La Ciencia Cristiana es una religión, pero también es una manera de vivir. Seguimos a Dios, y lo servimos con nuestros pensamientos, con nuestras palabras y actitudes. Amamos a Cristo Jesús, quien nos enseñó cómo comprender a nuestro Padre divino. Buscamos el reino de Dios y Su justicia con alegría, y encontramos ese reino dentro de nosotros. Por medio de la alegría, crecemos espiritualmente y estamos más conscientes de la bondad y el amor de Dios por nosotros.
El libro de los Salmos nos dice: “Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra”. Salmo 66:1. Esa alegría proviene de nuestra confianza en el Padre y de comprender que Él nos ampara y protege en todo momento.
Han pasado algunos años desde que inicié mi tarea como Segundo Lector substituto, y luego titular, de Tercera Iglesia de Cristo, Científico, Montevideo. Recuerdo esa fecha porque me trae a la memoria una de las grandes bendiciones y oportunidades que el Padre nos brinda.
Recientemente, encontré algo que yo había escrito para manifestar la impresión que me causó aquella importante misión como Segundo Lector, y el progreso espiritual relacionado con ella. Había escrito este extracto de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy: “...el progreso es la ley de Dios, cuya ley nos exige sólo lo que podemos cumplir con seguridad”. La parte del libro donde esto aparece habla de la necesidad que todos tenemos de progresar. Dice: “Cada día nos exige pruebas más convincentes y no meras profesiones de poder cristiano. Esas pruebas consisten únicamente en la destrucción del pecado, la enfermedad y la muerte por el poder del Espíritu, como Jesús los destruía. Ése es un elemento de progreso, y el progreso es la ley de Dios, cuya ley nos exige sólo lo que podemos cumplir con seguridad”.Ciencia y Salud, pág. 233.
En el sobrio y apacible ambiente del cuarto de los Lectores, experimenté por primera vez la hermosa oportunidad que Dios me había ofrecido de servir como suplente de Segundo Lector. Junto con la Primera Lectora estábamos orando en silencio. Yo estaba expresando mi puro y sincero agradecimiento a Dios por la confianza que me dispensaba. Inspirado por varios pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud, afirmé la presencia de Dios con nosotros, y los pensamientos oscuros y temerosos desaparecieron instantáneamente de mi consciencia. Me sentí completamente bajo el gobierno divino de la Verdad. Realmente Dios estaba allí con nosotros.
Por la única ventana del cuarto se filtraban los rayos del sol, lo que me hizo pensar en la creación divina y su eterno mensaje de luz. Así llegó la hora de comenzar el servicio religioso y nos unimos a la congregación con alegría y amor en nuestros corazones. Todo resultó bien y yo estuve profundamente agradecido.
En otra oportunidad, antes de comenzar el servicio religioso, algo ocurrió que me llenó de regocijo. Estaba ese día con la Primera Lectora antes de reunirnos con la congregación. Habíamos leído varios pasajes muy inspirados con relación al trabajo de los Lectores y a la oración de los mismos para servir como instrumentos de Dios para la difusión de Su Palabra. Luego de estas lecturas y de orar en silencio, pronunciamos el Padre Nuestro audiblemente. Me encontraba completamente absorto y en comunión total con el Padre mientras oraba.
Cuando finalizó el culto y regresamos al cuarto de los Lectores, la Primera Lectora me dijo: “¿Te diste cuenta de lo que dijiste cuando decíamos el Padre Nuestro antes de salir?” Y antes de que pudiera responder agregó: “Dijiste: ‘Y perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros Lectores’ ”.
Nos reímos mucho, pero pasado el efecto risueño del equívoco comprendí que, como Lectores, somos también deudores de Dios, y que el pedido de perdón no estuvo tan mal.
La Sra. Eddy dice muy seriamente al respecto en su libro Escritos Misceláneos: “El descubrimiento y la fundación de la Ciencia Cristiana me han costado más de treinta años de incesante trabajo e inquietudes; pero, comparados con la alegría de saber que el pecador y el enfermo son así ayudados, y que el tiempo y la eternidad testifican de este don de Dios a la humanidad, yo soy la deudora”.Esc. Mis., pág. 382.
En todos los casos, pues, existe una constante: la alegría, que es como una protección que la Ciencia nos da para elevar nuestros pensamientos. La alegría también es valiosa porque evita que nos tomemos demasiado en serio. Permítanme que lo ilustre con otro ejemplo.
El miércoles es un día donde, en todo el mundo, las iglesias filiales de la Ciencia Cristiana tienen reuniones de testimonios y donde el Primer Lector desarrolla un tema especial seleccionado entre pasajes de la Biblia y Ciencia y Salud. Yo me encontraba sustituyendo a la Primera Lectora y había seleccionado mediante inspiración el tema “pan”, para el cual hay abundante material en la Biblia y Ciencia y Salud. El miércoles siguiente, la Primera Lectora, ya de vuelta, presentó y expuso el tema relacionado con “el agua”.
Cuando finalizó la reunión, me fui a encontrar con la Primera Lectora y tuve la oportunidad de agradecerle por el tema y decirle que, a mi entender, la congregación había logrado un nivel muy elevado de espiritualidad. “¿Por qué te parece que fue así?”, me preguntó. Con una sonrisa, respondí: “Bueno, porque los estamos alimentando a sólo ‘pan’ y ‘agua’ y ellos cantan todavía...”