En 1990 Sufrí un complicado caso de anorexia, que casi me cuesta la vida. Me encontraba muy solo en ese tiempo, y seguí un tratamiento de psicoterapia. Me aislaba cada vez más de los demás, y finalmente prácticamente no comía nada. Perdí tanto peso que los médicos por último se dieron por vencidos. Por mi apariencia externa era apenas reconocible, y estaba demasiado débil como para recorrer aun distancias cortas sin utilizar todas mis fuerzas.
Finalmente, me acerqué a un Científico Cristiano, que había expresado su deseo de ayudarme. Luego de mi primera visita, me volví más y más consciente de que esta condición emanaba de un anhelo de recibir amor y afecto. Ambos estudiamos Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, en particular las páginas 221 a 224.
En nuestras conversaciones, el Científico Cristiano me aseguraba de que yo en realidad no podía estar solo y solitario, porque nada puede separar al hombre de la cercanía, protección, amor y afecto de Dios. Que morir no era algo que estuviera en mis manos, ya que el amor de Dios es indivisible, y como es la Vida divina, Él es eterno y sostiene todo.
Sentí que esta verdad comenzaba a cambiar mi pensamiento. No obstante, las dudas me llevaron a rechazar toda comida, y sufrí un colapso, pero luego decidí visitar al Científico Cristiano por segunda vez. Hablamos sobre este pasaje de Ciencia y Salud, el cual se refiere a un hombre que había hecho una dieta estricta debido a que sufría de problemas digestivos: "El alimento tuvo menos poder para ayudarlo o perjudicarlo después que se valió del hecho de que la Mente gobierna al hombre, y también tuvo menos fe en los llamados placeres y dolores de la materia. Afanándose menos en lo que había de comer o beber, consultando menos al estómago y más a Dios sobre la economía de la vida, recuperó sus fuerzas y su peso rápidamente" (pág. 222).
Nuevamente el saber que Dios estaba cerca y me protegía comenzó a llenar mi consciencia. El temor a las debilidades físicas cedieron gradualmente, y una tarde poco después de esta segunda visita, de pronto me sentí invadido de una gran calma y sentí que un gran amor inundaba mi ser, como nunca había experimentado antes. Me sentí verdaderamente amado. Mi temor desapareció, y todo era armonioso.
Pude ver claramente que esta enfermedad era una creencia autoimpuesta, un error que no era de Dios, y que yo podía volver a comer otra vez. Así lo hice, y en poco tiempo mi alimentación era completamente normal. Recuperé fuerzas y peso, así como una apariencia saludable.
Agradezco a Dios con todo mi corazón por esta curación. Donde el arte de la medicina había fallado, la Ciencia Cristiana me ayudó, y a pesar de que no soy un miembro de la iglesia, estoy estudiando esta Ciencia ahora.
Hamburgo, Alemania
