La Navidad Representa la inocencia — la exención de pecado y culpa — que hombres y mujeres sabios, pastores y otros trabajadores han anhelado a través de todos los tiempos. Para encontrar tal inocencia es necesario emprender un viaje espiritual que incluye lecciones diversas: desde las que nos enseña el pequeño hijo de una virgen, hasta la comprensión científica de la bondad infinita. Este viaje nos lleva a alcanzar un conocimiento puro de Dios que excluye la creencia en el mal como un poder o una realidad concretos.
El relato bíblico de que la inocencia del hombre deriva de Dios, presagiando la vida y el ejemplo de Cristo Jesús, comienza con el primer capítulo del primer libro de la Santa Biblia. Allí se revela que el hombre — varón y hembra — no sólo es creado por Dios, sino que es muy bueno, es decir, sin pecado o capacidad de pecar. Los relatos alegóricos e históricos posteriores acerca del comportamiento pecaminoso oscurecieron la visión de ese hombre ideal. La Navidad ofrece la oportunidad de aclarar la visión y redescubrir la naturaleza genuina, incorruptible e impecable que tenemos todos.
¿Por qué celebramos cada año, en una fecha históricamente inexacta, el nacimiento de un niño? ¿No será que — nos demos cuenta de ello o no — el nacimiento y ministerio sanador de Cristo Jesús nos muestran que somos verdaderamente los hijos de Dios? Ambos ilustran que, a pesar de las apariencias humanas, Dios es el Padre de todos nosotros, por tanto, el verdadero origen de nuestro ser es inmaculado, nuestra sustancia verdadera es siempre nueva, el fresco renacer de la Vida eterna. Al considerar nuestro origen desde esta perspectiva, vemos que la redención no es realmente la reconstrucción de un mortal, es la reaparición de una perfección que es inviolable e inherente al hombre.
La Navidad es la celebración de la obra de la vida de Jesús, que revela las asombrosas posibilidades que puede tener el hombre cuando no está obstaculizado por el pecado. Su vida reveló que la inocencia es algo más que la ausencia del mal. Es la confirmación de la actividad del bien en la tierra. Nos dice que la materia, la tierra de cultivo de la mortalidad y el pecado, se somete a la demostración pura del Amor divino.
La concepción misma de Jesús estuvo desprovista de las creencias materiales de procreación y su humilde nacimiento estuvo enteramente separado de los atavíos del poder mundano. El hecho de que su nacimiento haya sido revelado a unos pocos reyes magos y pastores puede indicar que es necesario esforzarse por comprender a Dios, seguir Su dirección y tener una humilde fe en Su presencia, para poder comprender el ser verdadero que Cristo Jesús representó.
El ministerio público de Jesús está lleno de incontables ejemplos de protección, desde tormentas en el mar a maquinaciones de gente malvada. Al comentar el pasaje de Apocalipsis 12:10–12 en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy escribe: “Aquí las Escrituras declaran que el mal es temporal, no eterno”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 569. Y anteriormente, en el mismo capítulo de Ciencia y Salud, al percibir la destrucción de la lujuria y la hipocresía, declara: “La inocencia y la Verdad vencen a la culpa y al error”.Ibid., pág. 568.
El profeta hebreo Habacuc escribió acerca de Dios: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio”. Hab. 1:13. Jesús sabía que este Dios — el único Dios — era su Padre, e igualmente se abstenía de conocer el mal en cualquier forma, ya fuera pecado, enfermedad o muerte.
“Tus pecados te son perdonados”, Marcos 2:5. dijo Jesús a un hombre a quien sanó de parálisis. Tal asociación del perdón con la curación física indica que el objetivo tradicional de la religión de reformar al pecador debe extenderse de manera natural a la curación de los enfermos. Tanto el pecador como el enfermo pueden sanarse al adorar al único Dios sobre una base científica, sobre la base de que la única creación de Dios es espiritual y buena, donde el mal no puede existir.
Es la actividad del Cristo — el divino mensaje que comunica la verdad de Dios a la consciencia humana — lo que disipa la creencia en el mal. Podemos honrar al Cristo salvador en la celebración anual del nacimiento de Jesús. El hacerlo alimenta abundantemente el pensamiento, en especial a la luz de la interpretación metafísica de “año” que se encuentra en Ciencia y Salud. Dice en parte: “tiempo para que uno se arrepienta”.Ciencia y Salud, pág. 598. Al pensar en sus actividades diarias, la mayoría de las personas encuentran actitudes y acciones que podrían mejorar. La contemplación anual de la vida del inmaculado Cristo Jesús nos habla de arrepentimiento y de la influencia sanadora siempre presente del Cristo, que Jesús demostró plenamente. El ejemplo y las enseñanzas de Jesús nos inspiran a sentir un genuino arrepentimiento, acompañado a menudo de una pena tan grande por el error cometido, que jamás volveremos a repetirlo.
“Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro”. Isa. 9:6. Podemos considerar estas palabras de Isaías, no solo como una profecía del nacimiento de Jesús, sino también como una profecía que se renueva en nuestra vida. A medida que abandonamos los razonamientos falsos de los sistemas que fomentan la justificación propia y recurrimos de todo corazón a Dios como un niño pequeño, encontramos purificación. Nuestras vidas reflejan en forma creciente este gobierno del Cristo. La inocencia a la manera de un niño nos capacita para demostrar el reino de los cielos.
La recuperación de la inocencia — o, podríamos decir, la manifestación de la inocencia inherente a nosotros — restituye “los años que comió la oruga”. Joel 2:25. Ésta es una promesa de Dios, según la define el profeta Joel. Puesto que el bien es la realidad de la existencia, lo que sea desemejante al bien no tiene fundamento para continuar ni para ser recordado. Muchas personas han aprendido esta lección a través de la Ciencia Cristiana y encontrado que el bien de años pasados, que creían perdido, les es restituido. Mediante el estudio de esta Ciencia, muchas personas han recuperado el gozo de la Navidad, y yo soy una de ellas.
Yo no estaba consciente del gran vacío creado en mi vida por las creencias sicológicas y teorías humanistas que pusieron a un lado la educación religiosa que había recibido de pequeña y mi amor por Cristo Jesús. Poco después de comenzar el estudio de la Ciencia Cristiana fui instantánea, permanente y casi dramáticamente sanada de un problema nasal crónico. “No existen vacíos”, me dijo sencillamente la practicista de la Ciencia Cristiana al aceptar darme tratamiento mediante la oración para esta condición. No entendí lo que quiso decir; sólo supe que estaba sanada. Tiempo después me di cuenta de que el amor de mi niñez por Jesús había regresado. La Ciencia Cristiana había explicado lógicamente el nacimiento virginal, la crucifixión, la resurrección y la ascensión del Salvador. Mi convicción espiritual fue restaurada, el aparente vacío fue llenado y los años de duda eclipsados. Jamás olvidaré el gozo que sentí por aquel regalo de Navidad. Aun hoy, al escribir este artículo, mi corazón entona una alegre canción navideña.
La celebración de la Navidad puede ser la celebración de nuestro propio nuevo nacimiento. En un artículo titulado: “El nuevo nacimiento”, la Sra. Eddy escribe: “¡Qué pensamiento iluminado de fe es éste! que los mortales pueden despojarse del ‘viejo hombre’, hasta que se halle que el hombre es la imagen del bien infinito que llamamos Dios, y aparezca la plenitud de la estatura del hombre en Cristo”.Escritos Misceláneos, pág. 15. La aparición del niño de Belén trajo al mundo un nuevo nacimiento. Por primera vez el hombre ideal fue visto en la tierra. Para muchos, con su aparición comenzó una nueva era.
Ya sea que pasemos estos días en tranquila soledad, o participando en fiestas familiares, o bien que estemos actualmente pasando por privaciones, podemos esperar sentir la alegría de un niño, ya que ésta es la esperanza de la Navidad.
Desde un punto de vista absoluto, toda la creación de Dios ha sido creada inmaculada y espiritualmente. Al aceptar nuestra concepción espiritual y esforzarnos diariamente por demostrarla mediante la purificación de nuestros pensamientos y de nuestra vida, nos liberamos progresivamente de todo conocimiento del mal o la materia como realidad. En su artículo titulado “El significado de la Navidad”, la Sra. Eddy escribe: “Representa el Alma eterna que nos informa y que se reconoce sólo en la armonía, en la belleza y la generosidad de la Vida eterna, en la verdad que es Vida, la Vida que sana y salva a la humanidad”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, págs. 259–260. Cuando permitimos que “el Alma eterna que nos informa” (Alma es aquí un sinónimo de Dios) sea nuestro único revelador, las fiestas se convierten realmente en días santos. Para abrir nuestros ojos a esta revelación, quizás podríamos leer el segundo capítulo de Mateo, el segundo capítulo de Lucas y el pequeño libro What Christmas Means to Me, una recolección de declaraciones de la Sra. Eddy respecto a este tema. Es en uno de estos artículos, escritos al comienzo de este siglo, que leemos: “Una vez más está con nosotros la amada Navidad”. “Navidad, 1900”, What Christmas Means to Me, pág. 27. Véase también Miscellany, pág. 256.
Cada Navidad celebrada desde entonces — a casi un siglo de ser escritos esos artículos — puede ser vista como un ciclo de luz, revelando a la humanidad la bondad que expresó Dios al enviar a Su Hijo para que fuera el Salvador del mundo. Cada Navidad puede recordarnos la excelencia de ese Hijo y acercarnos al tiempo en que “la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”. Hab. 2:14.
A medida que permitimos que la vida de Cristo Jesús profundice nuestro entendimiento de Dios, de su Padre y de nuestro Padre, encontramos que nuestra inocencia original nos es restituida. Los recuerdos infelices pierden su capacidad para atormentarnos y los buenos recuerdos reaparecen. El gozo de la Navidad incluye la promesa de que nuestro entendimiento del Cristo madurará hasta tal punto que podremos emular aún mejor las obras de nuestro Maestro.
