Una Noche Tuve que salir a buscar mi automóvil para estacionarlo más cerca de mi casa. Ya había oscurecido. Salí corriendo y al bajar de la vereda a la calle, me caí a un pozo bastante profundo que habían hecho ese día los que reparaban el pavimento. Me torcí el tobillo y sentí un dolor intenso. A pesar de la lesión, continué caminando, tratando de tocar el suelo lo menos posible con ese pie.
Mis pensamientos recurrieron de inmediato a Dios y oré afirmando: Dios está aquí. Dios me protege y guía. Él es el único poder que está actuando y operando en este lugar. Y yo soy la hija que está bajo Su cuidado.
El dolor amenazaba dominarme y quitarme la habilidad de pensar con claridad. Pero insistí con firmeza que el dolor no es parte del ser espiritual y que ese ser espiritual es nuestra única existencia. Esta oración fue un breve diálogo mental y la verdad espiritual probó ser más poderosa que el temor y el malestar.
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