El Abrazo Establece una comunicación. Nos dice: “Te quiero” y sentimos que somos queridos. Aun los abrazos de larga distancia transmiten algo, como éste que encontré anoche en mi contestador automático: “Lamento no haberte encontrado. Considera esta llamada como un gran abrazo que te envía una vieja amiga”. Esa amiga estaba a 4.800 kilómetros de distancia. Pero sentí su abrazo.
Lo que realmente sentimos, ¿no es acaso el amor que hay detrás del abrazo? ¿Lo que seca las lágrimas, trae calidez a los corazones, acalla temores y susurra: “¡Eres muy valioso para mí!”?
¿Le ha dado usted un abrazo al mundo hoy, mentalmente, en sus oraciones? ¿Con compasión? Cada maravillosa reafirmación que sintió hoy acerca del amor todopoderoso de Dios, que lo dirige, cuida y gobierna a usted y a los suyos, ¿la compartió con todo el mundo (en especial con las zonas de mayor conflicto) rodeándolo con esta misma verdad? Actuar de esta manera es algo muy importante para quien se considera un cristiano. Significa amar a nuestro prójimo (tanto en forma generalizada como al vecino de al lado) como a nosotros mismos. ¡Y eso es muy necesario!
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