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Cómo sanar los efectos del abuso sexual de los niños

Escrito especialmente para el Heraldo

Del número de septiembre de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Niñez Feliz puede brindar un fundamento sólido sobre el cual desarrollar la vida adulta. Pero una experiencia traumática puede debilitar esas bases y producir efectos malsanos que luego repercuten en la vida adulta. Se dice que el abuso sexual, como cualquier experiencia dolorosa, produce un daño permanente porque uno no puede volver atrás y cambiar lo que ocurrió. Cuando esto sucede con los niños, parece que es mucho peor, porque tienen que lidiar con algo que ni siquiera entienden.

¿Acaso podemos sanar los efectos del abuso sexual de los niños? Sí, si entendemos que el hombre, el hijo de Dios, es más que el ser físico que aparenta ser y que Dios es algo más que una figura lejana.

La Ciencia Cristiana puede ser muy útil en una situación así. Todo aquel que se sienta dolorido por ese pasado, puede sentirse libre y completo otra vez comprendiendo mejor la naturaleza de Dios y la relación del hombre con Él. Es así como uno encuentra el bálsamo sanador que elimina todo vestigio de contaminación y desprecio. El estudio de la Biblia y Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy, nos permite adquirir un entendimiento más profundo de Dios como Amor infinito, y con este entendimiento, descubrimos que las heridas que se produjeron cuando fuimos víctimas inocentes de la inmoralidad de otro, desaparecen, no se alejan, sino que son olvidadas. La Ciencia Cristiana sana, no ayudándonos simplemente a olvidar algo malo, sino mostrándonos lo que somos en realidad — la idea espiritual, el hijo bien amado de Dios — eternamente bueno y puro. Eliminamos los efectos de una mala experiencia cuando comprendemos la identidad inmaculada del hombre, que es completamente espiritual. Estas verdades pueden ayudar a traer curación al niño que ha sufrido este abuso, así como brindar libertad a nuestra propia vida si hemos sufrido una experiencia así.

Comprendí entonces que la identidad espiritual que era yo y siempre seré yo — y no hay ninguna otra — nunca había sido tocada.

Cuando era pequeña, el vecino de al lado comenzó a abusar sexualmente de mí. Yo no se lo dije a nadie, primero porque no sabía lo que estaba sucediendo. Más tarde me sentí intimidada. Cuando era adolescente nos mudamos y sentí que me había escapado. En aquellos días no se hablaba del abuso sexual. Años más tarde, cuando se empezó a hablar sobre este tema en los noticieros, comencé a tener muy fuertes dolores de estómago. Comprendí que había enterrado el problema pero no lo había sanado.

En esos años había comenzado a estudiar la Ciencia Cristiana, y entonces llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara. Yo sabía que los problemas se podían sanar al adquirir un mejor entendimiento de mi relación con Dios. Con la oración del practicista y la mía propia, los sentimientos de enojo y pérdida desaparecieron, y obtuve un mayor entendimiento de mi naturaleza espiritual y de que Dios es mi verdadero origen. Pero aún me sentía herida.

La curación ocurrió cuando le pregunté al practicista cómo podía ser que algo que había sido contaminado fuera limpio otra vez. Aún recuerdo lo liberada que me sentí cuando el practicista me explicó que la pureza es una cualidad espiritual y no material. Me sentí limpia. El sentimiento de contaminación se diluyó con todo su peso. Comprendí entonces que la identidad espiritual que era yo y siempre seré yo — y no hay ninguna otra — nunca había sido tocada. En una alegoría sobre un juicio en Ciencia y Salud, la Sra. Eddy describe el estado saludable del prisionero una vez que fue encontrado inocente. Yo me sentí de la misma manera, “regenerad [a], fuerte y libre”.Ciencia y Salud, pág. 442. Por supuesto que la condición física desapareció también.

Debido a que Dios y el hombre son uno, el hombre por siempre expresa o refleja todo lo bueno de Dios. Es como el sol y sus rayos. Los rayos de luz expresan la naturaleza del sol, mostrándonos su calor y luz. Los rayos siempre expresan el calor y la luz del sol. Los rayos nunca se van a quedar sin calor y luz, porque ellos emanan de una fuente inagotable.

Un rayo de luz no puede oscurecer ni tomar algo de otro rayo. Y la virtud del hombre está a salvo del robo y la destrucción porque su fuente es Dios. Como explica Ciencia y Salud: “El espíritu diversifica, clasifica e individualiza todos los pensamientos, los cuales son tan eternos como la Mente que los concibe; pero la inteligencia, existencia y continuidad de toda individualidad permanecen en Dios, que es su Principio divinamente creador”.Ibid, pág. 513.

La creencia de vida en la materia declara totalmente lo contrario. Considera que el hombre es un ser material, quizás creado por Dios en algún punto, pero que ahora está apartado de Él, abandonado para que se defienda a sí mismo. Dice que el hombre al comienzo puede tener algo de bien pero que es su problema mantenerlo.

Esto no es verdad. El hombre no se encuentra solo y apartado de su Hacedor, sino que está unido a Él; unido y apoyado por el Principio divino. No depende de él mismo sino del Amor divino para satisfacer todas sus necesidades. El hombre no vive en la materia donde se encuentra desprotegido y puede ser invadido por el mal; él vive en el Espíritu, donde se mantiene siempre intacto e indestructible. La promesa que Dios hizo a Josué en la Biblia es también para todos nosotros: “Como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé”. Josué 1:5.

La pureza y la inocencia, cualidades que el abuso sexual pareciera destruir, en realidad nunca pueden extinguirse, porque son cualidades espirituales, permanecen intactas debido a su fuente divina. Nuestra unicidad con Dios, el bien, nos garantiza que todo el bien es nuestro, y nadie nos lo puede quitar, ni a nosotros ni a ningún hijo de Dios.

Cuando algo del pasado nos atormenta, no tenemos que tolerarlo. Podemos sanar esos malos efectos recurriendo a Dios. Él nos libera y nos da la habilidad para demostrarlo. Cuando comprendemos nuestra espiritualidad como semejanza espiritual de Dios, podemos sanar los efectos del abuso sexual.

El buscar y encontrar en Dios lo que pensamos que hemos perdido o nos quitaron, prueba Su amor por nosotros. Comprendemos que estamos seguros en los brazos del Amor divino. Allí es donde siempre estuvimos, y es allí donde estamos nosotros — y cada niño — por toda la eternidad.

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