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Sanemos la adicción

Del número de abril de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Cuál Es La Causa Básica de la adicción y cómo puede superarse? Desde muy joven tuve que hacer frente a estas preguntas. Fumé cigarrillos durante 14 años.

Mi adicción comenzó en la escuela secundaria. Las imágenes de las películas y de los diarios hacían que fumar pareciera algo varonil y seductor. En esa época no se discutía públicamente si fumar era o no peligroso. Ni tampoco me había dado cuenta de que el hábito de fumar, o cualquier otra adicción, es una violación al mandamiento que nos exige tener un solo Dios y no someternos a un segundo poder. Fumaba dos o tres paquetes de cigarrillos por día. Cada vez que intentaba dejar de hacerlo, terminaba fumando más.

Cuando comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, inmediatamente me di cuenta de que nada es incurable. Percibí que las palabras de Cristo Jesús “Para los hombres es imposible, mas para Dios no; porque todas las cosas son posibles para Dios”, Marcos 10:27. tenían un significado práctico en mi vida. Mis intentos anteriores para deshacerme del hábito de fumar habían fracasado porque se basaban en la fuerza de voluntad. Ahora sabía que al confiar en Dios y comprender mi relación indestructible con Él, podía sanar y estar protegido de futuras tentaciones adictivas.

Comencé a sentir el amor de Dios y a comprender que Él es el Espíritu omnipotente. Puesto que el hombre está hecho a semejanza de Dios, el hombre es en realidad espiritual — Su expresión perfecta que incluye pureza e integridad — y no un ser físico sujeto a adicciones. Nada tan desemejante a Dios puede existir ante Su presencia todopoderosa.

Las imágenes seductoras que los medios de comunicación envían a nuestro pensamiento, los sentimientos de insatisfacción que tenemos en relación a nosotros mismos y a nuestras perspectivas, y todas las demás presiones y debilidades humanas que se dice que llevan a la adicción, se originan en la llamada mente humana, la creencia de que tenemos vida e inteligencia separadas de Dios. Pero en realidad no tienen poder para influenciarnos ni afligirnos, porque Dios es una sola y la única Mente. Él no comparte Su poder con nada más.

Fumaba dos o tres paquetes de cigarrillos por día.

En un esfuerzo consagrado por comprender verdades como ésta, y sanar, estudié la Biblia y Ciencia y Salud durante varias horas cada día. Mi cercana relación con Dios se hizo más evidente para mí. Aprendí a vigilar mi pensamiento y a permitir que esa nueva comprensión disolviera de mi consciencia cualquier creencia respecto a que las adicciones son incurables.

Dos ideas de Ciencia y Salud fueron particularmente importantes para mí. Una de ellas es: “Sed firmes en vuestra comprensión de que la Mente divina gobierna y que en la Ciencia el hombre refleja el gobierno de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 393. La otra: “Esperad pacientemente a que el Amor divino se mueva sobre la faz de las aguas de la mente mortal y forme el concepto perfecto. La paciencia debe 'tener su obra completa’ ”.Ibid., pág. 454.

Estas ideas me aclararon las palabras de la Biblia: “Hermanos míos, tened por sumo el gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a la otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. Sant. 1:2–8.

Estas conmovedoras palabras llegaron gradualmente a formar parte de mi pensamiento diario. Eran una aguda advertencia de que el gobierno de Dios es supremo, y que debía reflejar Su gobierno en todo lo que hiciera. La creencia de placer y satisfacción en la materia no era de Dios. Por lo tanto no podía permitir que me controlara. El tratar pacientemente de aprender un poco más acerca de mi inquebrantable relación con Dios como Su hijo amado, traería curación. El pensamiento de que cualquier adicción pueda ser más poderosa que Dios en mi experiencia — o en la de cualquier otra persona — desapareció. Y después de varios meses de estudiar y de orar en estos términos, se produjo la curación.

La persistencia es esencial.

Una radiante tarde de sol, en la estación de la cosecha del maíz, detuve mi automóvil al costado de una carretera regional. Mientras aguardaba a que llegara la hora de una cita que tenía en una granja cercana, leía un ejemplar del Christian Science Sentinel y fue entonces cuando me di cuenta de que había llegado el momento para mi curación. Bajé del automóvil, tomé el paquete de cigarrillos que guardaba en el bolsillo y lo arrojé a un maizal. Luego quemé todos los fósforos que me quedaban.

Cuando llegué a mi cita, el joven granjero a quien visitaba encendió un cigarrillo y me tentó. Pero cuando comentó que el suyo era el último cigarrillo que le quedaba, supe que no había vuelta atrás. Aunque durante varias semanas llevé una pipa y tabaco en el auto en caso de que sintiera nuevamente la urgencia de consumir tabaco, esto nunca sucedió. Había sanado completamente. He estado libre de este hábito desde entonces y por muchos años.

¿Podía haberme liberado más rápidamente de esta adicción? Probablemente, pero lo importante para mí son las dos lecciones que aprendí y que me han ayudado desde entonces. La primera: Somos en realidad los hijos de Dios, el Espíritu, no de la materia. No dependemos de la materia para sentirnos satisfechos. Las adicciones no pueden reclamar ninguna realidad fuera de la así llamada mente humana. Pero Dios es la única Mente, infinita, suprema e incorpórea. Por lo tanto, no hay en realidad ninguna inteligencia ni poder opuestos y la satisfacción genuina viene sólo de Dios.

Segunda: La persistencia es esencial. Comprender espiritualmente la relación indestructible que existe entre el hombre y Dios, siempre trae curación. Pero tal como hacemos con una semilla que germina y crece fuera de nuestra vista antes de que sus brotes sean visibles, es necesario que cultivemos con diligencia nuestra comprensión de Dios y esperemos que los resultados se manifiesten en nuestra experiencia.

Estas verdades son universales. Con el mismo espíritu del mandamiento de Cristo Jesús de amarnos unos a otros, aun aquellos que nunca han sido adictos a ninguna sustancia material, pueden confiar en estas verdades al orar por su prójimo. Ya sea que una adicción sea considerada comparativamente inofensiva, tal como la adicción a ciertas comidas, o considerada peligrosa, como la adicción a las drogas fuertes; ya sea que se diga que la adicción es una enfermedad, o el resultado de tendencias hereditarias, siempre es vencida por la ley del amor de Dios. El ministerio sanador de Jesús demuestra que esto es verdad. Al comprender que Dios es la única causa y que el hombre es el hijo de Dios, Jesús pudo sanar enfermedades humanas y adversidades de todo tipo.

Es normal que estemos completa y permanentemente libres de toda adicción, y nos apoyemos totalmente en Dios para lograr el bien. Ninguna dependencia, sustancia ni actividad material puede quebrantar la omnipotencia de Dios, la que está allí mismo donde nos encontramos.

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