¿No Estarías Ansioso de aprender más acerca de Dios si descubrieras que comprenderlo a Él espiritualmente revela el plan que tiene para ti? Como Dios es infinito, el bien siempre presente, Su designio para ti es el bien ilimitado. Si atesoras tu relación con Dios, puedes percibir cuál es Su propósito para ti, y tu pensamiento y tu proceder son guiados más claramente.
Quizás recuerdes el relato de la Biblia de cómo Pablo confió en Dios y en el propósito que tenía para él. En el Nuevo Testamento leemos sobre el viaje por mar que realizó Pablo cuando era prisionero de Roma. Véase Hechos capítulo 27. El barco navegaba de Creta a Roma, cuando repentinamente se desató una tormenta. Los otros pasajeros temían que el barco se rompiera en pedazos, pero Pablo sabía que ellos llegarían a destino. Se puso de pie y dijo a sus compañeros de viaje: “...os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros... porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César”.Ibid., versículos 22–24. Aunque encallaron la embarcación y ésta “se abría con la violencia del mar... aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra”.Ibid., versículos 41 y 44.
¿De dónde venía la confianza de Pablo en que él llegaría a destino? Venía directamente de Dios. Pablo, un seguidor de Cristo Jesús, ciertamente sabía que los mares tormentosos, el temor y la voluntad humana no pueden interferir con el propósito que tiene Dios para el hombre. Él sabía que la voluntad de Dios bendice a uno y a todos.
En las Escrituras leemos que el hombre es hecho a imagen y semejanza de Dios. Por lo tanto, las hijas y los hijos de Dios son la expresión misma de Dios, el bien. Son Su linaje bendito y espiritual. Como tal, ellos lo glorifican a Él, y están en armonía con Su propósito. En el libro de Isaías, Dios declara: “Diré al norte: Da acá; y al sur: No detengas; trae de lejos mis hijos, y mis hijas de los confines de la tierra, todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice”. Isa. 43:6, 7.
La ansiedad y la duda son imposiciones que oscurecen nuestra perspectiva del propósito que tiene Dios para nosotros.
El estudio de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy, revela que el propósito del hombre es expresar la naturaleza de Dios. Vemos nuestro propósito claramente, y lo cumplimos, a medida que reflejamos, en toda oportunidad que se nos presenta, cualidades divinas tales como vigilancia, honestidad, equidad, inteligencia, amor y fortaleza. Si las practicamos con constancia, estas cualidades revelan la presencia tangible de la armonía infinita. Sentimos mayor paz y dominio. Ése es el resultado del crecimiento espiritual, que nos lleva naturalmente al éxito en nuestras actividades, ya sea en la escuela o en el trabajo. El tormento de la incertidumbre y el temor al fracaso desaparecen.
La ansiedad y la duda son imposiciones que oscurecen nuestra perspectiva del propósito que tiene Dios para nosotros. No tienen poder, y no son parte de la verdadera naturaleza de Dios. Por lo tanto, las podemos y debemos rechazar porque son mentiras. Esas imposiciones nos impulsan a percibir las soluciones espirituales que ya están presentes. Nos obligan a estar atentos para recibir el bien que fluye de la fuente de todo bien, Dios.
Si estamos inseguros respecto al resultado de un examen, una relación, una entrevista, o perspectivas laborales, podemos dejar de sentir temor porque sabemos que Dios es invariable, y también lo es Su expresión, el hombre. Dios es la Mente divina, la fuente de toda sabiduría, amor y armonía. Como idea de la Mente, el hombre incluye estas cualidades. Por consiguiente, siempre tenemos la oportunidad y la capacidad para expresarlas. Hacerlo es, básicamente, el propósito que tiene Dios para el hombre.
Dios está siempre con nosotros. Él nos cuida y nos da todo lo necesario. La Mente nunca descuida ni olvida a ninguna de sus ideas. Y el reconocimiento de este hecho fortalece nuestra confianza.
Aun en medio de las circunstancias hostiles que rodeaban el viaje de Pablo — había sido tomado prisionero, naufragó, fue mordido por una serpiente venenosa, etc.— él debe de haber sabido que una firme confianza y obediencia a Dios y a sus mensajes angelicales, era la manera más segura y sabia de proceder. La sabiduría divina nunca se equivoca. La profunda confianza de Pablo en Dios lo había ido capacitando para cumplir con el propósito que Dios tenía para él, que era el de llevar el cristianismo a otras partes del mundo. Él dijo: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Rom. 8:28.
Hace algunos años me sentí tan segura como debió haberlo estado Pablo, acerca de un viaje que debía emprender. Iba a tomar instrucción en clase de Ciencia Cristiana. Uno o dos días antes de salir de casa, me lastimé bastante una mano mientras trabajaba en el jardín. Poco antes de subir al avión (con la perspectiva de un vuelo de doce horas sin escalas), sentí un dolor muy agudo, y la mano y el brazo mostraban signos alarmantes que sugerían envenenamiento de la sangre. Como no estaba segura de cómo manejar la situación bajo esas circunstancias, oré para acallar el temor. En humildad escuché la sabia guía divina. De inmediato pude ver que el propósito de mi viaje estaba guiado totalmente por la Mente. Afirmando la omnipresencia de la Mente divina, me di cuenta de que los síntomas físicos no podían estar más allá del control de la Mente, ni superar el poder infinito de la Mente. Al adoptar esta actitud tan definida, también percibí que el bien infinito lo incluye todo, y que la voluntad divina abarcaba al avión y a todos los pasajeros.
Primero el temor, y luego el dolor, desaparecieron. Cuando llegué a destino, bajé del avión con dos manos perfectamente normales. Debo agregar que nunca disfruté de un vuelo tanto como disfruté de éste. Cuando salía, la azafata que estaba en la puerta dijo que había sido el viaje más tranquilo que recordaba.
Nuestro éxito al sanar y al hacer nuestro mejor esfuerzo, se apoya en la certeza de que Dios es nuestra Mente, la única Mente que tenemos, y que Él nos guía. A veces es probable que nos sintamos desalentados. Pero a medida que nos aferramos al hecho de que la Mente divina es Todo, y que la oración trae claridad de pensamiento y nos libera del pesar, vemos que se manifiesta el propósito que Dios nos tiene preparado.
Cristo Jesús estaba profundamente consciente de su unidad con Dios, la Mente divina, y esto no dejaba lugar para la vacilación y la incertidumbre. Esto mismo lo capacitó para realizar maravillosas obras de curación, y para cumplir el propósito que Dios le había encomendado para bendecir a la humanidad. Él demostró las palabras del profeta: “Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder?” Isa. 14:27.
El anhelo de escuchar y seguir a Dios, elimina por sí solo cualquier duda, y se manifiesta naturalmente en el pensamiento y la experiencia. La Sra. Eddy nos habla con estas inspiradas palabras: “El Espíritu, Dios, reúne pensamientos informes en sus cauces adecuados, y desarrolla esos pensamientos, tal como abre los pétalos de un propósito sagrado, con el fin de que ese propósito aparezca”.Ciencia y Salud, pág. 506. Estar consciente del propósito de Dios para ti es dejar atrás el sentido material y limitado de las cosas, y aceptar el sentido espiritual, y alabar la bondad y el poder de la Mente divina.