Hace algún tiempo, colaborador de El Heraldo de la Ciencia Cristiana, entrevistó a practicista de la Ciencia Cristiana de Cuernavaca, México. La Sra. Guerrero se ha desempeñado en la práctica pública de la Ciencia Cristiana por muchos años, y relata cómo conoció el libro Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy y cómo, cuando empezó a leerlo, sanó.
Guadalupe de Guerrero: Yo había estado enferma por muchos, muchos años. Estaba desesperada porque no sanaba y pensaba que la muerte quizás era una liberación, que liberaría a mis familiares de esa angustia de verme siempre acostada, sin poder caminar normalmente.
Pedro Grieco: ¿Qué la hacía pensar que siempre estaría enferma?
Guadalupe: Seis médicos, los mejores especialistas de la Ciudad de México, me habían dicho que ya no podían hacer nada más por mí, porque cuando me curaban una cosa se me empeoraba otra. Por un período de veintitrés años, tuve una serie de complicaciones físicas, entre ellas inflamación de várices, los discos de la espina dorsal desviados, el nivel de iodo de la tiroides bajo, y finalmente un problema con el ácido úrico, de acuerdo con todo lo que ellos me dijeron.
Había mucha gente que me cuidaba día y noche, ya que estaba muy débil con tantas enfermedades. En un momento, ¡pensé si en realidad seguía viva o no!
Un día le dije a la empleada que me alcanzara algunos cuentos, algo para leer pero con letra grande, porque quería comprobar mi habilidad de pensar y memorizar. Mi hija estaba casada con un Científico Cristiano y me había dado un ejemplar del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. Por alguna razón, la empleada me dio este libro como respuesta a mi solicitud. Yo no quería leerlo porque sabía que era de otra religión diferente de la mía. Pero como no había nada más para leer, le dije a la persona que me cuidaba que me comprara algunas revistas para que las leyera. Cuando ella me iba a retirar Ciencia y Salud, le dije que me lo dejara, y empecé a hojearlo. En ese momento, no tenía otro interés que el de comprobar mi retención mental. Empecé a leer: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”. Ciencia y Salud, pág. vii. Bueno, leí esta oración varias veces, pero no pude retener en mi memoria nada, y pensé: “Voy a repetirlo muchas veces como cuando estaba en la escuela para aprender las tablas de multiplicar”. No fue posible nada.
Pedro: ¿No se acordaba?
Guadalupe: No, no me acordaba. Continué leyendo otro poco más adelante y las ideas no tenían mayor impacto en mí. Cuando me sentí cansada, pedí que me llevaran nuevamente a la cama. Sentí después una sensación muy agradable de paz, que nunca había experimentado antes. Al día siguiente, cuando me levanté, en realidad estaba sanada, pero yo no lo sabía. Pude levantarme libremente de mi cama e ir a tomar Ciencia y Salud. Empecé a pensar que había algo especial en él. Nunca había descansado tan bien. Cuando tomé nuevamente el libro, seguí leyendo y encontré una parte donde la Sra. Eddy dice que no hay materia.
Pedro: ¿Qué pensó sobre eso?
Guadalupe: Me pareció una cosa imposible de aceptar. ¿Cómo que no hay materia? Lo que estoy tocando y viendo, ¿qué es? Me entró interés de continuar leyendo. No llegué a ninguna conclusión, pero no podía refutar lo que dice la Sra. Eddy. Ese día otra vez tuve una sensación de tranquilidad y paz.
Pedro: ¿Cómo se sintió al día siguiente?
Guadalupe: Me levanté con una alegría inmensa; nunca había experimentado ese sentimiento de júbilo tan grande. Entonces me dio la ilusión de poner música, de bailar, de hacer muchas cosas. Me arreglé un poco y salí. Eran las 9 de la mañana cuando llegaba el grupo que me atendía. Por lo general, ellos me bañaban, me cargaban y cuidaban de mí.
Había cuatro personas aparte de la que vivía en la casa. Cuando entraron ellos a la casa, oí el rumor que decían que necesitaban hablar con mi esposo, que se encontraba en la Ciudad de México, porque pensaban que me había vuelto loca.
Pedro: ¿La vieron tan cambiada?
Guadalupe: Sí, estaba muy cambiada. En vez de quedarme en la casa, tomé un transporte y llegué al salón de belleza. Y les dije: “Arréglenme y pónganme lo mejor posible”. Cuando me terminaron de arreglar, tomé el autobús, siempre con mi libro de texto en el bolso, y fui a la oficina de mi esposo en la Ciudad de México.
Pedro: ¿Cuánto tiempo se tarda en autobús para ir de Cuernavaca a la Ciudad de México?
Guadalupe: Son más de dos horas para llegar por el metro y luego el autobús. Cuando me presenté en la oficina de mi esposo, él se sorprendió mucho. Preguntó: “¿Quién te trajo?”
Pedro: ¿Se dio cuenta de que había cambiado?
Guadalupe: ¡Sí! Estaba muy diferente a como me había dejado el lunes por la mañana. Él no volvía a la casa todos los días debido a sus ocupaciones, y ese día era miércoles. Así que no me había visto por dos días.
Después de explicarle cómo la Ciencia Cristiana me había sanado, me llevó en el coche a la Iglesia de Cristo, Científico, en la Ciudad de México. Consultamos con una persona de allí que me preguntó: “¿Se ha entrevistado usted con un practicista de la Ciencia Cristiana?” Y yo pregunté: “¿Qué es un practicista, y dónde podemos localizar uno?” El me dijo: “Un practicista es alguien que puede orar por usted y ayudarla contestando sus preguntas”. Nos dio la dirección de una practicista, que nos hizo el favor de recibirnos.
Yo le platiqué todo lo que había experimentado y le dije: “Yo no quiero ser engañada. No es posible que nada más por leer unas cuantas hojas de un libro mi vida haya cambiado de un momento a otro. No es posible. ¿Qué puede ser? ¿Será hipnotismo?” Con mucha calma se sonrió y me dijo: “No, señora, usted ha vivido una pesadilla; esa pesadilla ha terminado ahora”.
Pedro: ¿Y a usted realmente le pareció como si hubiera despertado de una pesadilla?
Guadalupe: Sí. Además sentí que yo había tenido una especie de resurrección, algo maravilloso en una experiencia humana como la mía. Eso me llenó de alegría, de seguridad, con deseos de seguir el camino, ese camino tan maravilloso que el Cristo nos ha dado.
Pedro: Y a partir de allí, ¿qué hizo? ¿Empezó a estudiar, a leer la Lección Bíblica? Se publica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.
Guadalupe: A partir de ahí, empecé a estudiar y a asistir a los servicios en Cuernavaca, Morelos. Los servicios eran en inglés en ese momento, pero no me importaba. Lo que quería era estar allí, porque se me despertó un interés muy grande. A pesar de que han pasado veinte años, siento que mi interés ha crecido en vez de disminuir.
Alrededor de un año después, me hice miembro de La Iglesia Madre y luego tomé instrucción en clase de la Ciencia Cristiana. Y debido a que quería dar la Ciencia Cristiana a otros, comencé la práctica pública de la Ciencia Cristiana. En 1979 me anuncié en El Heraldo de la Ciencia Cristiana y en The Christian Science Journal.
Pedro: Entonces, desde 1979 usted ha estado ayudando a la gente. ¿Comó se siente respecto a esta actividad?
Guadalupe: Muy feliz. La mayor satisfacción es cuando le dicen a uno que el problema está arreglado, que la curación está hecha. Cuando salí anunciada en el Heraldo y en el Journal, recibí, y aún estoy recibiendo hoy, cartas de todo el mundo: de Argentina, de Europa, de Brasil y de muchos otros lugares. Esto me ha llenado de alegría y de satisfacción.
Pedro: ¡Qué maravilloso!
 
    
