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Inespenadas bendiciones de navidad

Del número de diciembre de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me Encontraba Parada en una fila con otras treinta personas en la oficina del correo. Era sábado, una semana y media antes de Navidad. Algunas personas corrían apuradas para entrar al correo antes de que cerrara, muchos hacían gestos con las manos en señal de desagrado, yéndose tan rápido como habían llegado. Le insinué a la mujer que estaba detrás de mí, que podíamos estar agradecidas por este regalo de tranquilidad a pesar de todas las cosas que teníamos que hacer, y silenciosamente agradecí a Dios por la oportunidad de sentir un poco de calma en un mundo que en esta época del año está tan ocupado.

Más que ser una suspensión de la actividad humana, la calma espiritual es una sincera comunión con Dios. En esos momentos de calma comprendemos que Dios es la verdadera fuente de nuestro ser. En Retrospección e Introspección, Mary Baker Eddy destaca el valor y el poder que tienen esos momentos. Ella escribe: “La mejor clase espiritual del método de acuerdo con el Cristo para elevar el pensamiento humano e impartir la Verdad divina, es poder estacionario, quietud y fuerza; y cuando hacemos nuestro este ideal espiritual, viene a ser el modelo para la acción humana”.Retrospección e Introspección, pág. 93.

Esta Navidad en particular me dediqué a servir a Dios y me volví consciente de muchas pequeñas evidencias de la guía de Dios en mi experiencia. Tanto en días feriados, como todos los días, podemos proteger nuestro deseo de centrar nuestra atención en Dios, siguiendo la instrucción de este Salmo: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios”. Salmo 46:10. Es alentador afirmar que en el reino de los cielos ya reina un orden perfecto y que, como ideas espirituales de Dios, reflejamos el orden divino. Comprendiendo esto, podemos esperar que se manifieste armonía en nuestra experiencia.

Vimos evidencias de esa armonía un día antes de que se celebrara en nuestra casa la fiesta de los compañeros de trabajo de mi marido. Recibimos una llamada telefónica desde Malasia informándonos que nuestro nieto estaba gravemente enfermo. Naturalmente, mi marido y yo nos sentimos impulsados a orar. Al hacerlo, la paz espiritual establecida ya en el reino de Dios, se manifestó en nuestro hogar. Sentimos la certeza de que Dios amaba profundamente a este niño que recién empezaba a caminar.

Fui tentada a sentirme culpable cuando decidí seguir adelante con los planes de la fiesta. Estábamos a océanos de distancia de nuestra hija, y deseé mucho tomar un avión para estar a su lado. En esa oportunidad, una amiga compartió conmigo estas líneas de Ciencia y Salud: “La ‘voz callada y suave’ del pensamiento científico cruza continentes y océanos, hasta llegar a los extremos más remotos del globo. La voz inaudible de la Verdad es para la mente humana como cuando ‘ruge un león’. Se oye en el desierto y en los lugares tenebrosos del temor. Despierta a los ‘siete truenos’ del mal e incita a sus fuerzas latentes a que den voz a la gama completa de tonos secretos. Entonces el poder de la Verdad es demostrado — manifestándose en la destrucción del error”.Ciencia y Salud, pág. 559. Me sentí agradecida al comprender que el padre-Madre de mi hija siempre estaba con ella y que, como su hija, ella incluía todas las ideas que necesitaba para sentirse consolada.

Comprendí que tenía la responsabilidad de negarme a aceptar como verdadera esta noticia de la enfermedad, reconociendo con firmeza que Dios mantiene a Su creación perfecta y espiritual, incluso a este niño.

Esa noche, mi marido y yo dedicamos un tiempo para estar en comunión con Dios, escuchando lo que nos estaba diciendo acerca de la perfección de todos Sus hijos. Había planeado originalmente pasar varias horas preparando diversos postres para la fiesta, pero para las siete de la noche, yo estaba tranquila y convencida de que “todo estaba bien”, y fui guiada a apoyarme en las verdades que había estado reconociendo. A pesar de que parecía contradecir lo que el sentido común hubiera aconsejado, me fui a la cama y me quedé dormida inmediatamente. Me levanté a las dos de la mañana, sintiéndome totalmente renovada, y continué con las tareas que necesitaba hacer. La fiesta esa tarde trajo alegría a todos, y cuando me fui a la cama a alrededor de la una de la mañana, sentí la satisfacción de haber dado desinteresadamente.

Por la mañana llamamos a nuestra hija y nos dijo que la situación había mejorado mucho. Nuestro nieto estuvo de vuelta en su casa al día siguiente, y tal era su alegría que nos cantó por teléfono una canción completa. Entre risas y lágrimas, silenciosamente agradecimos a Dios. Poco después, recibimos una nota de nuestra hija agradeciendo nuestra ayuda.

Éste había sido un período de mucha actividad, aunque pareció fácil de lograr. La curación había estado muy presente en nuestro pensamiento, y las bendiciones que le siguieron fueron ilimitadas.

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