Me Encontraba Parada en una fila con otras treinta personas en la oficina del correo. Era sábado, una semana y media antes de Navidad. Algunas personas corrían apuradas para entrar al correo antes de que cerrara, muchos hacían gestos con las manos en señal de desagrado, yéndose tan rápido como habían llegado. Le insinué a la mujer que estaba detrás de mí, que podíamos estar agradecidas por este regalo de tranquilidad a pesar de todas las cosas que teníamos que hacer, y silenciosamente agradecí a Dios por la oportunidad de sentir un poco de calma en un mundo que en esta época del año está tan ocupado.
Más que ser una suspensión de la actividad humana, la calma espiritual es una sincera comunión con Dios. En esos momentos de calma comprendemos que Dios es la verdadera fuente de nuestro ser. En Retrospección e Introspección, Mary Baker Eddy destaca el valor y el poder que tienen esos momentos. Ella escribe: “La mejor clase espiritual del método de acuerdo con el Cristo para elevar el pensamiento humano e impartir la Verdad divina, es poder estacionario, quietud y fuerza; y cuando hacemos nuestro este ideal espiritual, viene a ser el modelo para la acción humana”.Retrospección e Introspección, pág. 93.
Esta Navidad en particular me dediqué a servir a Dios y me volví consciente de muchas pequeñas evidencias de la guía de Dios en mi experiencia. Tanto en días feriados, como todos los días, podemos proteger nuestro deseo de centrar nuestra atención en Dios, siguiendo la instrucción de este Salmo: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Salmo 46:10. Es alentador afirmar que en el reino de los cielos ya reina un orden perfecto y que, como ideas espirituales de Dios, reflejamos el orden divino. Comprendiendo esto, podemos esperar que se manifieste armonía en nuestra experiencia.
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