En Los Años ochenta cuando intentaba renovar mi pasaporte australiano, me quitaron mi ciudadanía australiana y por lo tanto mi pasaporte. En ese momento yo estaba viviendo en África del Sur y un oficial del Consulado declaró que nunca me habían registrado como australiana y que no tenía derechos a la ciudadanía. Mi padre estaba seguro de que yo había sido registrada, pero el oficial se negó a investigar nuestro reclamo.
Estaba muy asustada de no tener nacionalidad. Dieciocho meses después, cuando necesité un pasaporte para salir del país y asistir a mi instrucción en clase de Ciencia Cristiana, saqué la ciudadanía sudafricana. Después de casarme y seguir estudios universitarios en los Estados Unidos, mi esposo y yo quisimos volver a Australia. Yo estaba convencida desde el fondo de mi corazón de que yo era ciudadana australiana. Decidimos solicitar la residencia australiana por un "sistema de puntos" (un examen basado en las capacidades) y nos mudamos a Inglaterra (mi esposo es inglés), para embarcarnos en ese muy largo proceso de solicitud.
Al pensar en ese momento acerca de mi situación, fui dirigida a pensar lo que declara la Sra. Eddy: "Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'; aniquila a la idolatría pagana y a la cristiana — todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido." (Ciencia y Salud, pág. 340).
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