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Mary Baker Eddy: toda una vida de curación

Esta serie trata sobre las curaciones realizadas por Mary Baker Eddy. Las mismas empezaron en su niñez y continuaron toda su vida; algunas se publican por primera vez.

Impulsada por el amor (1890—1892)

Del número de septiembre de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A principios de 1890, Mary Baker Eddy se encontraba en una de las encrucijadas más importantes de su vida. El año anterior se había mudado de Boston, Massachusetts, a Concord, New Hampshire, con el propósito de revisar en profundidad su libro de texto sanador, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Antes de dar este paso, para reducir las demandas que se le hacían, la Sra. Eddy había renunciado como Pastora de la Iglesia de Cristo (Científico) de Boston; había entregado la responsabilidad de publicar The Christian Science Journal a un “Comité encargado de la Publicación” integrado por sus alumnos; había disuelto la asociación de sus alumnos, cerrado el Colegio Metafísico de Massachusetts, del que era Presidenta y maestra, le había pedido a la iglesia de Boston que el gobierno de sus asuntos no estuviera más en manos de la congregación, y que continuara manteniendo sus servicios como una organización de voluntarios. Bajo su guía se nombró una Junta Directiva encargada de mantener los servicios de la iglesia, y de contratar un pastor que predicara en estricto acuerdo con las enseñanzas de la Ciencia Cristiana.

Habiendo hecho estos arreglos, la Sra. Eddy se dedicó de lleno a revisar su libro. No tenía la intención de agregar ideas nuevas, sino más bien elucidar e iluminar con más precisión los conceptos divinamente inspirados que éste contenía desde que lo escribió por primera vez. Cuando se publicó la quincuagésima edición de Ciencia y Salud en enero de 1891, se encontraron gran cantidad de cambios muy significativos, por ejemplo, los capítulos estaban organizados de otra manera, varios capítulos tenían títulos nuevos; se habían incorporado por primera vez títulos marginales; citas de la Biblia aparecían al comienzo de cada capítulo en lugar de las citas literarias que había antes; las treinta y ocho páginas del índice anterior habían aumentado a setenta y una; en todo el libro, partes del texto habían cambiado de lugar, cuarenta páginas de material nuevo habían sido añadidas y casi todas las páginas mostraban evidencia de algunos cambios. La Sra. Eddy le escribió a dos de sus alumnos sobre esta nueva edición: “Mi objetivo especial... fue sistematizar de tal forma la declaración de la Ciencia, que el erudito sea obligado a ver que es una verdad demostrable, y puede comprenderse sobre la base de la demostración”. Documento de Historia de la Iglesia: L08229, Departamento de Historia de La Iglesia Madre.

La Descubridora de la Ciencia Cristiana no escribió Ciencia y Salud desde una base teórica. Si bien todos sus conceptos primero le vinieron como revelación divina, no empezó a escribir el libro hasta que probó su practicidad sanando a otros mediante la oración cristianamente científica. Tal vez para destacar este punto, ella agregó a la nueva edición lo siguiente: “Aplicando en la práctica las reglas de la Ciencia, la autora ha restablecido la salud en casos de enfermedades tanto crónicas como agudas, en sus formas más graves. Se han cambiado secreciones, se ha renovado el organismo, se han alargado extremidades encogidas, se ha devuelto la flexibilidad a articulaciones cicatrizadas y se ha restaurado a su estado normal a huesos cariados”.Ciencia y Salud, 50a. edición, 1891, págs. 55–56. Véase además edición actual, pág. 162.

Respecto a las “extremidades encogidas”, es muy posible que la Sra. Eddy hubiera estado pensando en una curación que ocurrió alrededor de un año antes que se fuera de Boston. El hombre que fue sanado relató su experiencia a un Científico Cristiano en Los Angeles en 1903:

Hace unos dieciocho años, cuando vivía en Boston, me caí al pavimento desde el segundo piso de un edificio en el que estaba trabajando. Me fracturé una pierna en tres lugares. Me llevaron al hospital donde trataron de ayudarme. Me dijeron que la pierna estaba en tan malas condiciones que tendrían que amputarla. Les dije que prefería morir antes de consentir a que lo hicieran. La dejaron que sanara lo mejor posible y come resultado tenía que usar una bota de hierro de más de veinte centímetros de altura. Me llamaron para hacer un trabajo menor en casa de la Sra. Eddy, en la Avenida Commonwealth, en Boston. La Sra. Eddy vino a la habitación en que yo estaba trabajando y al observar mi condición comentó amablemente: “Supongo que esperará poder sacarse eso en algún momento”. Le contesté que no, que todo lo que podía hacerse por mí ya se había hecho y que ahora me las tenía que arreglar usando un bastón. La Sra. Eddy me pidió que me sentara porque me iba a dar un tratamiento. Cuando lo terminó me dijo: “Vaya a su casa, sáquese esa bota de hierro y dele a su pierna la oportunidad de enderezarse”. Regresé a casa, seguí sus instrucciones y ahora estoy tan bien que, en lo que a mí respecta, las dos piernas están igualmente sanas.Journal, Diciembre de 1905, pág. 572.

La Sra. Eddy sanaba de la misma manera que amaba a Dios: simplemente estaba en su naturaleza y lo había estado desde su niñez. No había nada más importante para ella que hacer la voluntad de Dios, la que percibía al orar diariamente. Siempre estaba instando a sus alumnos a apoyarse más en Dios en vez de recurrir a ella para que los aconsejara; a veces en sus cartas los hacía referirse a Proverbios 3:5, 6 en la Biblia. Pero esto de ningún modo quería decir que había dejado de interesarse por ellos. Todo lo contrario, la Sra. Eddy consideraba a sus alumnos como hijos propios. Le escribió a uno de ellos: “Dios me ha dado lecciones nuevas y yo también tengo que ‘ocuparme de los negocios de mi Padre’. No creas que es por falta de amor, sino por una convicción de lo que es mi deber lo que me hace desear alejarme de la sociedad”. Documento de Historia de la Iglesia, L04139.

Durante este período lo que más se destaca en la correspondencia de la Sra. Eddy, es la gran necesidad de amarse mutuamente. Un hermoso ejemplo de esto puede verse en las palabras que le escribió a un alumno:

Hago votos para que en estas Pascuas recibas mi oración... ‘Hijitos, os mando que os améis unos a otros’... debes amar a todos. No importa si ellos te persiguen, aun así tienes que amar a todos. Pero es tu deber amar especialmente a los hermanos. Tienes que reunirte con ellos, animarlos en su labor, señalarles la senda del amor y mostrársela al amarlos primero y esperar con paciencia a que ellos den este gran paso a tu lado, amándoos unos a otros y caminando juntos. Esto es lo que debe ver el mundo antes que podamos convencerlo de las verdades de la Ciencia Cristiana. Documento de Historia de la Iglesia: L08931.

Cuando surgió una desavenencia entre los Científicos Cristianos de Chicago sobre la controvertida actuación de George Day, Véase Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Trial (Boston: The Christian Science Publishing Society, publicado por primera vez por Holt, Rinehart y Winston, 1971), págs. 267–268. pastor de su Iglesia de Cristo, Científico, la Sra. Eddy escribió a una maestra Ellen Brown Linscott, C.S.D. de la Ciencia Cristiana de esa ciudad acerca del gran amor que sentía por todo lo bueno que había dicho y hecho este señor, “he olvidado y perdonado todo lo que ha dicho en mi contra”. Concluyó esa carta de este modo:

Por favor muéstrame cuán grande es tu amor a Dios perdonando, y más aún, amando a todo el género humano, y esta vez te ruego que demuestres ser la mejor cristiana de los dos al dar el primer paso hacia la reconciliación. ¿Harás esto querida? Mi corazón sangra con este nombre entre los hombres, que no somos hermanos. Me degradaría al polvo si con eso pudiera lograr que esto no fuera así. Documento de Historia de la Iglesia: L11026

La semana anterior, la Sra. Eddy se había enterado que el Sr. Day estaba enfermo y le envió “una carta con la intención de sanarlo”. Documento de Historia de la Iglesia: L12650. Dos días después de escribirle a la maestra de Chicago, la Sra. Eddy se enteró de que su carta para el Sr. Day había cumplido su propósito.

Al escribirle a otro alumno sobre la relación del Amor divino con la curación, la Sra. Eddy dijo:

Se te hará más fácil sanar y lo harás con mayor rapidez a medida que comprendas que Dios, el Bien, es todo y que el Bien es Amor. Tienes que llenarte de Amor y despojarte del sentido falso denominado amor. Tienes que sentir el Amor que nunca falla, ese sentido perfecto de poder divino que hace que la curación ya no sea un poder sino gracia. Entonces tendrás el Amor que echa fuera el temor y cuando se destruye el temor desaparece la duda y el trabajo queda hecho. ¿Por qué? Porque nunca estuvo sin hacerse. Documento de Historia de la Iglesia: L08565. Véase We Knew Mary Baker Eddy (Boston: The Christian Science Publishing Society 1979), págs. 90–91.

En la primavera de 1891, el capitán Joseph S. Eastaman, uno de los integrantes de la Junta Directiva de la iglesia de voluntarios en Boston, presenció una demostración de lo que es una curación sin temor. Relató esta experiencia a una persona que después la repitió para la posteridad:

El capitán Eastaman tenía una entrevista con la Sra. Eddy... Llegó a su casa a la hora acordada y fue recibido en la puerta por el secretario de la Sra. Eddy, Calvin Frye, quien lo acompañó a la sala de recepción, luego subió al primer piso para informarle a la Sra. Eddy de la llegada del capitán. Cuando el Sr. Frye empezó a descender de la escalera de pronto se precipitó de cabeza hasta llegar al pie de la escalera, evidentemente con el cuello fracturado a causa de la caída. La Sra. Eddy al escuchar el ruido, acudió y desde lo alto de la escalera preguntó ¿qué pasa?, entonces notó que el Sr. Frye estaba tendido en el piso. Dijo: “Calvin ponte en pie”. Lo repitió: “Calvin, ponte en pie de inmediato”. La tercera vez dijo calmadamente: “Calvin, levántate inmediatamente, estás bien”. El Sr. Frye se levantó en seguida, miró hacia arriba y vio que la Sra. Eddy estaba bajando la escalera y entonces se fue caminando hacia otra habitación. El capitán Eastaman tuvo su entrevista con la Sra. Eddy y se fue para tomar el tren de vuelta a Boston. El capitán estaba seguro de que había presenciado una experiencia en la que se había vencido la pretensión de muerte causada por un accidente. Recuerdos de Arthur A. Maxfield, Historia de la Iglesia. El capitán Eastaman dio este testimonio unos años después en el Edificio Original de La Iglesia Madre: recuerdos de Eloise M. Knapp, Historia de la Iglesia.

El registro diario de actividades que llevaba Calvin Frye muestra que su trabajo para la Sra. Eddy continuó sin ninguna interrupción o dificultad ocasionada por este incidente. Vivió una vida saludable y activa por muchos años después de eso. Unos cuatro meses después, otro estudiante, David A. Easton, visitó a la Sra. Eddy en su casa. Le dijo que se estaba muriendo de tuberculosis. Una semana más tarde le escribió:

He sanado. Me di cuenta al día siguiente de mi visita... Cuando acudí a usted parecía estar en una súbita corriente de pensamiento mortal, que no podía resistir y que me estaba destruyendo. Sus pocas pero vigorosas palabras parecieron elevarme por encima de esa corriente. Me siento como un hombre nuevo. Carta de Easton, 30 de septiembre de 1891, Historia de la Iglesia.

En su respuesta la Sra. Eddy le dijo que había sentido la presencia sanadora de Dios cuando estuvieron juntos. Procedió a decir: “Dile a tu esposa que te permita esta vez ir a predicar el evangelio de la curación. Acuérdate de este deber cuando llegue la hora”. Documento de Historia de la Iglesia: L04680. Un año y medio después la Sra. Eddy le solicitó a la Junta Directiva que lo llamara para servir como pastor de La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston.

Cuando la Sra. Eddy reorganizó la iglesia de Boston en el verano de 1892, ésta dejó de ser una iglesia local para convertirse en una internacional. Más importante todavía fue la sustitución del antiguo gobierno de la congregación y la participación de sus miembros, por una iglesia gobernada divinamente por leyes inspiradas. Ella había disuelto la organización anterior debido a las continuas disputas internas de los congregantes causadas por unos pocos miembros. Su ideal de gobierno de iglesia era aquel apoyado por el amor recíproco de los miembros.

En el número de marzo de 1892 del Journal, la Sra. Eddy escribió acerca de la organización de la iglesia en los mismos términos que usaba para describir el matrimonio: “Si nuestra iglesia está organizada, es para que se cumpla la exigencia: ‘Deja ahora’. La verdadera norma cristiana es el amor al prójimo. Este vínculo es totalmente espiritual e inviolable”.Journal, Marzo de 1892, pág. 488. Véase también Escrutos Misceláneos, pág. 91.

Para apoyar mejor este concepto, la Sra. Eddy fue inspirada a hacer que su iglesia reorganizada estuviera gobernada por Reglas que ella escribió, Reglas basadas en la ley de Dios. De esta manera, si obedecían estas Reglas, las opiniones humanas de los miembros no tenían cabida y en consecuencia no podían inhibir el amor que los miembros se tenían entre sí.

El 1° de septiembre de 1892, la Sra. Eddy estableció La Primera Iglesia de Cristo, Científico, mediante una escritura de Fideicomiso que creaba La Junta Directiva de la Ciencia Cristiana para administrar la Iglesia de acuerdo con las Reglas que ella había escrito. Cada una de estas Reglas, o Estatutos, fue divinamente inspirada para responder a la necesidad no sólo del momento, sino del futuro también. En 1895, estas Reglas y Estatutos fueron compiladas y publicadas como el Manual de La Iglesia Madre.

En octubre la Sra. Eddy le escribió a un estudiante:

Mi tarea del verano pasado, de enfrentar la tormenta de guías ciegos, liberar a la gente y establecer la Iglesia de Cristo en Boston, va más allá de toda descripción. Pero fui capacitada para realizarla. Esta nueva forma de gobierno de Iglesia es una luz puesta en un monte. Documento de Historia de la Iglesia: L01584.

Esta “luz” es producida por la llama del Amor divino, el poder y la gracia que existe para la curación de la humanidad, individual y colectivamente, el mismo poder y gracia en que se apoyan todas las obras sanadoras de Mary Baker Eddy.

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