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"Jehová Te Guardará de...

Del número de agosto de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"Jehová Te Guardará de todo mal; él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre" (Salmo 121:7,8). Estas palabras alentadoras de la Biblia me ayudaron mucho en 1985 cuando fui transferida a otra ciudad. Fui asignada a un nuevo puesto en la compañía donde trabajo.

En el momento de partir, sentí un fuerte dolor en los ojos y comenzaron a lagrimear. Llamé por teléfono a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara por medio de la oración. El practicista me recordó que la vista no es algo físico, sino espiritual; y que en mi verdadera naturaleza como la expresión de Dios, yo no podía estar jamás privada de una visión perfecta.

No podía arreglármelas para leer siquiera durante el viaje, pero oré silenciosamente el Padre Nuestro, con la interpretación espiritual que da la Sra. Eddy en Ciencia y Salud. La siguiente parte me llamó mucho la atención:

"Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.

"Y Dios no nos mete en tentación, sino que nos libra del pecado, la enfermedad y la muerte.

"Porque Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos.

"Porque Dios es infinito, todo poder, todo Vida, Verdad, Amor, está por encima de todo, y es Todo" (pág. 17).

Al llegar a mi destino, pensé que todavía era de noche porque todo estaba oscuro. Luego me di cuenta de que por varias horas había sido de día, pero yo no podía ver la luz. Alguien que trabaja para la misma compañía donde yo trabajo entró en el ómnibus y me guió hacia afuera. Dos de los directores de la compañía estaban también presentes, y uno de ellos con mucha gentileza me mandó a ver a su médico, para que me examinara los ojos. Debido a su gentil atención, acepté; sin embargo, le dije que estaba confiando en Dios, y que no iba a tomar medicamentos porque ya había pedido ayuda, por medio de la oración, a un practicista de la Ciencia Cristiana.

El médico me dijo: "En las córneas tienes heridas que puedo ver perfectamente sin ninguna ayuda. Tú tienes que ser operada inmediatamente, y no te puedo garantizar una recuperación total de la vista". Le agradecí al médico por su atención, pero le dije que no quería ser operada porque era Científica Cristiana y me estaba apoyando exclusivamente en la oración.

Después me fui directo de la clínica al hotel donde me habían hecho las reservaciones. Allí llamé por teléfono al practicista para contarle la dificultad en que me encontraba. Me dio ánimo con varias palabras de la Biblia, y de Ciencia y Salud. También compartió conmigo un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana. Esto me consoló mucho y me tranquilizó.

Aquella noche fui a cenar con los dos directores, y como no podía ver nada, me fue muy difícil porque terminé desparramando la comida. Cuando regresé al hotel, me sorprendí al saber que una Científica Cristiana me había estado esperando. El practicista le pidió que me fuera a ver, y ella gentilmente me leyó pasajes recomendados por el practicista. También me leyó la Lección Bíblica de aquella semana. Durante los días siguientes, esta joven me vino a visitar y me ayudó en todo momento posible, ya que el lugar donde ella trabajaba quedaba cerca de donde yo me hospedaba.

El domingo, al tercer día después de mi llegada, me llevaron a los servicios dominicales de una Sociedad de la Ciencia Cristiana donde fui recibida con mucho amor. Uno de los miembros de esta Sociedad me invitó a almorzar, y a pesar de sentirme triste, acepté. En el restaurante, mientras esperaba que nos sirvieran la comida, me sentí muy deprimida. Así que repetí varias veces para mí misma el Padre Nuestro. De repente pensé: "Dios me ama y la prueba de este amor se hace evidente en que esta señora me ha invitado a almorzar; en la joven que me ha ayudado con mucho afecto por muchas horas; y en la ternura y el amor desinteresado expresado por ambas (en vista de que ni siquiera me conocían). También es evidente en el practicista que está orando por mí, y en las personas de mi compañía, que fueron tan amables conmigo". En ese momento sentí tal gratitud, un amor tan inmenso, que inmediatamente pude ver al camarero que estaba poniendo la comida en mi plato.

Cuando llegó el lunes mi recuperación había progresado mucho porque ya podía ver mejor y pude ir a mi oficina, donde tuve un día normal de trabajo. El martes estaba totalmente bien. Ese día fui a ver al médico nuevamente y él exclamó: "¡Es increíble! Y pensar que yo quería operarte, y hasta te dije que nunca volverías a tener una visión normal".

La curación ha sido permanente. Es más, después de esta curación mi visión ha estado mejor que antes. Anteriormente, tenía que renovar mi licencia de conducir cada dos años. Pero ahora el oficial, encargado de examinar la vista, me ha extendido la validez a cinco años, indicándome que mi vista mejora cada vez más. Yo atribuyo todo esto, a mi visión espiritual, que ha aumentado, y que me ha hecho conocer el mundo bajo una nueva luz, la totalidad del amor.

Estoy muy agradecida por lo que he aprendido en la Ciencia Cristiana, que la vida no es material, y que la verdadera visión no es física sino espiritual.


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