Hace Seis Años, mi familia tuvo una experiencia que cambió mucho mi concepto de Dios. Aunque fui criado en las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, no siempre me apoyé en la oración, pero eso ha ido cambiando. Lo que relato a continuación, me convenció de que de ahora en adelante quiero confiar en la Ciencia Cristiana cuando necesito curación.
Cuando nuestro hijo de seis años jugaba en la casa con sus dos hermanas menores, fuera del alcance del fuerte sol tropical, mi esposa y yo trabajábamos en el jardín del fondo de nuestra casa. El pequeño tenía instrucciones de llamarnos si nos necesitaban por cualquier cosa. Al principio no nos sorprendimos cuando vino corriendo gritando desde la casa. Pero cuando pudo hacerse entender, corrimos adentro. Nuestra hija de dos años parecía seriamente enferma aunque había estado perfectamente bien media hora antes.
Fui el primero en llegar y la tomé en mis brazos para observar qué le pasaba. Estaba enferma pero no podía darme cuenta de qué le sucedía. No parecía haber causa alguna. Entonces pensé que Dios era la única causa verdadera, el único creador, y que yo debía orar por mi hija. Comencé por repetir todas las oraciones que sabía.
Esto, sin embargo, ¡no fue suficiente! Al mirarla, noté que estaba esforzándose por respirar. Supe entonces que tenía que orar más fervorosamente. Jesús dijo: "Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público (Mateo 6:6).
Esto era lo que tenía que hacer. Tenía que impedir la entrada a todo pensamiento que no provenía de Dios. Entonces, con la niña en brazos, salí de la casa, y rehusé mirar la evidencia de enfermedad.
Mentalmente elevé mis brazos y la puse en manos de Dios, aunque mis brazos no se movieron. Hablé con Dios más o menos en estos términos: "Ella es tu hija así como yo soy y todos nosotros somos Tus hijos. Tú has creado a esta niña para que sea eternamente perfecta, como también a mí y a todos. Todo el universo gira en Tu armonía y amor, y refleja Vida".
No puedo enumerar todas las verdades espirituales que inundaron mi pensamiento. Ni puedo recordar el tiempo que transcurrió hasta que ella se movió pero cuando lo hizo por primera vez, desde que la llevé en brazos fuera de la casa, la miré, y vi que ya estaba bien.
Entré en la casa y al bajarla de mis brazos, salió corriendo a jugar con sus hermanos. La palabra gratitud no es suficiente para expresar el gozo que sentí. Reconocí que Dios nos dio esta hija y que Él la creó perfecta; por esta razón no podía haber en ella ninguna imperfección.
Dos días después, cuando mi esposa que es enfermera en la profesión médica, le preguntó a un doctor a qué se debían esos síntomas, él concluyó que se debía a la mordedura de una araña roja australiana (de la familia de la viuda negra americana), y éste era el único diagnóstico factible.
Después me pregunté: "¿Qué fue lo que hice correctamente?" La respuesta fue que confié totalmente en Dios y me esforcé por declarar la verdad de la Vida del hombre, y mentalmente me elevé, y razoné desde el punto de vista espiritual.
Stanwell, Queensland,
Australia
