Un joven preguntó a su padre: —¿Cómo haces tú para tener tantos amigos y conservarlos a través de tantos años?, yo no logro que aquellos que aprecio me retribuyan en la misma forma.
— Es muy simple, — dijo el padre —. Yo brindo mi afecto y cariño sincero con total desinterés sin esperar recibir nada a cambio. El dar brinda al que lo hace una felicidad genuina que supera toda retribución.
Este hombre estaba practicando la verdadera ley del amor que Cristo Jesús predicó con su ejemplo durante su ministerio. En el Nuevo Testamento leemos sobre hechos en los cuales Jesús muestra ser un amigo que ama y perdona incondicionalmente. La vida de Jesús se basó en su entendimiento de que el hombre desciende de Dios, hecho a Su imagen y semejanza. El hombre de la creación de Dios es incapaz de actuar incorrectamente, y ésta es la base de una amistad genuina, porque reafirma nuestra propia naturaleza espiritual como también la de nuestros amigos.
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