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El hombre de Dios no es un jugador

Del número de junio de 1997 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Algunos Años Atrás, a un amigo mío lo ascendieron a oficial en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Obtuvo su grado e insignias de piloto a la edad de veinte años.

Muy pronto él y su nueva tripulación volaron de los Estados Unidos a Inglaterra. Debido a que el viaje en el bombardero tomaría varias horas, algunos de los miembros de la tripulación decidieron jugar a las cartas. Empezaron a jugar al poker y él también participó. Desde joven, siempre le había gustado jugar por diversión. Pero en esta ocasión era por dinero.

Al llegar a destino había ganado una gran suma de dinero. Estaba muy contento. Después de aterrizar, algunos miembros de la tripulación le dijeron que iban a jugar a los dados en un cuartel cercano. Fue con ellos, comenzó a jugar, y en pocos minutos perdió todo lo que había ganado antes. Luego le vino la tentación de usar sus ahorros. Atinadamente desechó esa idea v se fue.

Más tarde reconsideró lo que había hecho. Como estudiante de la Ciencia Cristiana se dio cuenta de que había sido tentado por el mal, o magnetismo animal, en la forma de juegos de azar.

Al ver esa experiencia desde una perspectiva más metafísica, reconoció que no había estado mentalmente alerta, y no había notado la influencia mundana y poco saludable de los juegos de azar. Había buscado la suerte y el azar como algo que lo podía satisfacer. La verdad es que solo le ofrecían falsas promesas, inestables, insatisfactorias, y que representaban un peligro para su carrera y felicidad. Al pensar sobre esta base inestable, recordó una parábola de Cristo Jesús, Véase Mateo 7:24—27. sobre el hombre que inteligentemente construyó su casa sobre la roca de modo que cuando lluvias, inundaciones y vientos la sacudieran no la dañarían. Pero el hombre tonto que construyó su casa sobre la arena — las arenas movedizas de la mente mortal que incluyen la suerte y el azar — vio su casa demolida por las fuerzas de la naturaleza.

Más tarde mi amigo comprendió que el deseo y la tentación de jugar no es parte de la identidad real y espiritual de nadie. Es un sueño del cual todos podemos despertar ahora mismo, y sobre el que tenemos dominio total.

Las palabras de Cristo Jesús nos aseguran: "He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará". Lucas 10:19. ¿Quién es el enemigo? El enemigo es el magnetismo animal: la mente mortal y sus falsas atracciones, la creencia en creencia en la suerte y el azar.

Entonces, ¿quién es el jugador? En realidad, no hay jugador alguno. El hombre creado por Dios no es un jugador sino una idea espiritual, amable, estable e inteligente. Cuando vislumbramos esto y nos identificamos a nosotros y a los demás no como mortales débiles y jugadores, sino como el linaje fuerte y obediente de Dios, inseparables de nuestro Padre, le damos a la culpa de lo que es falible el lugar que le corresponde. Y, ¿cuál es ese lugar? La mente mortal, la creencia falsa de que hay una mente aparte de Dios, la única Mente.

Entonces, cuando rechazamos las sugestiones de la suerte, el azar y el placer en el juego — y tenemos poder otorgado por Dios para hacer eso — demostramos nuestro dominio y liberación sobre ese hábito que no es ni sano, ni necesario. Vemos, como lo hizo ese joven oficial, que podemos decir simple y seguramente ¡no! a cualquier tentación de jugar.

Esto fue comprobado por un familiar lejano mío. Él era un jugador empedernido, que además fumaba y bebía mucho. Era siervo de las emociones engañosas del juego y de las esperanzas absurdas del azar, y esto hizo que derrochara una y otra vez los recursos de la familia. Como resultado, su esposa estaba abrumada por el estrés y la preocupación. Sentía que vivía en una casa hecha de naipes que se caería de un momento a otro, y a menudo vivían en la miseria.

Mi madre les dio a conocer la Ciencia Cristiana. Empezaron estudiando la Lección Bíblica semanal del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, disfrutando de los pasajes inspirados de la Biblia y de Ciencia y Salud, por la Sra. Eddy. Concurrían a los servicios religiosos, y gradualmente la verdad amaneció en el pensamiento del marido. Empezó a percibir levemente la nobleza y estabilidad de su verdadera individualidad, como el hombre que Dios ha creado.

Tuvo una clara vislumbre de que la suerte y el azar eran elementos inestables que no formaban parte de la naturaleza amorosa, sustancial e inmutable de Dios. Por lo tanto, nunca podían formar parte del hombre, la imagen y semejanza de Dios.

A través de su estudio aprendió que no hay suerte, azar ni juegos de apuestas en el Dios invariable, el Principio divino. La excelencia de Dios incluye y revela sólo la belleza, la alegría y el equilibrio infalible de la Vida divina que todo lo satisface.

Comprendió que si alguien le pedía que pusiera las manos en el fuego se negaría rotundamente a hacerlo. De la misma forma, él podía negarse a aceptar la tentación de que tenía o necesitaba apostar. Mediante esta percepción, pudo salir de la atmósfera mesmérica de los juegos de azar y de su influencia debilitante, como le sucedió a mi amigo el militar.

Nunca hay suerte, azar ni juego en el Dios invariable, el Principio divino.

Al negarse a aceptar los pensamientos errados, el esposo sanó no solo del deseo de jugar sino también del hábito de fumar y beber. La regeneración del carácter lo había transformado.

La atracción sutil del magnetismo animal hacia el juego, como las apuestas en carreras de galgos o caballos, los números de lotería y demás, no pueden engañarnos si estamos espiritualmente alertas y somos leales al Principio. Al negarnos a aceptar estas atracciones falsas y permanecer en este Principio amoroso que satisface todo, nuestras verdaderas necesidades serán satisfechas.

No importa por cuanto tiempo nos haya atraído el juego, o lo hipnótico que parezca ser, podemos dejar este sueño ahora mismo. Las falsas promesas de la suerte y el azar, no nos pueden impedir que despertemos a lo que es bueno y verdadero. ¿Por qué? Porque estamos mirando hacia Dios con todo nuestro corazón y confiamos completamente en Su poder e inteligencia invencible. y en la inteligencia que todo lo puede vencer. Ciencia y Salud confirma esto asegurándonos que: "Dios está en todas partes, y nada fuera de Él está presente ni tiene poder".Ciencia y Salud, pág. 473.

Podemos abrazar este hecho espiritual como una ley de curación. Al estar conscientes de esto y del amor invariable y tierno de nuestro Padre-Madre, podemos elevarnos en la fortaleza que nos da Dios, y iser libres!

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