado papel que la Sra. Eddy tuvo al restablecer la curación espiritual como fue ejemplificada y enseñada por Cristo Jesús.


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