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Mujeres de los 90: Marta y María

Del número de diciembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mucho Se Ha Dicho acerca de las múltiples funciones que cumple la mujer de hoy: esposa, madre, ama de casa, patrona o empleada, así como voluntaria.

Al identificar a la mujer en términos de cantidad de funciones, tamaño de familia, ingresos o características físicas, ignoramos la verdadera esencia de la mujer. Por lo tanto, ¿qué significa ser mujer?

Es muy útil considerar a dos amigas de Cristo Jesús. Marta y María eran hermanas, y el hermano de ellas era Lázaro, a quien Jesús había resucitado de la muerte, después de haber estado sepultado cuatro días. En una ocasión, Jesús fue a visitarlas a su casa, y Marta se quejó porque María no la ayudaba a preparar la cena. María se había quedado a escuchar las enseñanzas de Jesús. La respuesta de Jesús fue muy sorprendente, dada las costumbres y expectativas de las mujeres de ese tiempo. Él dijo: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”. Lucas 10:41, 42.

Pienso que Jesús no estaba infiriendo que se debían abandonar las responsabilidades domésticas, sino más bien, que todas las actividades deberían partir de esta base espiritual: el deseo de amar y obedecer a Dios, el Amor divino. Puesto que el amor es la fuente de la alegría, la fortaleza y la satisfacción, debemos reflexionar sobre esta pregunta: Aunque yo termine todas mis tareas y me llamen “supermujer”, ¿cuál es el costo de dejar a Dios fuera de mi vida?

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “A fin de razonar correctamente, debiera haber un solo hecho ante el pensamiento, a saber: la existencia espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 492. Razonar correctamente acerca de lo que significa ser mujer, es reconocer que Dios es el Padre-Madre de toda la creación. La identidad del verdadero hombre y mujer depende enteramente de Dios. Esa identidad es el reflejo de Dios, la evidencia inmortal de que Dios existe. El Amor divino se manifiesta en gracia, gentileza, paciencia, pureza y santidad. Estas constituyen la fortaleza de la mujer y del hombre. La comprensión de esto, reemplaza el fariseísmo con la humildad, la justificación propia con la caridad, y la preocupación con una confianza en el cuidado que Dios brinda a cada uno de Sus hijos.

A veces es necesario cambiar nuestros indicadores de éxito. Por ejemplo, una mujer se enfrentó con las demandas de su carrera profesional, y a la vez con ser esposa, madrastra, hija, voluntaria en la iglesia y en la comunidad. Ella tenía poco tiempo para hacer las cosas que sentía eran las más importantes. Aunque era reconocida por su éxito en los negocios, y frecuentemente los observadores comentaban acerca de su equilibrio emocional, dedicación y habilidad para haber logrado tanto, ella no estaba satisfecha. Volviéndose a Dios en busca de ayuda, leyó la historia de Marta y María. ¡Ella era una buena Marta! Comprendió que podría llenar el vacío que sentía si se esforzaba por ser también más como María. ¿Pero cómo?

Empezó por abandonar un idealismo falso, la aceptación de que ella era un mortal con características o comportamientos específicos, buenos o malos. Había aceptado como deseable las maneras en que la tradición, un libro favorito, un programa de televisión, o una propaganda de cosméticos, representaban a la mujer. Así que, a través de la oración y el estudio regular del Sermón del Monte, se esforzó por practicar lo que estaba aprendiendo acerca de su verdadera naturaleza al poner sus ambiciones y aspiraciones más de acuerdo con el Amor divino, y no con una individualidad personal y sensual. Ella tenía que estar dispuesta a abandonar todo orgullo y opinión personal. Al evaluar su calidad de mujer escogió la “buena parte”, aquella que demostraba más de su identidad espiritual como el reflejo de Dios, la Verdad divina, el Amor invariable, el Principio inmutable.

El resultado fue que encontró más formas de liberarse de las restricciones que se había impuesto a sí misma. Aprendió que hay una diferencia entre esforzarse de más y hacer lo que realmente se necesita. Su meta no era simplemente tener más tiempo o estar más tranquila para alcanzar sus aspiraciones materiales o sensuales. Éstas impiden el crecimiento espiritual. En vez de eso, ella se esforzó más por glorificar a Dios. A medida que dejó de lado su voluntad humana y cedió al Amor divino, su vida comenzó a tener más orden.

Encontró mejores formas de hacer cosas que siempre le tomaban mucho tiempo. Al dejar otras actividades tuvo más tiempo para dedicarse a orar, estudiar y trabajar para la iglesia. Gradualmente, toda su vida enfrentó diferentes demandas. Dios no le había negado nada bueno. Por el contrario sus deseos se habían enriquecido.

El identificarse a sí misma como la hija de Dios, responsable solo de las demandas del Amor divino, le trajo una paz y una confianza interior mucho más satisfactoria que todas las retribuciones y distinciones mundanas que había coleccionado. El temor por su futuro y por su familia se esfumó.

El cambio de actitud hacia su esposo y otros hombres fue un beneficio inesperado en su crecimiento espiritual. Ella se volvió más alerta para no aceptar estereotipos tales como “los maridos no ayudan” y “no entienden”. El estar dispuesta a reconocer que los caminos tan particulares en que los hombres que ella había observado servían a Dios, eran tan válidos, tan importantes para Dios, como cualquier cosa que ella había hecho, le abrió nuevas vías para cumplir con las tareas que necesitaba hacer. Encontró más oportunidades de compartir tareas con otros, incluso con su esposo, y aquellos que trabajaban para ella.

Es esencial que los hombres también consideren qué significa ser mujer. ¿Qué expectativas tienen los hombres de su esposa, de su hija, de su madre? ¿De una colega o empleada? ¿Valoran y mantienen en sí mismos así como en las mujeres las cualidades semejantes a María? ¿Consideran ellos que las cualidades tradicionalmente identificadas como femeninas son también esenciales para que el hombre sea verdadero y completo? “Pero una cosa es necesaria”. Cada uno de nosotros debe escoger “la buena parte”. Cuando buscamos glorificar a Dios, hacer más feliz la existencia a través de un mayor servicio a Dios, expresado en gracia, amor desinteresado, humildad y honestidad, nuestros deseos son recompensados.

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