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Vigilemos y oremos por los niños del mundo

Del número de abril de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando Estaba en la universidad era miembro de un grupo que oraba por la comunidad universitaria. Tomábamos algún problema que preocupara a los estudiantes y orábamos sobre el particular. Cierta semana, la inquietud específica fue sobre el abuso de los niños. Esto puede parecer un tema algo extraño para una universidad, pero uno de los participantes del grupo así lo solicitó.

Una noche durante esa semana, después que terminé mis deberes, abrí mi Biblia pensando en los niños del mundo y el primer versículo que leí fue el siguiente: “El amado de Jehová habitará confiado cerca de él; lo cubrirá siempre, y entre sus hombros morará”. Deut. 33:12. Este pasaje fortaleció mi confianza en que el hombre está siempre seguro en Dios.

Continué mi búsqueda en la Biblia y Ciencia y Salud, tratando de aprender todo lo que estos dos importantes libros nos dicen del amor de Dios por el hombre. Esta búsqueda me llevó a afirmar que el error no tiene razón alguna de existir, que es una mentira acerca de Dios y del hombre, puesto que no pudo ser creado por el único creador, el bien. Cuando tuve la certeza de que el poder sanador de Dios estaba en operación, me pude ir a dormir.

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