Hoy En Día la mente humana tiene muy ocupados a los investigadores. Tampoco causa sorpresa el hecho de que los investigadores no son los únicos que están fascinados con el tema. Para los que están interesados en encontrar una respuesta a los antiguos interrogantes sobre el origen, la estructura y el funcionamiento de la consciencia, la inteligencia, la percepción, la memoria, y otros aspectos del ámbito mental, ésta es una época de gran conmoción y búsqueda.
Los constantes estudios y publicaciones acerca de la mente humana dan a entender que los investigadores están a punto de encontrar respuestas trascendentales. Debido a que a través de los años la gente se ha sumergido cada vez más en la materia, en la creencia de que todo lo que se relaciona con la mentalidad tiene que ser producto del cerebro, han quedado muchas preguntas importantes sin responder. Y esto no es ninguna sorpresa para muchos pensadores. Por ejemplo, éste es el comentario de un lector que escribió a la revista Time: “Mientras los científicos piensen que la consciencia se encuentra en un cuerpo individual, encerrada en un cerebro individual, no les será posible encontrarla”.Time, August 7, 1995.
La consciencia, la percepción, el entendimiento, etc., no son funciones o capacidades materiales. Son completamente diferentes de los impulsos electroquímicos. En realidad, su origen es puramente espiritual. Dios, el Espíritu, que todo lo sabe, es la fuente de la inteligencia. Él nos concede sabiduría. La ley que gobierna toda acción armoniosa proviene de Dios, la Mente.
La idea de que la consciencia no está en la materia ni limitada por ésta, está comenzando a aparecer en los distintos tipos de declaraciones que algunos investigadores hacen hoy en día, como por ejemplo, lo que argumenta el Dr. Larry Dossey: “En mi opinión, la investigación más importante en este campo son las manifestaciones de la consciencia que no son personales”. Citado en “Welcome to the Mind-Body Revolution”, por Maarc Barasch, de la Revista Psychology Today, July — August, 1993. Cuando se hace un esfuerzo totalmente objetivo por encontrar respuestas, no se debe descartar la necesidad de alcanzar una mayor comprensión de que Dios, el Espíritu, es la Mente.
Pero, ¿cómo podemos aprender acerca de la consciencia, la identidad y la inteligencia, si la Mente divina, el Espíritu infinito, a quien recurrimos en busca de respuestas, está más allá del marco del estudio y la observación materiales; si no puede ser visto ni escudriñado ni investigado como uno lo haría con el cerebro? Esto lo podemos lograr recurriendo a Dios en oración. Un escritor del Nuevo Testamento nos dice: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Sant. 1:5.
Desde un punto de vista universal y materialista, los últimos desarrollos tecnológicos sugieren que contemplamos y comprendemos a la inteligencia materialmente. La idea de recurrir al Espíritu — realmente pedirle a Dios que nos dé entendimiento — puede parecer que no tiene nada que ver con el problema. Sin embargo, el orar a Dios ha demostrado una y otra vez, que la verdadera inteligencia tiene una base y un origen espirituales, y que nuestra verdadera necesidad al aprender más acerca de la inteligencia, es tener una mayor comprensión de la naturaleza, la operación y la voluntad de la Mente divina. De hecho, en base a su propia experiencia con la oración, Jesús enseñó a sus discípulos: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Mateo 6:8.
Por lo tanto, lo que se requiere es el deseo humilde y sincero de percibir lo que Dios está revelando acerca de Sí mismo, de Su creación y de Su gobierno perfecto. Dios es también Verdad y Amor, y se complace en revelar la verdad del ser en forma imparcial. Es propio de Su naturaleza manifestarse continuamente. Se deleita en revelar el Principio y las leyes divinas — la Ciencia — del ser.
Se logra una mayor comprensión de la naturaleza y la voluntad de la Mente divina por medio del estudio de la Ciencia Cristiana, el estudio de las leyes de Dios en acción. Esta Ciencia nos ayuda a comprender que nuestra verdadera identidad es la imagen y semejanza de Dios, de la Mente, y que es espiritual y perfecta. Y la Ciencia nos muestra que solo la Mente, el Espíritu puro, es la única fuente de la verdad. Mary Baker Eddy escribió en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: “El Espíritu imparte la comprensión que eleva a la consciencia y conduce a toda la verdad”. Más adelante agrega: “Esa comprensión no es intelectual, no es el resultado de logros eruditos; es la realidad de todas las cosas sacada a la luz”.Ciencia y Salud, pág. 505.
Aun así, las personas se hacen muchas preguntas sobre la mente humana. ¿De qué manera el orar a Dios, y el estudio de la Ciencia Cristiana responden a los interrogantes e inquietudes acerca del ego, la consciencia, los trastornos mentales y otras alteraciones? Cambiando el enfoque que se da a estos temas, encarándolos desde un punto de vista espiritual en vez de hacerlo desde una base material. Un conocimiento y demostración cada vez mayor de las leyes de Dios, revelan que los juicios de la mente humana que tratan de determinar lo que es causativo y real según el testimonio de los cinco sentidos físicos, son falsos. Los trastornos mentales, por ejemplo, no se originan en la materia, sino en la creencia falsa de que la mente se encuentra en la materia y por lo tanto está sujeta a limitaciones, enfermedad y decadencia. Sobre la base cristiana y científica de que la única Mente es Espíritu, el Dios perfecto y autoexistente, el bien, reconocemos que la Mente es ilimitada; que la enfermedad no es ni la causa ni el efecto de la Mente, y que la Mente perfecta es el hacedor del orden verdadero y no del desorden. Es a través de esta comprensión espiritual que los principales conceptos erróneos son corregidos, y se restablece la normalidad.
Al contemplar todas las cosas desde su punto de vista estrictamente material, la llamada mente mortal no puede percibir lo que la Mente divina está revelando de su orden perfecto, de su inteligencia y de nuestra verdadera identidad como la imagen y semejanza de Dios. Pero cuando cedemos ante la Mente divina, comprendemos que la inteligencia y la bondad, el amor y el correcto funcionamiento de cada aspecto de nuestra vida, forman parte del hombre porque es la semejanza de Dios. Estas cualidades no se originan en la mente humana ni en la materia. Provienen de la Mente divina. Son puramente espirituales, están siempre presentes, son ilimitadas, están intactas y nos pertenecen porque somos reflejos de Dios. Cuando comprendemos mejor esta verdad fundamental, percibimos con más claridad que el poder de la Verdad divina puede desenmascarar y eliminar todo rasgo equivocado, defecto o enfermedad que erróneamente se considere real o que forma parte del hombre. Esta declaración sobre el poder de la Verdad divina es la esencia de la regeneración y curación cristiana.
Jesús no permitió que el testimonio de los sentidos físicos le indujera a creer que el hombre posee una mente separada de Dios, que esta mente es un enigma, que además es material, y que únicamente a través de medios materiales se puede comprender el terreno mental y sanar los trastornos mentales. Pensemos en el hombre que Jesús encontró, “encadenado y viviendo en los sepulcros”. Véase Lucas 8:26–35. Aquí tenemos a alguien de quien se decía que estaba poseído por los demonios, a quien probablemente se catalogaba de demente. ¿Cómo enfrentó Jesús este trastorno mental? El Maestro Cristiano por excelencia comprendió que la única Mente es Cristiano por excelencia comprendió que la única Mente es Dios, que es todo bien, y demostró la naturaleza divina y su poder para echar fuera al espíritu inmundo. El escritor relata que Jesús ordenó al espíritu inmundo que saliera del hombre. El relato continúa diciendo: “Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio”.
¿No es acaso este “cabal juicio” lo que los investigadores y otros están tratando de comprender? Todo esto lo comprenderemos cuando reconozcamos que algo más que materia sin mente es la fuente de la inteligencia, la única consciencia y el fundamento de toda acción. Ese algo es el Espíritu, la Mente divina.