Jesús Muchas Veces enseñó a sus seguidores por medio de parábolas. Después de poner a un niño en medio de sus discípulos, los exhortó a no menospreciar “a uno de éstos pequeños” ni hacerlos “tropezar”. A continuación les contó la parábola de la oveja perdida que para mí es, tal vez, la más tierna de todas. Se refiere a un hombre que tenía cien ovejas, y al extraviarse una de ellas, deja en los montes a las noventa ya nueve y busca a la que se perdió. Cuando la encuentra se regocija más por ésta que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Jesús concluyó esa parábola diciendo: “Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”. Véase Mateo 18:6, 10, 12–14.
¡Cuánto desvelo manifestó nuestro Maestro para demostrarnos que el amor de Dios por sus hijos es inagotable! En la Ciencia Cristiana aprendemos a poner en práctica las enseñanzas de Cristo Jesús.
Veamos entonces cómo esas enseñanzas nos pueden ayudar a mitigar los graves disturbios, conflictos y revueltas que agitan la seguridad de las comunidades hoy en día. Es muy doloroso cuando esos problemas son ocasionados por niños o adolescentes cuya existencia parece marcada por la criminalidad desde la más tierna infancia.
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