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Los niños son triunfadores no víctimas

Del número de septiembre de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Un Clima de gran preocupación general por la seguridad y el bienestar de los niños, los padres que estudian la Ciencia Cristiana y la practican, agradecen cada vez más el excelente cuidado y protección que pueden brindar a sus familias al apoyarse únicamente en Dios. Este cuidado se pone de manifiesto cuando comprendemos a Dios y Sus leyes, y se expresa en salud, seguridad y tranquilidad. Las familias que han tenido curaciones en la Ciencia Cristiana reconocen que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmo 46:1.

Nuestros cuatro hijos crecieron en una ciudad grande y en sus escuelas tuvieron que enfrentarse con actos de vandalismo, robos y conflictos raciales. Las comunidades suburbanas y rurales también están enfrentando estos problemas. Como padres no podemos estar con nuestros hijos todo el tiempo. Durante su crecimiento ¿cómo podemos ayudarlos a comprender que no necesitan ser víctimas de imposiciones tales como robos, pérdidas o ira?

El enseñarles a enfrentar estas situaciones en la práctica es algo, pero no siempre es suficiente. Mi esposo y yo nos dimos cuenta de que podíamos enseñar a nuestros hijos a ejercer el poder y el dominio que Dios les ha dado sobre cualquier injusticia. Mary Baker Eddy, la autora de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, y ferviente seguidora de Cristo Jesús, escribe: “Una demostración de las verdades del Alma a la manera de Jesús transforma las visiones oscuras del sentido material en armonía e inmortalidad... Quitar del pensamiento confianzas equivocadas y testimonios materiales a fin de que aparezcan las verdades espirituales del ser, ése es el gran logro por el cual eliminaremos lo falso y daremos entrada a lo verdadero”.Ciencia y Salud, pág. 428.

Cuando Jesús se enfrentó con condiciones humanas inmorales, ilegales y enfermizas, él apoyó la inocencia natural y espiritual de cada uno de nosotros. Puesto que Dios es Espíritu, el Alma, y el hombre es Su semejanza espiritual, podemos comprender que las características maliciosas y pecadoras son mentiras, o imposiciones, que debemos rechazar.

Jesús no ignoraba el pecado y la enfermedad. Por el contrario, él amaba tanto la naturaleza real, espiritual e inmortal del hombre, que esas imposiciones mortales y materiales falsas eran destruidas, y la bondad inherente de la imagen de Dios se revelaba como un hecho permanente. El Maestro nos demuestra que podemos dejar de lado los medios materiales de enfrentar cualquier amenaza y ver la naturaleza espiritual del hombre, que no puede ser tocado por el pecado y la enfermedad.

Debido a su pureza espiritual, los niños naturalmente insisten en la bondad inherente del hombre. Nuestra familia tuvo una prueba de esto hace muchos años cuando nuestro hijo mayor era muy pequeño. Mi esposo y yo estábamos discutiendo. Allí estábamos cara a cara, gritándonos el uno al otro. De pronto, nos dimos cuenta de que nuestro pequeño se había metido entre nosotros y había abrazado nuestras piernas. Miró nuestras sorprendidas caras, y declaró firmemente que nosotros éramos los hijos de Dios, que se querían el uno al otro, y que ¡el estar enojados era un error! Nuestro hijo simplemente expresó el hecho espiritual que había aprendido de que nuestro hogar y las relaciones están basadas en el Amor, Dios, y reflejan la relación inseparable que existe entre Dios y Sus hijos queridos. La discusión terminó ahí mismo.

Esas declaraciones son poderosas cuando reconocen la realidad espiritual, nuestra verdadera naturaleza como imagen y semejanza espiritual de nuestro Hacedor. Los niños están tan capacitados como los adultos para ejercer este poder, porque el poder se encuentra en el reconocimiento de los hechos de Dios, y ese poder es nuestro por reflejo.

Nuestra sincera oración por los niños, los pone bajo el gobierno y cuidado constante de Dios.

Tenemos autoridad divina para eliminar la mentira del conflicto material, y es Dios, la Verdad, quien lo hace. La Sra. Eddy afirma: “Lo que extermina al error es la gran verdad que Dios, el bien, es la Mente única y que el supuesto contrario de la Mente infinita — llamado diablo o mal — no es Mente, no es Verdad, sino error, sin inteligencia ni realidad”.Ibid., pág. 469.

Nuestra sincera oración por los niños, los pone bajo el gobierno y cuidado constante de Dios. No debemos mantenerlos apartados de los desafíos de la vida, sino que debemos equiparlos para enfrentar esos desafíos con una confianza cristiana y científica en Dios. Podemos despertar en ellos su propia habilidad para reemplazar las mentiras de la materialidad desenfrenada y destructiva, con la verdad sanadora que nulifica el mal y sus amenazas.

Años después, nuestra hija enfrentó un desafío de este tipo mediante la oración. En aquella época ella y su hermano estaban asistiendo a una escuela en un país extranjero. Durante esta aventura tuvieron que viajar con frecuencia, y ellos estaban aprendiendo a aplicar lo que habían aprendido en nuestro hogar y en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana acerca de la armonía y seguridad que tiene el hombre en Dios. Ellos sabían que estaban haciendo lo correcto y actuando en obediencia a la dirección del Amor. Y tuvieron muchas oportunidades de demostrar que el gobierno de Dios era real y práctico allí mismo donde el pensamiento material declaraba que las circunstancias estaban simplemente más allá de su control.

En esta oportunidad, los niños viajaban en tren de camino a la escuela. En una de las paradas, nuestra hija se dio cuenta de que su equipaje, que tenía muchas de sus más queridas posesiones, ya no estaba en el tren. Notificaron a las autoridades, y les informaron que cuando se producía este tipo de robo por lo general no había esperanza de que se recuperaran las pertenencias. Con cortesía le dijeron que lamentablemente no era probable que volviera a ver su equipaje ni el contenido.

Ella y su hermano nos llamaron por teléfono desde esa estación de tren, no para contarnos las malas noticias, sino para pedirnos que los apoyáramos afirmando que todo lo que ella necesitaba y amaba estaba intacto, y que era inseparable de Dios, y que el hombre de Dios era el hecho verdadero, allí mismo donde parecía haber un ladrón.

Aunque estábamos separados por la distancia, nuestra familia inmediatamente se unió en oración. Al continuar su viaje, nuestra hija oró como había aprendido a hacer como estudiante de la Ciencia Cristiana, en este caso, buscando la evidencia de la bondad de Dios reflejada en el hombre allí mismo. Después me dijo que le sorprendió la bondadosa actitud de las autoridades del ferrocarril y de la policía, quienes expresaron su preocupación por la pérdida y comenzaron a buscar con diligencia.

Cuando llegó a la escuela esa noche, ella decidió que no hablaría acerca del problema con nadie que no necesitara saber al respecto. Ella sabía que buscar la lástima de los demás por haber sido víctima de un robo era incompatible con ver al hombre honesto de Dios. Sabiendo que no había perdido el bien que era suyo como hija de Dios, ella de ningún modo iba a cambiar la agradable condescendencia de alguien por la alegría de la curación. En lugar de eso, se mantuvo en oración manteniendo firmemente en el pensamiento al hombre inocente, la idea espiritual, de Dios.

¡Qué feliz se sintió al día siguiente cuando se comunicaron con ella las autoridades del ferrocarril! Bastante sorprendidos, le informaron que habían encontrado su equipaje tirado en una estación alejada en medio del campo. Aparentemente alguien había urgado entre las cosas pero no se había llevado nada. ¡Ella estaba tan feliz! Las autoridades del ferrocarril bondadosamente se apresuraron a enviarle cuanto antes el equipaje perdido.

Como padres, también nos regocijamos por la victoria que ella tuvo sobre las mentiras de que le habían robado algo y perdido sus pertenencias. Fue maravilloso y reconfortante saber que, al aferrarse a la inocencia del hombre, ella pudo eliminar “lo falso y [dar] entrada a lo verdadero”. Todos supimos también que al persistir en ver sólo al hombre de Dios, no a un “ladrón” ni a una “víctima”, todos los involucrados — incluso la persona que se llevó el equipaje — verían justicia. Nunca supimos si capturaron a la persona, pero estamos convencidos de que ese conocimiento de la verdad, incluye a toda la humanidad en su afirmación del bien. El resultado inevitable es que el mal no es simplemente desplazado, sino destruido, y que todas las personas son salvas.

El próximo número es para la familia, y los niños en especial.

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