Una Noche Tuve que salir a buscar mi automóvil para estacionarlo más cerca de mi casa. Ya había oscurecido. Salí corriendo y al bajar de la vereda a la calle, me caí a un pozo bastante profundo que habían hecho ese día los que reparaban el pavimento. Me torcí el tobillo y sentí un dolor intenso. A pesar de la lesión, continué caminando, tratando de tocar el suelo lo menos posible con ese pie.
Mis pensamientos recurrieron de inmediato a Dios y oré afirmando: Dios está aquí. Dios me protege y guía. Él es el único poder que está actuando y operando en este lugar. Y yo soy la hija que está bajo Su cuidado.
El dolor amenazaba dominarme y quitarme la habilidad de pensar con claridad. Pero insistí con firmeza que el dolor no es parte del ser espiritual y que ese ser espiritual es nuestra única existencia. Esta oración fue un breve diálogo mental y la verdad espiritual probó ser más poderosa que el temor y el malestar.
Cuando llegué al automóvil, pude entrar en él, ponerlo en marcha y acercarlo a mi casa. Cuando iba entrando a mi casa, sentí de pronto que el dolor desaparecía por completo. Fue un momento maravilloso.
Más tarde pensé que al tomar la decisión de seguir caminando hacia el automóvil después de tropezar, me había aferrado a una verdad espiritual y la había defendido con firmeza y tenacidad. Al mismo tiempo, había adoptado otras dos posiciones mentales, ambas indispensables para la curación espiritual. La primera fue negar que el mal, en este caso el dolor, fuera una realidad, debido a que no puede existir en absoluto en el reino del Espíritu, Dios. La segunda, fue aferrarme a la realidad de la existencia y al poder de Dios, el bien universal.
Podemos recurrir a esta perspectiva espiritual cada vez que nos enfrentamos con dificultades, ya sea que se trate de lesiones o de cualquier otro problema. No cabe duda de que los desafíos a veces pueden ser muy difíciles de superar. Pero por medio del amor de Dios, tenemos poder sobre todo aquello que pretenda que somos seres materiales en vez de Su linaje espiritual. Todo buen pensamiento que proviene del amor a Dios y al hombre es eficaz. Cristo Jesús probó que nunca recurrimos a la verdad espiritual en vano.
Los pensamientos poco amorosos... no nos acercan a Dios
Por ejemplo, si estamos contrariados y abatidos por el comportamiento de otros y si las exigencias que tenemos parecen abrumadoras, es entonces cuando deberíamos dirigir pacientemente nuestro pensamiento hacia Dios y afirmar Su presencia en nuestra vida. Podemos mantener en nuestro pensamiento la belleza, el amor, la pureza y la integridad — que son atributos de Dios — y esforzarnos por expresar esas cualidades. Y como no hay sombra que pueda resistir esa luz, encontramos finalmente la paz que estamos buscando.
Percibimos con más claridad la continuidad del bien cuando nuestra confianza en Dios es lo suficientemente sólida. ¡Pero debemos ser vigilantes! Los pensamientos que abrigamos son los que determinan en gran medida nuestra vida, al igual que nuestros móviles y propósitos. De modo que debemos prestar mucha atención a lo que pensamos, a las conversaciones que mantenemos y a las decisiones que tomamos.
Si nuestra salud, nuestras familias o nuestro trabajo no están en orden, deberíamos saber que el orden y el amor rigen en el reino de Dios y que nosotros, sin lugar a dudas, no podemos separarnos de Él. En ningún caso deberíamos odiar ni sentir rencor. Los pensamientos poco amorosos conducen a un punto muerto y la manera de librarse de ellos es a menudo dolorosa. No nos acercan a Dios, el Amor.
En el libro de la Sra. Eddy, La unidad del bien, leemos: “Jesús nos enseñó a caminar por encima de, no dentro de ni con las corrientes de la materia, o sea la mente mortal”.La unidad del bien, pág. 11. Los malos pensamientos que proceden de móviles perversos y que son dirigidos contra nosotros, no nos pueden hacer daño, ni siquiera nos pueden tocar cuando nuestra consciencia está colmada de una firme confianza en la protección espiritual, gran determinación y una vigilancia constante. Nuestra vigilancia no se debe al temor, sino a que hemos decidido apartarnos de la falsedad de que el mal es real, hacia la autenticidad del amor de Dios. Esta forma de pensar es la que me ayudó cuando me lastimé el pie.
El Salmista nos dice que tengamos confianza en el cuidado de Dios cuando escribe: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Salmo 23:4. La animosidad y el odio — toda clase de mal — no tienen poder para oponerse a Dios, la Verdad.
Mediante nuestro estudio de la Ciencia Cristiana, aprendemos que Dios es todo amor. Cuando orientemos nuestra vida de modo que exprese nuestra espiritualidad, dejaremos de girar en los remolinos del pensamiento material con su confusión, su desesperanza y sus peligros, y saldremos airosos de nuestros problemas, sanados por medio de la salvación de nuestro Dios.
