Cuando Mi Esposo falleció súbita e inesperadamente en 1958, acabábamos de construir una casa nueva. Nuestro hijo tenía once años. En aquel momento yo estaba trabajando, pero mis ingresos no eran suficientes para cubrir todos los gastos que teníamos en esa nueva casa. Era necesario que ganara algo más, entonces tenía tres trabajos.
La dificultad duró muchos meses. Tuve la bendición de tener una madre que era devota estudiante de la Ciencia Cristiana. Ella me alentaba mucho, dándome a menudo para que leyera algún versículo de la Biblia y pasajes de Ciencia y Salud. Yo oraba diariamente, y estos libros eran mi constante compañía. A pesar de que mi hijo sólo tenía once años, siempre traía de la Escuela Dominical a la casa una declaración de la verdad que sabía que me ayudaría.
Un miércoles tuve un gran deseo de asistir a la reunión de testimonios en la iglesia filial que estaba al otro lado de la ciudad donde yo vivía. Me pregunté si era inteligente gastar dinero en la gasolina, pero a pesar de eso decidí ir.
Cuando llegué a la iglesia me recibió una de mis anteriores maestras de la Escuela Dominical. Ella estaba tan feliz de verme que me abrazó y me besó. Sentí mucho afecto.
El primer himno empezaba: "No teme cambios mi alma si mora en santo Amor" (Himno No 148). Yo había cantado ese himno innumerables veces, pero esa noche esas palabras tuvieron un significado especial para mí, y mientras lo cantaba sentía que las lágrimas se deslizaban por mis mejillas. Me sentía como si hubiera tocado el borde del manto de Cristo. Cuando escuchaba las lecturas sentí como si yo hubiera sido la única persona sentada allí y que ellos la habían preparado especialmente para mí.
Luego llegó el momento de los testimonios de curaciones. Uno de los testificantes señaló que la provisión infinita es una corriente constante y esto es algo natural. Medité sobre esta idea todo el trayecto a mi casa, tomando cada palabra y razonando su significado.
Unos días más tarde, cuando estaba manejando de vuelta a mi casa desde el trabajo, bordeando la costa, miré el océano y vi grandes olas que llegaban a la costa y luego lentamente volvían hacia el océano otra vez. Esta misma actividad se repetía una y otra vez. Recordé el testimonio que había escuchado en la iglesia. Pensé: "Esas olas no hacen ningún esfuerzo para entrar y salir de la playa porque es algo natural. Es algo constante, y también ésa era la manera en que debían ser satisfechas mis necesidades; deben llegar y salir para responder a mis obligaciones debido a que la provisión infinita es una corriente inagotable y esto es algo natural". Comprendí esto muy claramente. A los pocos días me ofrecieron un puesto muy bueno, con un salario que superaba la suma de los otros tres trabajos juntos. Trabajé en ese puesto durante diecisiete años. Me permitió pagar nuestra casa, pagar los estudios universitarios de mi hijo, y satisfacer todas nuestras necesidades. Fue como dice el versículo en la Biblia: "Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde" (Mal. 3:10).
Hace dos años estaba empacando y haciendo todos los arreglos para mudarme a una casa nueva, cuando me picó una araña, una viuda negra. En el primer momento no le presté mucha atención, pero tarde a la noche me empezó a doler mucho el tobillo. Por la mañana, la apariencia de mi pierna era muy alarmante.
Llamé por teléfono a un practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara con la oración. Al poco tiempo dejé de tener temor. Me dijo que leyera el siguiente pasaje de Ciencia y Salud: "Todas las criaturas de Dios, moviéndose en la armonía de la Ciencia, son inofensivas, útiles e indestructibles" (pág. 514). También recordé otras curaciones físicas que había tenido en mis más de sesenta años como resultado de confiar solamente en la Ciencia Cristiana. Entre ellas se encuentran curaciones de huesos rotos, urticaria, herpes, y un caso muy severo de bursitis en el hombro.
A pesar de que esta curación tomó varias semanas, mi confianza en Dios nunca mermó. Durante este tiempo leí Ciencia y Salud de tapa a tapa. Poco después que desapareció la infección, la decoloración también desapareció.
Cuando se estaba produciendo la curación, uno de los aspectos de la dificultad me causaba mucha gracia. Todas las noches, cuando me sentaba a ver el noticiero en la televisión, la pierna me empezaba a picar tanto que casi no lo podía soportar. Durante el resto del día no me picaba para nada. Una noche me senté a ver las noticias y la picazón empezó otra vez, me reí a carcajadas y dije: "¡Esto es ridículo! Esta pierna no sabe que hora es. Entonces debe ser que yo estoy esperando que suceda". Fue el fin de la picazón. Luego se produjo la curación total.
No tengo palabras para expresar la gratitud que siento por cada oportunidad que tengo de compartir y expresar mi agradecimiento por la Ciencia Cristiana.
Palm Desert,
California, E.U.A.