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Foco de Atención I: ¿Qué es la Ciencia Cristiana y su ministerio de curación?

Las leyes de Dios producen curaciones confiables

Del número de agosto de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Tratamos con un tema con el cual no estamos muy familiarizados, como es la curación espiritual, a veces es muy útil comenzar con un marco de referencia que nos sea conocido. Por lo tanto, si describimos la práctica de la medicina convencional para la curación de las enfermedades físicas, como la aplicación del conocimiento de la fisiología, la epidemiología, la química, etc., entonces podríamos decir que la curación en la Ciencia Cristiana es la aplicación del conocimiento de Dios, del Principio divino de toda existencia, para corregir los errores de la mente humana que resultan en enfermedad y, por consiguiente, para sanar la enfermedad.

Tal vez, hasta esa breve descripción de la práctica de la Ciencia Cristiana haría temblar a algunas personas. Por lo general, pensamos que podemos conocer las leyes físicas, y que son capaces de cambiar las condiciones físicas de maneras que podemos predecir. Por otro lado, puede que pensemos que sólo podemos conocer a Dios de una manera muy diferente, a través de lo que podríamos llamar sentimientos. No obstante, cuando analizamos los relatos de Cristo Jesús, ¿acaso no vemos una comprensión de Dios que constantemente sanaba a los enfermos?

Simplemente imagine por un momento lo que debe de haber sido ser discípulo de Jesús, y ver que se producían maravillosas curaciones casi a diario; curaciones de lepra, parálisis, sordera, ceguera. Al principio los discípulos puede que hayan llegado a la conclusión de que Jesús tenía un poder único y milagroso. Aun así, él les aseguraba que cualquiera que creyera y viviera las verdades que él enseñaba acerca de la perfección, el poder y el amor de Dios, podría sanar como él lo hacía. Véase Juan 14:12. Poco a poco, ellos empezaron a sanar. De acuerdo con lo que relatan los evangelios, no siempre tuvieron éxito, pero su confianza y habilidad aumentaron a medida que siguieron el ejemplo de pureza, mansedumbre y total confianza en el poder de Dios, que tenía Jesús.

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