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Sigamos al Cristo con la certeza e inocencia de un cordero

Del número de abril de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Unos Años, siendo ya de noche, mis padres con uno de mis hermanos salían del campo propiedad de la familia, cuando vieron algo sobre el costado del camino. Era un pequeño cordero que estaba desfalleciente. Lo subieron a la camioneta y lo trajeron a la ciudad de Buenos Aires con ellos.

El sentido espiritual nos ayuda a conocer a Dios y a reconocer Su voz.

Esa misma noche mi madre comenzó a alimentarlo con un biberón. A los pocos días comenzó a pararse y fue para alegría de niños y adultos ver a ese corderito blanco en el patio y el jardín de la casa. Cuando estuvo lo suficientemente fuerte se lo llevaron de nuevo al campo. Al dejarlo en libertad para que se reuniera con su madre y el resto del rebaño, se volvía a la casa de su “madre” adoptiva. Cuando oía su voz, allí corría para estar al lado de ella y seguirla por todas partes. Este cordero me hizo pensar más profundamente sobre el amor maternal que Dios tiene para con sus hijos e hijas.

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