Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

En 1990 Sufrí un complicado...

Del número de agosto de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En 1990 Sufrí un complicado caso de anorexia, que casi me cuesta la vida. Me encontraba muy solo en ese tiempo, y seguí un tratamiento de psicoterapia. Me aislaba cada vez más de los demás, y finalmente prácticamente no comía nada. Perdí tanto peso que los médicos por último se dieron por vencidos. Por mi apariencia externa era apenas reconocible, y estaba demasiado débil como para recorrer aun distancias cortas sin utilizar todas mis fuerzas.

Finalmente, me acerqué a un Científico Cristiano, que había expresado su deseo de ayudarme. Luego de mi primera visita, me volví más y más consciente de que esta condición emanaba de un anhelo de recibir amor y afecto. Ambos estudiamos Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, en particular las páginas 221 a 224.

En nuestras conversaciones, el Científico Cristiano me aseguraba de que yo en realidad no podía estar solo y solitario, porque nada puede separar al hombre de la cercanía, protección, amor y afecto de Dios. Que morir no era algo que estuviera en mis manos, ya que el amor de Dios es indivisible, y como es la Vida divina, Él es eterno y sostiene todo.

Sentí que esta verdad comenzaba a cambiar mi pensamiento. No obstante, las dudas me llevaron a rechazar toda comida, y sufrí un colapso, pero luego decidí visitar al Científico Cristiano por segunda vez. Hablamos sobre este pasaje de Ciencia y Salud, el cual se refiere a un hombre que había hecho una dieta estricta debido a que sufría de problemas digestivos: "El alimento tuvo menos poder para ayudarlo o perjudicarlo después que se valió del hecho de que la Mente gobierna al hombre, y también tuvo menos fe en los llamados placeres y dolores de la materia. Afanándose menos en lo que había de comer o beber, consultando menos al estómago y más a Dios sobre la economía de la vida, recuperó sus fuerzas y su peso rápidamente" (pág. 222).

Nuevamente el saber que Dios estaba cerca y me protegía comenzó a llenar mi consciencia. El temor a las debilidades físicas cedieron gradualmente, y una tarde poco después de esta segunda visita, de pronto me sentí invadido de una gran calma y sentí que un gran amor inundaba mi ser, como nunca había experimentado antes. Me sentí verdaderamente amado. Mi temor desapareció, y todo era armonioso.

Pude ver claramente que esta enfermedad era una creencia autoimpuesta, un error que no era de Dios, y que yo podía volver a comer otra vez. Así lo hice, y en poco tiempo mi alimentación era completamente normal. Recuperé fuerzas y peso, así como una apariencia saludable.

Agradezco a Dios con todo mi corazón por esta curación. Donde el arte de la medicina había fallado, la Ciencia Cristiana me ayudó, y a pesar de que no soy un miembro de la iglesia, estoy estudiando esta Ciencia ahora.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 1996

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.