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Terminemos con la confusión moral

Del número de agosto de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Tenía En La Mano el dinero que me habían dado de más. Estaba parada en el vestíbulo del banco, pensando si debía o no devolverlo al cajero que se había equivocado. Ese dinero nos hacía mucha falta y el banco era una institución de tantas y de la que yo había empezado a desconfiar. De pronto, recordé que me habían dicho que si al final del día, un cajero tenía diferencias en contra, debía reponerlas de su propio bolsillo. Mi corazón se solidarizó con el cajero. Fui directamente a la ventanilla y le entregué los billetes. Me olvidé por completo de la necesidad que teníamos de ese dinero. Pude darme cuenta de lo que correspondía hacer, lo hice y me sentí bien.

Años más tarde, después que comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, volví a pensar en ese día. No lo había podido olvidar, pues no podía creer que hubiera vacilado en devolver ese dinero. Fue un llamado de atención para que comprendiera que me estaba desviando moralmente, y esa experiencia, sumada a otras, influyeron para que recibiera con beneplácito, la verdadera Ciencia del Cristianismo.

La comprensión de la escena humana que me dio el estudio de esta Ciencia, me permitió ver cuáles habían sido las fuerzas mentales que me habían confundido. En esa época, el enemigo parecían ser las grandes empresas. La gloria de convertir a los Estados Unidos en la nación industrializada más destacada, había sido empañada por el hecho de que el público estaba más consciente de las políticas poco recomendables que se utilizaban en los negocios, políticas como las que se usan hoy en algunos de los países que se están liberando de gobiernos opresivos.

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