Cuando Estaba en la universidad era miembro de un grupo que oraba por la comunidad universitaria. Tomábamos algún problema que preocupara a los estudiantes y orábamos sobre el particular. Cierta semana, la inquietud específica fue sobre el abuso de los niños. Esto puede parecer un tema algo extraño para una universidad, pero uno de los participantes del grupo así lo solicitó.
Una noche durante esa semana, después que terminé mis deberes, abrí mi Biblia pensando en los niños del mundo y el primer versículo que leí fue el siguiente: “El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. Deut. 33:12. Este pasaje fortaleció mi confianza en que el hombre está siempre seguro en Dios.
Continué mi búsqueda en la Biblia y Ciencia y Salud, tratando de aprender todo lo que estos dos importantes libros nos dicen del amor de Dios por el hombre. Esta búsqueda me llevó a afirmar que el error no tiene razón alguna de existir, que es una mentira acerca de Dios y del hombre, puesto que no pudo ser creado por el único creador, el bien. Cuando tuve la certeza de que el poder sanador de Dios estaba en operación, me pude ir a dormir.
Me desperté alrededor de las 5 de la mañana, y sentí la imperiosa necesidad de continuar orando sobre las ideas que había orado la noche anterior, y eso hice. Al cabo de una hora me sentí en paz, y volví a dormirme. Cuando llegué a la universidad esa mañana, los estudiantes estaban muy conmocionados. Habían encontrado un bebé recién nacido, en un tacho de basura en el predio de la universidad.
Es obvio que más que nunca, es necesario orar y velar por los niños del mundo.
El bebé había sido rescatado a la misma hora en que yo me desperté y me sentí impulsado a orar. El bebé estaba bien.
Esa experiencia que sucedió hace años, vino a mi memoria hace poco al escuchar los informes de los medios de comunicación sobre el abuso de los niños. Es obvio que más que nunca, es necesario orar y velar por los niños del mundo. La Biblia nos enseña a realizar este importante trabajo. A menudo he encontrado muy útil su tierna enseñanza de que Dios es el padre del hombre.
Dios es el verdadero Padre y Madre del hombre. Él es el Padre que provee a todos inteligencia, gracia, fortaleza y vida. Nos otorga estas cualidades siempre en abundancia, porque la naturaleza de Dios es infinita. Dios es también la Madre que protege, cuida, ama y se regocija con Su creación. Y el hombre es la creación espiritual de Dios, no definida por la apariencia física o historia material, sino por cualidades tales como la sabiduría, la pureza, la salud y la santidad. Ésta es la verdadera familia del hombre: Padre-Madre Dios y su hijo amado. Ninguno de nosotros está excluido del bien en esta familia divina. Ninguna situación, ni siquiera la muerte, puede separarnos del Amor divino.
Que gozo y consuelo es esto para cualquier hijo o padre que esté enfrentando dificultades. Tanto el adulto como el joven están incluidos en esta familia, y son entrañablemente amados por el único Padre celestial. El amor de Dios purifica, corrige y guía el pensamiento humano para que esté consciente de Su cuidado que nos abraza a todos.
Cristo Jesús nos dio el ejemplo del efecto de este amor, reprendiendo el pecado y trayendo curación a quienes la necesitaban. En cierta ocasión Jesús fue enfrentado en la sinagoga por un hombre que tenía un espíritu de demonio, “el cual exclamó a gran voz, diciendo: Déjanos: ¿Qué tienes con nosotros, Jesús nazareno?” Véase Lucas: 4:33–35. Pero Jesús no dejó sin resolver esta situación, ni permitió que este hombre continuara mentalmente torturado. Jesús reprendió el mal que parecía dominar al hombre, diciendo: “Cállate, y sal de él”. El relato bíblico continúa: “Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, y no le hizo daño alguno”.
¿Qué sucedió aquí? Jesús separó el mal de la persona, y reconoció la verdadera identidad del hombre como hijo de Dios, bajo el cuidado de su Padre-Madre celestial. Jesús probó que el mal no es inherente al hombre, sino que es un concepto equivocado impuesto en la consciencia humana. El error fue destruido y el hombre sanó.
El separar mentalmente el mal de la persona, no implica que el abusador quede impune. Nos ayuda a comprender que debemos arrepentimos del pecado y vencerlo. Tal como la Ciencia Cristiana lo explica: “El pecador no puede sentirse alentado por el hecho de que la Ciencia demuestra la irrealidad del mal, porque el pecador quisiera hacer una realidad del pecado — quisiera hacer real lo que es irreal, acumulando así 'ira para el día de la ira’”.Ciencia y Salud, pág. 339. De manera que nuestra oración y mira debe incluir y abrazar también a quienes abusan de los niños, en vez de condenarlos, y reconocer que el amor de Dios y su poder redentor es capaz de disipar el temor y la ira, para que se perciba la puerta abierta que conduce a la regeneración.
Y es natural que nuestra oración conduzca a otra acción eficaz. Dios nos impulsa a expresar la bondad divina en la oración, en la palabra y en los hechos. Mis oraciones por los niños del mundo me han guiado a hablar la verdad del amor de Dios y su poder que sana a padres afligidos, a orar con ellos, y a enseñar esta verdad a los jóvenes de la Escuela Dominical. He servido en la administración fideicomisaria de una pequeña escuela privada cuya misión incluye llegar a los niños necesitados, y mi esposa y yo hemos adoptado dos niños que necesitaban una familia.
Los niños del mundo merecen nuestro amor, nuestro apoyo para enfrentar sus desafíos, basados en un entendimiento de su identidad espiritual, y de nuestras oraciones y obras según Dios nos lo revele. En lugar de simplemente sentirnos apenados cuando nos enteramos de situaciones abusivas, podemos elevarnos de la preocupación a la acción y velar y orar por los niños del mundo.
