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Del ateísmo al amor por un Dios sanador

Del número de septiembre de 1996 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Años Pensaba que no era posible conocer a Dios porque yo no podía verlo con mis ojos ni tocarlo con mis dedos. Esta dificultad y el frecuentar un ambiente académico que desafiaba a la fe religiosa, me condujeron a un ateísmo muy particular; decidí no creer en Dios, pero sí obedecer algunos de los Diez Mandamientos que nos dio Moisés.Christian Science (crischan sáiens) Consideraba elemental no matar, no hurtar, no cometer adulterio, no decir falso testimonio, honrar a los padres, etc. Pero no aceptaba los dos primeros que son la base teológica de todos los demás. No podía creer en un Dios que, yo pensaba, era un amable anciano que desde una nube gobernaba con paciencia y bondad a unos, y con rigor e injusticia a otros.

Durante mis años en la universidad, un compañero me habló de la Ciencia Cristiana. Me pareció ridículo que un individuo sensato y educado creyera en Dios, y tuvimos largas discusiones. Finalmente él me dio el libro, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. Véase Ex. 20:1–17. “¿Una mujer escribiendo sobre religión? ¿Qué podría decir una mujer acerca de la religión?”, pensé. Pero como mi amigo era muy bueno y muy alegre, decidí por lo menos hojear el libro.

El libro no lleva al lector a conclusiones materiales y fáciles. Por el contrario, trata sobre la revelación y conceptos espirituales. Por ejemplo, tomemos el concepto de Dios. La Sra. Eddy escribe: “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad, Amor, incorpóreos, divinos, supremos, infinitos”.Ciencia y Salud, pág. 465. Esta definición de Dios estaba muy alejada de mi concepto antropomórfico de un ser superdotado a imagen del hombre, concepto que justificaba mi ateísmo. Y este nuevo concepto no me era fácil de comprender o de verificar.

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