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Aleluya Aleluya

Del número de diciembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Un Sentido Histórico y literal, la Navidad representa la celebración del nacimiento de Jesús de Nazaret en Medio Oriente hace aproximadamente dos mil años. Pero las enseñanzas de este hombre, a quien los cristianos consideran el unigénito de Dios, revelaron una perspectiva más correcta de Dios y del hombre, y liberaron a la humanidad de sus limitadas creencias acerca de los orígenes, propósitos y destinos, que habían tenido durante siglos. Cristo Jesús enseñó que Dios es Amor y que es todo el bien. Él probó en su vida que las obras de Dios podían manifestarse en la curación de la enfermedad y la destrucción del pecado.

Jesús no aceptó limitaciones. Él consideraba que Dios ha dotado al hombre — el reflejo espiritual de Dios, la verdadera identidad de todos — de provisión, salud, proteccion, y justicia totales, y de todo otro bien esencial para él. A menudo, veía estas bendiciones en una forma tan clara que los problemas desaparecían instantáneamente, trayendo curaciones, las que desde entonces han sido calificadas como “milagros”.

El significado del mensaje de la Navidad llegó y me apoyó durante una etapa muy difícil, cuando era estudiante universitario. Mi papá había estado enfermo durante mucho tiempo, y yo me había quedado en casa durante más o menos un mes para cuidarlo, en vez de ir a la universidad. La alegría que caracteriza a esta época podría haber sido totalmente eclipsada por la muerte de mi padre el día de Navidad. Podría haber sido eclipsada, pero no lo fue.

La joven con quien yo salía — y que más tarde llegó a ser mi esposa — pertenecía a la Iglesia Episcopal, y participaba activamente en el coro de su iglesia. Acostumbrábamos concurrir con mucha alegría cada Nochebuena a los servicios de medianoche de su iglesia. La música siempre nos inspiraba. Aquella víspera de Navidad, debido a los problemas que tenía en mi casa, me pareció lógico no participar de esa costumbre; pero mi familia insistió en que debía asistir al servicio como lo hacía cada año.

Fui con mucha tristeza. El servicio fue hermoso, como siempre, así como la especial y tranquila reunión de Nochebuena celebrada después del servicio, con los padres de mi novia en un hogar lleno de afecto. Pero lo que me ayudó en ese difícil momento de mi vida sucedió cuando volvía a mi casa, en plena noche, aquella “oscura” víspera de Navidad.

Iba por una ruta casi desierta y decidí encender la radio del auto. Me agradó mucho escuchar los primeros acordes de la obra maestra de Handel el “Aleluya” de “El Mesías”. La letra hablaba del eterno poder y dominio de Dios, y llenó mis pensamientos con la certeza del amor y del cuidado que Dios tiene por sus hijos. Subí el volumen y me sentí atraído por el poder de ese glorioso mensaje. Si usted conoce esta obra, habrá observado que ese sublime mensaje se repite una y otra vez, aumenta gradualmente, se interrumpe en un momento con un intenso silencio y luego estalla en un “¡Aleluya!” final y absoluto.

Con un suspiro lleno de satisfacción y gozo, decidí cambiar de estación. No quería escuchar ningún aviso o comercial que pudiera interrumpir la belleza del momento. ¿Qué suponen ustedes que encontré? En la segunda estación “El Mesías” recién comenzaba, probablemente interpretado por un coro diferente. Escuché la melodía completa otra vez, su mensaje de la omnipotencia de Dios resonaba y vitoreaba dentro de mi consciencia. Cuando terminó, busqué una tercera estación. Y aunque usted no lo crea, escuché de nuevo la última parte de esta obra.

Estaba maravillado. Apagué la radio y pensé en lo que había sucedido. No podía ser tan solo una agradable coincidencia. Para mí era Dios que me estaba hablando directamente, hablándome de Su omnipotencia — repitiéndolo una y otra vez — para que llegara al fondo de mi ser, colmándome de valor y fortaleza. También sentí la certeza de que mi padre estaba a salvo bajo el cuidado de Dios.

He pensado en esta experiencia a través de los años, y así llegué a apreciar la exactitud de esta declaración de Ciencia y Salud: “Todo lo que inspire con sabiduría, Verdad o Amor — sea una canción, un sermón o la Ciencia — bendice a la familia humana con migajas de consuelo de la mesa de Cristo, alimentando al hambriento y dando agua viva al sediento”.Ciencia y Salud, pág. 234. Aquella experiencia de Nochebuena tan llena de inspiración ¡no fue solo una migaja! Fue un banquete espiritual que ha permanecido conmigo y aparece ante mis ojos cada vez que contemplo el mensaje de Navidad que repite una y otra vez su dulce melodía.

“Aleluya”
del Mesías de Handel

¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina,
Aleluya! Los reinos del mundo han venido a ser
de nuestro Señor y de su Cristo;
y Él reinará por los siglos de los siglos,
¡Aleluya! REY DE REYES y SEÑOR DE SEÑORES,
Él reinará por los siglos de los siglos, ¡Aleluya!

(Basado en el Apocalipsis 19:6; 11:15; 19:16)

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