Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Cuando Conocí La...

Del número de abril de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Conocí La Ciencia Cristiana me encontraba en un estado de desesperación emocional. Tenía relaciones sexuales prematrimoniales, fumaba, bebía bebidas alcohólicas y me sentía muy desorientada, triste, temerosa, disgustada y confundida.

Un día comencé a orar para buscar una especie de salida a todo eso, y poco después una Científica Cristiana se mudó a mi habitación. Esto hizo que mi atmósfera mental cambiara de inmediato, y empecé a leer con determinación los Sentinels que se amontonaban en el librero de nuestro apartamento.

Me encontraba en un estado de desesperación emocional.

Decidí contarle mis problemas a los Científicos Cristianos y recibí mucha información provechosa. El primer cambio que percibí fue la determinación de acabar con las relaciones sexuales prematrimoniales. Mi compañera de cuarto me ayudó a comprender que el abstenerme de esas relaciones constituye una protección, tanto para las angustias físicas como para las mentales, y que en este caso me había hecho vulnerable al involucrarme en ellas.

Tras varios años de haber sido clasificada oficialmente como "incapaz de aprender" ...

El hombre con quien salía me había hecho un daño terrible, pero el error original había sido mi desafortunada decisión de involucrarme en tal medida con él. Cuando le manifesté mi determinación de terminar con nuestras relaciones, me sentí extremadamente sola. Sin embargo, un practicista comenzó a orar para ayudarme a comprender que yo era, en realidad, completa, que tenía todo el bien. Aprendí que nadie podía gobernar mi cuerpo ni mi mente, y que las relaciones solamente son agradables en la medida en que comprendamos nuestra relación individual con Dios. Comprendí que cada uno de Sus hijos depende de Él; no el uno del otro.

En pocos meses conocí a mi esposo de la forma más natural y rápida. El valoraba el mismo tipo de estabilidad familiar que yo deseaba. Ambos hemos encontrado grandes bendiciones en nuestra relación, y las bendiciones siguen aumentando. Desde entonces él se hizo miembro de La Iglesia Madre.

En los años subsiguientes he descubierto que la devoción a Dios me ha colmado de bien, mientras que eludirlo a Él trae una gran oscuridad. Mediante la oración pude sobreponerme al temor de manejar, al temor de aprobar mis exámenes (tras varios años de haber sido clasificada oficialmente como "incapaz de aprender"), he podido encontrar la capacidad de permanecer en nuestro hermoso hogar y criar a nuestros hijos, e iniciar nuevas amistades.

Cuando me hice miembro de La Iglesia Madre había dejado de fumar y beber, y sentía renovada pureza, claridad, estabilidad y dirección. Dichas cualidades han renacido con la instrucción en clase, y he crecido en comprensión espiritual. También he aprendido que la desobediencia al Manual de La Iglesia Madre, por la Sra. Eddy — tal como el no orar y defenderse a sí mismo contra "toda sugestión mental agresiva" (Art. VIII, Sec. 6)— implica autodestrucción. Y me siento agradecida por las lecciones que he aprendido.

Al inicio de mi último embarazo, tuve síntomas de aborto, y me sentí temerosa y perturbada debido a que había tenido ese problema varios meses atrás. Comencé a orar. De inmediato encontré a un practicista que orara por mí y llegamos a la raíz misma del problema.

Me di cuenta de que debía espiritualizar mi concepto de familia, y especialmente de matrimonio para poder mejorar mi situación. Durante los meses anteriores, había estado en desacuerdo con todo el mundo, tanto en la iglesia como fuera de ella, y algunas de mis relaciones se habían tornado insoportables. Me había permitido divagar en medio de mis pensamientos y me sentía fuera de sincronismo con Dios, con la Ciencia Cristiana y con todo lo bueno de la vida. Entre otras cosas, acepté corregir mi opinión acerca de mi esposo y afirmar su bondad como hombre de Dios. También abordé el temor de que mi cuerpo actuara independientemente de Dios. Me di cuenta de que Él controlaba cada detalle de mi existencia y que el bebé no dependía de la materia para la vida, sino que solamente dependía de Dios.

Comprendi que podía confiar en Dios para satisfacer todas mis necesidades.

A partir de ese momento, el embarazo continuó con toda normalidad y continué hablando con el practicista. Todos los problemas de relación, incluso las dificultades por las que había estado atravesando nuestro matrimonio, sanaron durante aquel embarazo.

Justo antes del alumbramiento, surgió otra complicación física. Se me había dado un límite de 24 horas para el comienzo del trabajo de parto, tras las cuales el parto sería inducido por los médicos. Una hora antes de que finalizara el plazo decidí no confiar en nadie ni nada que no fuera Dios. No tomé esa decisión para evitar la intervención de los médicos, sino para ver que no dependía de otros para mi bienestar general. Comprendí que podía confiar en Dios para satisfacer todas mis necesidades. (Anteriormente había sentido la preocupación de sentirme decepcionada por los demás.) El parto comenzó y finalizó al cabo de pocas horas; el alumbramiento fue natural y armonioso. Estoy muy agradecida al practicista que estuvo conmigo durante el parto.

Otro de mis hijos sanó de alergias a los alimentos durante este embarazo. Lo atribuyo a mi renovada dedicación a la Ciencia Cristiana y al haber orado diaria y específicamente para conocer que tales alergias no eran ni reales ni formaban parte de él. Tal vez hay quien diga que los niños simplemente superan tales padecimientos, pero nuestro hijo quedó libre de la sensibilidad a un sinnúmero de alimentos al mismo tiempo, en sólo unas cuantas semanas.

Me encanta estudiar y reflexionar sobre la Ciencia Cristiana por la inspiración que brinda. Sin embargo, por lo que me siento más agradecida es por la transformación práctica de la mente, el cuerpo y la vida diaria que se produce como resultado de este estudio, encaminado a comprender la presencia y guía constante de Dios.


La Iglesia Madre
es La Primera Iglesia de Cristo, Científico,
en Boston, Massachusetts.
Sus filiales se denominan Iglesias de Cristo,
Científico, y Sociedades de la Ciencia Cristiana.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / abril de 1997

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.